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jueves, 20 de diciembre de 2018

¿Es inevitable la guerra entre China y Estados Unidos?



En la zona asiática del Pacífico confluyen y se enfrentan los intereses de las dos principales potencias mundiales: EEUU y China. En esa parte concreta del planeta se vislumbran mejor los esfuerzos estadounidenses por detener el avance chino, con la implicación de otros actores regionales, como son la India, Japón, Australia, Vietnam o Filipinas.

El mayor y más constante foco de tensión multilateral se encuentra en el mar de China Meridional. Los Estados que lo circundan no paran de pelearse por el control de sus aguas, pues por ellas circulan muchas de las principales rutas comerciales marítimas del Pacífico, y bajo ellas se concentra una notable cantidad de recursos naturales y energéticos con potencial de ser explotados.

Sus 4,25 millones de kilómetros cuadrados de extensión llegan desde la costa sur de China hasta la isla-Estado de Singapur y abarcan las aguas de otros ocho países: Taiwán, Filipinas, Vietnam, Camboya, Malasia, Brunéi, Tailandia e Indonesia. Esta superficie marítima tiene una incuestionable relevancia estratégica para los generales y almirantes del Pentágono, pues no en balde representa uno de los puntos decisivos para garantizar la hegemonía de Washington, cuestionada por Pekín.

Aunque la fuente varía los datos, la Administración de Información Energética (EIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, calcula que bajo el fondo de este mar asiático hay nada menos que unos 11.000 millones de barriles de crudo y unos 190 billones de pies cúbicos de gas natural. Todo un bocado económico muy apetitoso y codiciado.

Otro factor esencial es el comercio. El mar de China Meridional representa una importante ruta internacional por cuya "puerta más rápida", el Estrecho de Malaca, justo delante de Singapur, circula cada año casi un tercio del petróleo y la mitad del gas natural que se consume en todo el mundo. Si a estos recursos se suman todas las importaciones y exportaciones que se realizan a través de este mar, el resultado es el 20% del flujo de capital relacionado con el comercio internacional. El Estrecho de Malaca es la ruta marítima más corta entre los proveedores de África y el Golfo Pérsico y sus consumidores de Asia.

El mar de China Meridional está salpicado por varios archipiélagos —algunos de ellos simples farallones rocosos— donde se plasman las distintas reivindicaciones territoriales. Los contenciosos por la soberanía sobre las islas son permanentes. El más importante de todos ellos es el de las islas Spratly; hasta seis países se disputan su soberanía y muchas de ellas ya están ocupadas por diversos Estados a la espera de poder reclamar todo el archipiélago. Las islas están a medio camino entre China, Taiwán, Filipinas, Malasia, Brunéi y Vietnam; todos ellos reclaman que son suyas.

La razón de estas reclamaciones se basa principalmente en la creencia de que en dichas islas podría haber depósitos de hidrocarburos; también influye que se sitúan en el medio del mar, lo que las convierte en un punto clave del comercio marítimo regional. De hecho, alguna de las islas posee una pista de aterrizaje más larga que la longitud de la propia isla. Países como China, Taiwán y Vietnam reclaman la totalidad del archipiélago aduciendo motivos históricos. El resto de los candidatos solamente reclaman una porción del archipiélago, normalmente las islas que ya tienen bajo control y que explotan de manera efectiva; es el caso de Filipinas y Malasia.

​El otro conflicto insular es el de las islas Paracelso, al norte de las Spratly y también bajo sospecha de almacenar reservas de petróleo y gas natural. Actualmente están ocupadas por la República Popular China y son reclamadas por las autoridades de Taiwán y Vietnam. Este último país alega que, tanto durante la ocupación francesa de Indochina como durante la época precolonial independiente, esas islas fueron vietnamitas y no chinas.

Pekín ha trazado la denominada "línea de los nueve puntos" que delimita el territorio que considera propio y que incluye las Spratly, las Paracelso, además del Arrecife de Scarborough y las Islas Pratas.

Este es el turbulento y volátil contexto donde se ven las caras China y Estados Unidos. No son pocos los expertos en relaciones internacionales que se preguntan si es inevitable un conflicto armado entre ambas potencias globales y si este dará comienzo en las procelosas aguas del mar de China Meridional. Un enfrentamiento bilateral supondría el mayor reto global de la historia y podría desembocar en la Tercera Guerra Mundial. Bastaría un simple incidente naval —como el del acorazado Maine en La Habana en 1898 o el del Golfo de Tonkín en Vietnam en 1964— o la provocación de una tercera parte, para que la chispa producida desatara un incendio de proporciones desconocidas.

Hasta ahora hemos estado viviendo lo que algunos historiadores denominan el "siglo estadounidense", fruto del resultado de la Primera Guerra Mundial. Como consecuencia de ello, Estados Unidos se ve como la actual potencia dominante, pero la simple idea de que otro país —China— tan grande y fuerte como él, o más incluso si cabe, le arrebate la cima jerárquica supone una bofetada en toda regla a su identidad. Así lo cree el politólogo y exasesor del Gobierno norteamericano, Graham Allison, quien acuñó el término 'la trampa de Tucídides', que viene a definir la peligrosa dinámica que se produce cuando un poder en ascenso amenaza con desplazar a un poder existente. Tucídides fue un historiador de la Grecia clásica que narró la Guerra del Peloponeso, ocurrida en el siglo V antes de Cristo. "Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso provocó en Esparta lo que hizo inevitable la guerra", destacó Tucídides. Si cambiamos Atenas por China y Esparta por EEUU, tendremos completa la ecuación.

Allison, que dio clases en la Universidad de Harvard, recomienda que tanto el presidente norteamericano, Donald Trump, como el chino, Xi Jinping, busquen y apliquen soluciones creativas para que no se repita la historia y se produzca una colisión entre titanes que nadie querría ver. "Los dos principales jugadores en la región comparten la obligación moral de alejarse de la trampa de Tucídides", escribió el académico.

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