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lunes, 14 de enero de 2019

Estados Unidos se niega a luchar por la ‎finanza transnacional

por Thierry Meyssan

La retirada de las fuerzas militares de Estados Unidos presentes en Siria y Afganistán ‎y la dimisión del secretario de Defensa James Mattis son manifestaciones del cambio ‎radical del orden mundial. Estados Unidos ha perdido el primer lugar mundial en el ‎plano económico y también en el plano político. Ahora Estados Unidos se niega a ‎luchar sólo por los intereses de la finanza transnacional. Las alianzas que ‎Estados Unidos encabezaba comenzarán a desmoronarse, sin que sus aliados ‎reconozcan por eso el ascenso de Rusia y China. ‎

Donald Trump se niega a hacer que sus conciudadanos sigan pagando por ‎el sueño imperial de los magnates de la finanza globalizada.‎

‎El anuncio de la retirada parcial de las fuerzas estadounidenses de Afganistán y de su retirada total ‎de Siria tuvo el efecto de un trueno en una tarde apacible. ‎

La Casa Blanca confirmó esa decisión presidencial el 19 de diciembre de 2018 y, al día siguiente, ‎dimitió el secretario de Defensa, James Mattis. Contrariamente a lo que afirman los opositores de ‎Donald Trump, entre el general Mattis y el presidente Trump existe un sentimiento mutuo de ‎estima y la divergencia entre ellos no está relacionada con esas retiradas sino con la manera de ‎manejar sus consecuencias. Estados Unidos se halla ante una opción que marcará un punto ‎de ruptura y hará cambiar el mundo. ‎

Ante todo, en aras de evitar que lo queremos señalar aquí parezca un contrasentido, ‎es conveniente comenzar recordando las condiciones y el objetivo de la colaboración entre ‎Trump y Mattis. ‎

A su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump puso énfasis en rodearse de 3 altos militares con ‎suficiente autoridad como para reorientar las fuerzas armadas estadounidenses: los generales ‎Michael Flynn, John Kelly y, sobre todo, James Mattis. El general Flynn fue obligado a dejar la ‎Casa Blanca y los otros dos están a punto de hacerlo. Los tres son grandes soldados que ‎se enfrentaron a sus superiores en tiempos de la administración Obama [1]. Eran generales que no aceptaban la estrategia impuesta en Irak por el embajador John ‎Negroponte, estrategia que consistió en crear grupos terroristas que se encargaron de fomentar ‎una guerra civil entre iraquíes [2]. Los generales Flynn, Kelly y Mattis se unieron a Trump para poner fin al apoyo ‎que Washington aportaba a los yihadistas. Pero cada uno de estos tres generales tenía su propia ‎visión del papel de Estados Unidos en el mundo y acabaron así teniendo choques con ‎el presidente. ‎

Llega ahora la tormenta que se pospuso ante la realización de las elecciones legislativas ‎estadounidenses conocidas como midterm [3]. Ha llegado el momento de redefinir las ‎relaciones internacionales. ‎

Siria

En abril de 2018, cuando –de conformidad con sus promesas de campaña– Donald Trump ‎mencionó la entonces hipotética retirada estadounidense de Siria, el Pentágono lo convenció de ‎mantener allí las fuerzas de Estados Unidos. No porque unos cuantos miles de militares ‎estadounidenses pudiesen modificar el curso de la guerra sino porque su presencia en Siria ‎hacía contrapeso a la influencia rusa y representaba un apoyo a Israel. ‎

Pero la entrega al Ejército Árabe Sirio de armamento defensivo ruso, principalmente de los misiles ‎antiaéreos S-300 y de radares ultrasofisticados conectados y coordinados entre sí por el sistema ‎ruso de gestión automatizada del espacio aéreo Polyana D4M1, modificó fundamentalmente la ‎correlación de fuerzas [4]. En el preciso momento en que escribimos este artículo hace exactamente ‎‎3 meses y un día que el espacio aéreo sirio es inviolable. Debido a ello, la presencia militar ‎estadounidense en Siria se vuelve contraproducente: los eventuales ataques terrestres de los ‎mercenarios proestadounidenses ya no podrán contar con el apoyo aéreo que antes ‎les proporcionaba la aviación de Estados Unidos porque se correría el riesgo de perder aviones ‎y pilotos estadounidenses. ‎

Retirándose ahora, el Pentágono evita la humillación de una derrota inevitable. Hay que saber ‎que Rusia ha rechazado solicitudes sucesivas de Estados Unidos y de Israel, que pretendían ‎obtener de los rusos los códigos de seguridad de los misiles antiaéreos entregados a Siria. ‎En otras palabras, después de años de arrogancia occidental, Rusia ya no está interesada en ‎compartir el control de Siria. Aceptó hacerlo en 2012, en la primera conferencia de Ginebra, ‎pero Estados Unidos violó aquel acuerdo al cabo de unas pocas semanas. ‎

Y, por otra parte, Moscú había señalado desde hace mucho que la presencia militar de ‎Estados Unidos en suelo sirio constituía una violación del derecho internacional y que Siria estaba ‎en todo su derecho de defenderse. ‎

El general Aharon Haliva viajó a Moscú, el 17 de diciembre de 2018, a la ‎cabeza de una delegación israelí. Allí informó a sus interlocutores rusos sobre las operaciones ‎militares que actualmente realiza Israel y… les pidió los códigos de seguridad de los misiles ‎antiaéreos rusos entregados a Siria. Solicitud denegada.

‎Consecuencias

La decisión de retirar las fuerzas militares estadounidenses presentes en Siria tendrá importantes ‎consecuencias. ‎

‎1- El falso Kurdistán ‎

El proyecto occidental de crear en el noreste de Siria un Estado colonial que entregarían a ‎los kurdos ya no podrá concretarse. Actualmente, la cantidad de kurdos que aún apoyan ese ‎proyecto es cada vez más reducida porque la mayoría de ellos consideran que sería un acto de ‎conquista comparable a la proclamación unilateral del Estado de Israel por parte de las milicias ‎judías, en 1948.‎

Como ya hemos explicado aquí en otras ocasiones, la creación de un Kurdistán independiente ‎sería legítima únicamente en las fronteras que fueron reconocidas para ello en 1920, en la ‎Conferencia de Sevres, o sea en la actual Turquía y en ninguna otra parte [5]. Estados Unidos y Francia aún planeaban, ‎hace sólo unas semanas, crear un seudo Kurdistán en tierras árabes y ponerlo bajo la ‎administración de un enviado de la ONU, que habría sido el ex ministro francés de Exteriores ‎Bernard Kouchner [6].‎

‎2- La estrategia Cebrowski ‎

El proyecto que el Pentágono pretendió aplicar durante los últimos 17 años en el «Medio Oriente ‎ampliado» o «Gran Medio Oriente» tampoco podrá concretarse. Concebido por el almirante ‎estadounidense Arthur Cebrowski ese proyecto apuntaba a destruir los Estados existentes en ‎todos los países de esa parte del mundo, con excepción de Israel, Jordania y Líbano [7]. Ese plan, ‎iniciado con la guerra contra Afganistán y las posteriores invasiones contra Irak y Libia, aún ‎estaba en aplicación pero ahora termina con la retirada estadounidense de Siria. ‎

Para Donald Trump ha llegado el momento de que los ejércitos de Estados Unidos dejen de luchar ‎‎–a costa del contribuyente estadounidense– sólo por hacer valer los intereses de los financieros ‎globalizados, aunque estos últimos sean estadounidenses. ‎

‎3- La supremacía de Estados Unidos‎

El orden del mundo post-soviético, un orden basado en la superioridad militar de Estados Unidos, ‎ha llegado a su fin. La Federación Rusa es ahora más poderosa, tanto en materia de guerra ‎convencional (desde 2015) como en el plano nuclear (desde 2018) [8]). Las hipótesis sobre un supuesto ‎imperialismo de Moscú se derrumban ante el hecho que las fuerzas armadas rusas representan ‎sólo un tercio de los efectivos militares de Estados Unidos y que Rusia tiene además muy pocos ‎efectivos fuera de sus fronteras. ‎

Vencedores y vencidos

La guerra contra Siria debe concluir en los próximos meses, por falta de mercenarios. Es posible ‎que la entrega de armamento a los yihadistas por parte de algunos países, entregas coordinadas ‎por el fondo de inversiones estadounidense KKR, prolongue aún el comportamiento criminal de ‎quienes se empeñan en hacer daño al pueblo sirio. Pero eso ya no podrá cambiar el curso de los ‎acontecimientos. ‎
No cabe duda de que los vencedores de esta guerra son Siria, Rusia e Irán mientras que ‎los vencidos son los 114 países que se involucraron en los autodenominados «Amigos de Siria». ‎Algunos de esos países no esperaron a que se concretara su derrota para corregir su política ‎exterior. Por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos acaba de anunciar la próxima reapertura de su ‎embajada en la República Árabe Siria. ‎

El caso de Estados Unidos es mucho más complejo. Las administraciones de Bush hijo y de Barack ‎Obama tienen la entera responsabilidad de esta guerra. Fueron las administraciones de Bush hijo y ‎Obama quienes planificaron y llevaron a cabo esta guerra en el marco de un mundo unipolar. ‎El candidato a la presidencia Donald Trump tenía razón cuando acusaba a esas dos ‎administraciones de haberse puesto al servicio de la finanza transnacional en vez de defender los ‎intereses de los ciudadanos estadounidenses. ‎

Ya convertido en presidente, Donald Trump trató constantemente de cortar el respaldo de ‎Estados Unidos a los yihadistas y de retirar las tropas estadounidenses del Medio Oriente ‎ampliado (o Gran Medio Oriente). Habría que considerarlo como uno de los ganadores de la ‎guerra y sería lógico que su actitud incluso permita a su país hacer caer el pago de ‎compensaciones de guerra sobre las transnacionales que se implicaron en ella [9]. Para Trump, lo que hay que hacer a partir de ‎ahora es reorientar las fuerzas armadas de Estados Unidos hacia la defensa del territorio ‎nacional, poner fin al conjunto del sistema imperial y desarrollar la economía estadounidense. ‎

Afganistán

Hace varios meses que Estados Unidos viene negociando discretamente con los talibanes las ‎condiciones para la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán. Una primera ronda de ‎contactos alrededor del embajador Zalmay Khalilzad acaba de comenzar en Qatar. Además de las ‎delegaciones de Estados Unidos y de los talibanes, también participan Arabia Saudita, Emiratos ‎Árabes Unidos y Pakistán. Una delegación del gobierno afgano también llegó a Qatar con la ‎esperanza de que le permitan estar presente. ‎

Hace 17 años que Estados Unidos y Reino Unido invadieron Afganistán. Oficialmente lo hicieron ‎en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pero, en realidad, la invasión de ‎Afganistán fue consecuencia de las negociaciones entre Estados Unidos y los talibanes realizadas ‎aquel mismo año en Berlín y Ginebra. El objetivo de la invasión no fue estabilizar Afganistán para ‎explotarlo económicamente sino destruir allí toda forma de Estado para controlar totalmente la ‎explotación del país sin tener que negociar con un Estado. Y eso es lo que está sucediendo ‎ya que la situación allí empeora de día en día. ‎

Debemos recordar que las desgracias de Afganistán comenzaron con la administración de James ‎Carter. El entonces consejero para los temas de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski, recurrió ‎a la Hermandad Musulmana e Israel para desatar una campaña contra el gobierno comunista de ‎aquella época [10]. ‎Aquel gobierno recurrió a los soviéticos con la esperanza de mantener el orden. Comenzó ‎entonces una guerra de 14 años, seguida de una guerra civil y, después, de la invasión anglo-‎estadounidense. ‎

Al cabo de 40 años de destrucción constante, el presidente Trump señala que la presencia militar ‎de Estados Unidos no es la solución para Afganistán. En realidad, esa presencia es el problema. ‎

El general James Mattis se había comprometido a desvincular las fuerzas ‎armadas estadounidenses de los yihadistas, no a deshacer la alianza alrededor de ‎Estados Unidos.

‎El lugar de Estados Unidos en el mundo de hoy

Al retirar la mitad de las tropas estadounidenses legalmente estacionadas en Afganistán y la ‎totalidad de las que se hallan ilegalmente en Siria, el presidente Trump cumple uno de sus ‎compromisos electorales. Todavía tendrá que retirar los 7 000 efectivos restantes. ‎

Es en ese contexto que el general Mattis plantea una cuestión de fondo en su carta de dimisión ‎‎ [11]. El general Mattis escribe:‎

«Una de mis convicciones fundamentales siempre ha sido que nuestra fuerza como nación ‎está inextricablemente vinculada a la fuerza de nuestro sistema único y completo de ‎alianzas y asociaciones. Aunque Estados Unidos sigue siendo la nación indispensable en ‎el mundo libre, no podemos proteger nuestros intereses ni desempeñar eficazmente ese ‎papel sin mantener alianzas sólidas ni mostrar respeto hacia esos aliados. Como usted, ‎yo digo desde el principio que las fuerzas armadas de Estados Unidos no deberían ser el ‎‎gendarme del mundo. En vez de eso, tenemos que utilizar todas las herramientas del ‎poder estadounidense para garantizar la defensa común, principalmente garantizando un ‎liderazgo eficaz a nuestras alianzas. 29 democracias demostraron esa fuerza en su ‎compromiso de luchar junto a nosotros después del ataque del 11 de septiembre contra ‎Estados Unidos. La coalición de 74 naciones contra Daesh es otra prueba de ello.» ‎‎ [12]

En otras palabras, James Mattis no cuestiona la razón de la retirada de las tropas estadounidenses ‎de Afganistán y de Siria sino lo que probablemente vendrá después: la dislocación de las alianzas ‎alrededor de Estados Unidos y, en definitiva, el posible desmantelamiento de la OTAN. Para ‎el secretario de Defensa, Estados Unidos debe tranquilizar a sus aliados dándoles la impresión ‎de que sabe lo que hace y de que es el más fuerte. No importa que eso sea cierto o no, ‎lo importante es mantener a toda costa la cohesión entre los aliados. ‎

Pero el presidente estima que la situación es demasiado peligrosa. Estados Unidos ya perdió su ‎primer lugar mundial en el plano económico, puesto que ahora ocupa China. Y también ‎ha perdido el primer lugar como potencia militar ya que ahora está detrás de Rusia. Así que ‎hay que dejar de ser el tuerto que guía a los ciegos y ocuparse, en primer lugar, de los ‎estadounidenses. ‎

En este asunto, James Mattis actúa como militar. Sabe que una nación sin aliados está perdida de ‎antemano. Donald Trump piensa como empresario, hay que deshacerse de las filiales que dejan ‎pérdidas y que pueden acabar hundiendo toda la empresa. ‎

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