Lo que suceda en Venezuela —sometido a un estrangulamiento económico con el fin de forzar la salida de Nicolás Maduro de la presidencia— es clave para toda la región latinoamericana y caribeña, dijo a Sputnik Darío Salinas Figueredo, profesor emérito de la Universidad Iberoamericana (México).
La sesión que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas dedicó a Venezuela este 27 de enero puso de manifiesto el nivel global de la crisis que estalló el miércoles 23 de enero, después de que el opositor Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, se autoproclamara mandatario interino del país, gesto reconocido por EEUU y otros países.
De acuerdo con Salinas, coordinador del Seminario Permanente sobre Procesos Políticos en América Latina de la Universidad Iberoamericana, la reunión del Consejo de Seguridad "fue un espectáculo mundial, geopolítico asombroso".
"La sesión se dedicó a Venezuela a pedido del Gobierno estadounidense, cuyos representantes buscaron la adhesión de más países para articular y agudizar la agresión que se viene desplegando desde hace un buen tiempo contra el proceso político de la República Bolivariana de Venezuela", sostuvo el académico.
"La sesión se dedicó a Venezuela a pedido del Gobierno estadounidense, cuyos representantes buscaron la adhesión de más países para articular y agudizar la agresión que se viene desplegando desde hace un buen tiempo contra el proceso político de la República Bolivariana de Venezuela", sostuvo el académico.
El analista explicó que, para comprender la centralidad de este conflicto en la coyuntura geopolítica actual, hay que desoír a la "prensa monopólica en su afán de demostrar quiénes son los demócratas y quienes los usurpadores de la democracia". La clave, propuso, es entender que el abanico de posiciones presenta una enorme escala de gala de grises que se trafica como un riguroso blanco y negro.
Si bien Salinas Figueroa no duda en tildar que hay un intento de golpe de Estado en esta jugada de la oposición venezolana, matiza que se trata de una situación distinta a la que vivió el país en la intentona del 11 de abril de 2002, cuando el empresario Pedro Carmona también se autoproclamó presidente para desplazar al entonces mandatario Hugo Chávez. Sin embargo, este golpe no tuvo éxito y a los tres días, las Fuerzas Armadas leales al presidente constitucional lo reinstauraron en el cargo.
"Cuando en 2002 Carmona asumió intempestivamente, fue un golpe más clásico, de destitución e imposición. En este caso, es un golpe de Estado que busca imponerse como un Gobierno alterno y paralelo, una especie de poder dual que profundice la crisis, genere mayor caos de gobernabilidad endógena y abra las puertas para una agresión externa bajo cualquier ropaje", dijo a Sputnik el profesor de la Universidad Iberoamericana de México.
Salinas señaló que si bien la oposición política que propició este nuevo tipo de golpe ganó la mayoría en la Asamblea Nacional en las legislativas de 2015, pronto se alejó de la vereda democrática. "Ha sido incapaz de transitar por los patios interiores de la legalidad venezolana", sostuvo el intelectual, nacido en Chile.
"Tras la experiencia del golpe de Estado en 2002, la oposición —que es muy heterogénea, segmentada y dividida— no ha logrado su objetivo central, que no es la restauración democrática como se dice, sino un cambio de régimen", afirmó Salinas a Sputnik.
El Ejército venezolano ha brindado al presidente Nicolás Maduro un sólido apoyo, hecho que diferencia este proceso de los regímenes dictatoriales promovidos por EEUU durante la década de 1970 en todos los países del Cono Sur de América, que contaron como aliado y brazo ejecutor a las Fuerzas Armadas nacionales en la comisión de crímenes contra la humanidad, como la desaparición forzada de miles de personas de forma sistemática.
"No está planteada una guerra interna, que es lo que quieren los detractores de la Revolución bolivariana, una guerra civil interna. Eso no está planteado y no está ocurriendo", enfatizó Salinas.
Petróleo y clase
Salinas señala que en el debate hay "un factor sin rostro" en las riquezas de petróleo y gas, piedra angular de la economía venezolana. "El petróleo no es un elemento adicional, sino estratégico. Por eso no aparece con frecuencia nombrado", subrayó el profesor emérito de la Universidad Iberoamericana.
A su vez, dijo, el proceso de organización popular que se desencadenó cuando Hugo Chávez estuvo en el poder en el país (1998-2013) es otra vía de tensión silenciada a tener en cuenta. Este proceso llevó a los excluidos y a las poblaciones negras a asumirse como actores políticos y que hoy, en medio de la crisis, sostiene la vida de las clases populares venezolanas.
"El conflicto también está enmarcado en una confrontación de clase. No tengo la menor duda de que se trata de aplastar a ese espectro nacional popular de ciudadanas y ciudadanos que otorgaron el consenso activo al proyecto chavista de transformación, como ya no ocurre en América Latina, exceptuando la experiencia de Cuba. Frente a ese panorama, la intención de aplastar existe", reflexionó Salinas.
Destacó que la clave para destrabar el conflicto es la opción formulada en conjunto por Uruguay y México, que "frene la escalada de violencia y abra perspectivas de entendimiento".
"Es un momento de regresión, de estancamiento del progresismo en el mapa político que se ha reconfigurado en prácticamente un lustro", afirmó, para dimensionar la nueva alineación continental que se develó en este conflicto.
Al profesor le preocupa la disposición de "los aliados de las políticas intervencionistas para profundizar su ofensiva", de los que puso como ejemplos al Grupo de Lima y a Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
"El actual secretario general de la OEA es el brazo político diplomático del intervencionismo en esta coyuntura; Juega un papel muy peligroso, incendiario en la región", afirmó el experto.
"Está centrado en Venezuela porque es el punto más sensible de las relaciones hemisféricas. Lo que pase allí va a tener repercusiones muy amplias en toda la región y eso, el secretario de la OEA lo sabe", concluyó.
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