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miércoles, 28 de enero de 2015

¿Al-Qaeda en la torre Eiffel?

Profético, no hay dudad

por Alfredo Jalife-Rahme

En momentos en que el número de militares que participan en la intervención francesa en Mali ya sobrepasa la cifra de 2 000 hombres en el terreno, el comentarista mexicano Alfredo Jalife analiza en el diario La Jornada las razones de esa intervención. Su visión de especialista en relaciones internacionales lo lleva a señalar las similitudes entre ese y otros escenarios existentes en otras latitudes. Y resalta además que, al igual que en otros conflictos que hoy se desarrollan alrededor del Mediterráneo, la nueva intervención francesa… huele a gas.

Un soldado francés en la ciudad maliense de Niono, el domingo 20 de enero de 2013.

Ha sido muy ilustrativa la confesión de las partes interesadas, desde Libia hasta Argelia y pasando por Mali, lo cual nos evita tener exponer evidencias irrefutables, como reza el sacrosanto apotegma penal aplicable a los yihadistas de al-Qaeda, quienes están siendo usados como carne de cañón en la prístina agenda geopolítica/geoeconómica de la OTAN, encabezada por Estados Unidos, con el fin de hacer prosperar triplemente sus objetivos en:

1- El norte de África/Sahara/Sahel: región pletórica en materias primas, sobre todo, gas, uranio y oro;
2- la parte oriental del mar Mediterráneo (Gaza/Líbano/Chipre/Siria): región pletórica en gas;
3- la región del golfo Pérsico: sobresaturada en hidrocarburos.

En «Bajo la Lupa» [1] ya planteé –en septiembre de 2011– la hipótesis de la «guerra del gas» que se libra en la costa oriental del Mediterráneo (desde Gaza hasta Siria), mientras que la Red Voltaire ha expuesto que detrás de la conflagración en Siria se encuentra «el centro de la guerra del gas en el Medio Oriente» [2].

La entrevista de Michael Maloof, experto del Pentágono en la fase del bushiano Ronald Rumsfeld, al cada vez más imprescindible canal de televisión Russia Today, esclarece el empantanamiento de Francia como consecuencia de la intervención en Mali –su antigua colonia– que se puede convertir en el «Afganistán» de París [3].

Michael Maloof hasta presagia un epílogo «trágico» (sic) al presidente Hollande y confiesa sin tapujos el papel que jugó el Comando de Estados Unidos para África (AfriCom) en la «formación y entrenamiento» (¡nuevamente sic!) de los tuaregs –legendarios nómadas del Sahara/Sahel–, que luego «desertaron» extrañamente para aliarse a los salafistas, quienes practican una lectura integrista del Corán, y a la franquicia de al-Qaeda en el Maghreb Islámico (AQMI).

El término «Maghreb» designa la parte occidental del mundo árabe en contraposición al término «Al-Mashrek», que designa su parte oriental. ¡Qué parecido con la telenovela del cártel de Los Zetas en México, que repite el mismo guión, concebido quizás por el mismo autor! El «experto» pronostica que AQMI, a partir de sus reductos en Libia/Mali/Argelia, emprenderá «ataques contra Europa» (¡súper-sic!). ¿Al-Qaeda en la Torre Eiffel?

Nolens volens (sin querer queriendo) y en forma tangencial, Michael Maloof advierte que también Rusia se encuentra amenazada debido a «sus inversiones en la región». El panorama que pinta es ominoso: «situación peligrosa (sic) que rebasa a Malí per se. Puede afectar todo el norte de África (¡súper-sic!) y penetrar en Europa». ¡Uf !

¿Se trata de represalias anglosajonas por la repatriación del oro europeo de las arcas de la Reserva Federal? ¿Forma parte de la ya desatada «guerra de las divisas» entre el dólar y el europor la hegemonía en Occidente ante el ascenso irresistible delrenminbi chino?

Mali exhibe 7 fronteras incandescentes donde la franquicia AQMI se mueve increíblemente a sus anchas y con una precisión digna de la más alta tecnología: Argelia (potencia en la producción de gas), Níger (país pletórico en uranio), Burkina Fasso, Costa de Marfil, Guinea, Senegal y Mauritania.

La prensa china está preocupada y vislumbra detrás del nuevo montaje hollywoodense en el Norte de África/Sahara/Sahel un sabotaje deliberado a las cuantiosas inversiones de China en el continente africano. ¿Arrecia la guerra geoeconómica de la OTAN contra los países del BRICS [4] en el continente africano?

Perturbadoramente, The Jerusalem Post, diario israelí muy cercano a los caducos neoconservadores straussianos/bushianos, revela en su edición del 22 de enero de 2013 que la toma de la planta de gas de BP (again!) en In Amenas (Argelia), en la frontera con Libia, por la brigada de corte hollywoodense Khaled Abu Al-Abbas, rama de los yihadistas de AQMI, «fue coordinada por un canadiense» (sic) apodado «Chedad» y arrojó 81 muertos en los enfrentamientos con el ejército argelino. ¿Un «canadiense» de la anglósfera?

Más allá del sensible factor humanitario, para el análisis geopolítico se decanta que la planta de marras exporta un 10% del gas argelino a Europa (según Stratfor, 21 y 25/01/13). Stratfor advierte que AQMI ha puesto en jaque el gas norafricano desde Libia hasta Argelia.

El rotativo británico Morning Star reporta el 22 de enero de 2013 que el canciller británico William Hague admitió que los «terroristas» (sic) de In Amenas portaban armas británicas (¡super-sic!) provenientes de la suculenta venta de armas pactada por Gran Bretaña con el régimen de Khadafi, ulteriormente depuesto en Libia (país pletórico en gas y agua fresca, sin contar sus evaporadas reservas de oro, hoy bajo control «contable» debido a la ocupación de la OTAN).

El portal del canal de televisión France24 pregunta –el 22 de enero de 2013– si el diminuto emirato árabe de Qatar, «alimenta la crisis en el norte de Malí», donde los nómadas de la legendaria tribu de los tuaregs –que se mueven al ritmo de las arenas en el Sahara/Sahel norafricano– han instalado en el norte de Mali (rico en oro) la república independiente de Azawad en conjunción con los salafistas/yihadistas que han impuesto la ley coránica integrista de la Sharia.

Más allá de su exigüidad geográfica y militar, llama poderosamente la atención el papel preponderante que juega Qatar (tercera potencia mundial en producción de gas natural y primer ingreso per cápita del planeta) en varios focos incandescentes del Medio Oriente, con sus generosos financiamientos a los grupos salafistas/yihadistas e incluso a la poderosa Hermandad Musulmana en Egipto, Siria, Jordania, Gaza, Libia, Túnez etc. Qatar es por sí solo todo un tema a escudriñar.

France24 cita al geopolitólogo Mehdi Lazar, «especialista del tema Qatar», quien en el semanario francés L’Express expone que «Malí posee un inmenso potencial en gas y petróleo» y en su región norte –la secesionista Azawad– tiene «ricos yacimientos de oro y uranio».

A juicio de Thierry Meyssan, director de la Red Voltaire, la teatralidad de la intervención francesa tiene como fin «apoderarse del oro y uranio de Mali» y «abre la vía a la desestabilización de Argelia» [5]. Thierry Meyssan es muy severo con su país natal y afirma que «la técnica de injerencia francesa es una repetición de la administración Bush: utilizar a los grupos islámicos para crear conflictos, luego intervenir e instalarse bajo el pretexto de resolver los conflictos». ¿Será cierto? ¿Existe tanta perfidia en el mundo? ¿Estamos ante un juego de trampas múltiples: Argelia cae en la trampa de Francia, que a su vez cae en la de Estados Unidos?

La evaluación estratégica del presidente ruso Putin y su canciller Lavrov expone que los acontecimientos norafricanos son consecuencia de la intervención de Occidente en Libia y Siria. Se perfila una exquisita guerra por las materias primas, en particular los hidrocarburos, que afecta la retaguardia y el abastecimiento de Rusia (como exportador) y China (como importador).

El más alto nivel de la cúpula de la OTAN no oculta su desprecio por la muerte masiva de islámicos, como acaba de proferir el príncipe Harry, nieto de la reina Isabel de Inglaterra, al afirmar que «matar musulmanes es tan divertido como jugar videojuegos» [6].

Para la misántropa herejía neoliberal imperante en la OTAN lo relevante es el control de las materias primas cotizables, no la suerte de los humanos. Y tanto mejor si esos humanos son islámicos, indígenas, mexicanos o latinos, sin cotización bursátil.
Alfredo Jalife-Rahme

Fuente
La Jornada (México)

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