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miércoles, 1 de julio de 2015

¿En verdad el euro está en peligro?

En el fondo, los acreedores quieren que la quita sea la menor posible, mientras Atenas se juega el todo por el todo para que le perdonen la mayor cantidad de deuda que se pueda. Los dos resistirán hasta el límite.


Ayer se consumó la moratoria griega con el Fondo Monetario Internacional a quien le debía abonar más de 1.5 mil millones de euros. Conforme se aproxima el domingo, día en que se celebrará el referéndum en el que se preguntará a los griegos si aceptan o no las condiciones que les quieren imponer sus acreedores a cambio de ayuda financiera, las presiones continúan subiendo de tono con mentiras y amenazas de ambos bandos.

Del lado europeo no cabe duda que no toleran la permanencia en el cargo del primer ministro griego Alexis Tsipras. Quizá la crítica más dura sea la de Sigmar Gabriel, vice-canciller alemán, quien calificó a Tsipras y su radicalismo como una amenaza para el orden europeo.

A juzgar por las notas de los medios predominantes ya están en campaña abierta por el “sí”, e irán de la mano del resto de países de la eurozona en un esfuerzo para tumbar al jefe de gobierno griego. Tsipras ha dicho que podría dimitir si pierde el referéndum, pero una victoria para el “no”, en cambio, le significaría tener una mano invencible: la troika no podría exigirle austeridad y disciplina financieras que el pueblo no respalda formalmente.

Tsipras tiene confianza en que no los echarán del euro por los elevados costos –más allá de los financieros, que tendría para toda Europa y en particular para Alemania. Por eso decidió jugarse su futuro en el referéndum.

Pero del otro lado también dan la batalla. El vice-canciller Gabriel también declaró amenazante que si gana el no, los griegos estarían votando “en contra de permanecer en el euro”. Como se dice, quieren asustar a los votantes “con el petate del muerto”, nada más.

Ayer por cierto, la canciller alemana Angela Merkel desechó también la solicitud de Atenas de más ayuda, y aclaró que no negociará nada antes del domingo. La apuesta es hacer campaña abierta por el sí. Reiteramos, esto se ha convertido en el juego de “todos mienten”.

El mentiroso confeso de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, dijo en un largo discurso que “(el) no significaría que Grecia le está diciendo que no a Europa”, y recomendó a los griegos que “no cometan suicidio porque tienen miedo de morir”. Sí, es cierto que una eventual salida del euro significaría para el país helénico el caer en una depresión muy profunda, pero de todos modos ya está en ella y al final, no sería el fin del mundo.

Miente también el gobierno alemán porque, aunque nunca lo dirá en público, está más que dispuesto a mantener a Grecia en la Unión Monetaria casi al costo que sea. Su proyecto continental no lo echará por la borda por un pequeño país sureño.

Miente además Alexis Tsipras porque vende el referéndum como una forma de empoderar a la gente, cuando en realidad sólo la quiere utilizar para sus planes de seguir haciendo de la República Helénica un parásito de Europa. En el camino, está dispuesto a sacrificar al extremo a los ciudadanos que no pueden retirar sus ahorros del banco, con el único fin de seguir manteniendo el dispendio público, privilegios y un Estado obeso. La izquierda pues, ahorcando al pueblo.

Este “estira y afloja” no es más que una doble puesta en escena cuyo único propósito es, en realidad, llegar a un mutuo acuerdo de quita para las deudas griegas.

Así que ni Alexis Tsipras es “un peligro para Europa y el euro” como se le pinta, ni Grecia será echada de la Unión Monetaria.

En el fondo unos –los acreedores, quieren que la quita sea la menor posible, mientras Atenas se juega el todo por el todo para que le perdonen la mayor cantidad de deuda que se pueda. Los dos resistirán hasta el límite. Cuando las conversaciones vuelvan a fallar, es de esperar más “gritos y sombrerazos” que terminarán en un apretón de manos que no satisfará a nadie, pero calmará los titulares y los mercados.

El mayor daño colateral es que les guste o no, se sentará un precedente para que otros países europeos en apuros levanten la mano y pidan también el “borrón” en su deuda, en especial, si partidos o coaliciones de izquierda radical al estilo de Syriza llegan al poder.

A final de cuentas, lo relevante es que este mal experimento del euro terminará por fracasar más tarde de todas maneras. Lo que mal se diseña, mal acaba.    FUENTE

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