El 15 de julio pasará como uno de los acontecimientos más importantes en la historia del siglo XXI para Turquía y, especialmente, un día crucial para el gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP), que lidera el presidente, Recep Tayyip Erdogan.
El país sobrevivió a un intento fracasado de golpe de estado.
Horas muy tensas se vivieron en las principales ciudades del país. Los golpistas no dudaron en utilizar aviones de combate y helicópteros, pero aún así no pudieron derrocar al gobierno. En los enfrentamientos murieron unas 140 personas y otras 1500 resultaron heridas, además del arresto de más de 2800 militares.
En el siguiente artículo pretendemos estudiar cuál fue la situación que desencadenó este caos, plantear la hipótesis de un posible golpe de Estado como show político del propio Erdogan, además de las consecuencias que supone ese golpe fallido para el país.
Situación en Turquía antes del golpe
El país, desde hace un año, está sumergido en un caos de inseguridad a raíz de los numerosos atentados del grupo terrorista Daesh en varios puntos de su geografía, los enfrentamientos entre el Gobierno y los kurdos en el sur, además de las tensiones en sus relaciones exteriores con Irak, Siria y Rusia. De esta forma, la mala gestión de la Administración de Erdogan ha generado un gran descontento en el pueblo, y era bastante probable que la situación se le pudiera ir de las manos. Una circunstancia similar a las generadas en las décadas de los 70 y los 90 que terminaron en golpes de Estado que apartaron a sus respectivos gobiernos del poder.
Así que para prevenir un acontecimiento de tal magnitud, que podría acabar con el gobierno de Erdogan, hacía falta un plan bien calculado, es decir, provocar a ese sector insatisfecho para que se rebelara. En este sentido, la semana pasada, varios oficiales del Ejército fueron detenidos, personalidades afiliadas al líder opositor residente en EE.UU., Fetulá Gülen. De hecho, se puede interpretar que los militares al ver que tanto con golpe como sin este serían reprimidos y eliminados, optaron por un plan militar en una ausencia poco rara de las autoridades del país.
Si nos fijamos bien en el rápido desarrollo de los acontecimientos durante el golpe, podemos percatarnos que los golpistas no intentaron, como cualquier otro golpe, derrocar al gobierno o, por lo menos, no mostraron tanto poder para hacerlo ya que, de hecho, ni atacaron el Palacio Presidencial ni ofrecieron mucha resistencia para dejar la radiotelevisión y el Aeropuerto Internacional Ataturk, en Estambul.
¿Por qué Erdogan pensó en un autogolpe y cómo lo controló?
Teniendo en cuenta la situación que atravesaba el presidente Erdogan y su partido en la escena sociopolítica nacional y repasando la historia de los golpes de Estado en ese país, junto con el terreno en el que se formaron estos acontecimientos, podemos interpretar que en cierta forma este suceso del 15 de julio podría tratarse de un show político que beneficia solo al sultán turco.
En este contexto, si analizamos bien su rueda de prensa en el Aeropuerto Internacional Ataturk, nos damos cuenta de tres factores que benefician a Erdogan. En primer lugar habló de una limpieza dentro del ejército, lo mismo que hicieron cuando llegaron al poder eliminando a los generales del anterior gobierno. De hecho, después de deshacerse de los militares de más alto rango, ahora tiene la oportunidad de continuar con los de medio rango, quienes desempeñaron el rol principal en ese intento de derrocamiento. De esta forma podría prevenir un posible y verdadero golpe de Estado.
A parte de esto, en el ámbito político, acusó al opositor Fetulá Gülen y, de esa forma, allana el terreno para debilitar aún más este movimiento dentro del país, y de dar seguimiento al caso podría presionar a EE.UU. para que lo entregue a Ankara con el objetivo de ser juzgarlo e incluso ahorcado por traición a la patria. Sería una forma de acabar con sus principales rivales en la escena política interna y fortalecer las bases para establecer su ansiado sueño; un imperio otomano.
El tercer factor que destaca en las palabras de Erdogan y que guarda una suma importancia, es su legitimidad, uno de los pilares de un sistema democrático. El mandatario turco, en sus primeras palabras a los ciudadanos, llamó a todos a salir a las calles en un intento por poner a los golpistas frente a dos opciones: masacrar al pueblo o acabar con el plan de derrocamiento, a posteriori la opción elegida por los militares. Con esta medida, no solo logró manejar el golpe y neutralizarlo, sino consiguió enviar otro mensaje al mundo y a grupos opositores dentro del país: el pueblo quiere al gobierno, algo que representa la legitimidad del sistema gobernante. De esa forma consigue desarticular cualquier argumento de que se encamina hacia un sistema totalitario, y muestra que es el líder de un claro ejemplo de democracia.
Además, en el interior del país, le dice a su pueblo que si el gobierno no estuviera en manos de su partido, podría haber militares inescrupulosos que para hacerse con el poder son capaces de acabar con la vida de la gente y masacrarla. En un último mensaje transmitiría la idea de que cuenta con el poderío suficiente para garantizar la seguridad de su ciudadanía, frente a actos de sabotaje y las amenazas contra la seguridad nacional.
Conclusión
Con todo lo expuesto, sea un verdadero golpe de Estado o un plan orquestado por el propio Erdogan, lo sucedido en Turquía conllevará enormes gastos políticos y económicos al país, a mediano y largo plazo. En esta situación inestable, otros países y gobiernos, como una consecuencia a corto plazo, comienzan a poner en tela de juicio las ventajas de invertir en ese país; además, el turismo que constituye una parte considerable de los ingreso de Turquía, podría verse afectado por la elección de otros destinos en los que haya más seguridad, situación esta que afectará seriamente la economía. A nivel político, tampoco Ankara puede pensar en los asuntos regionales como antes, por estar ocupada en una agenda interna para restablecer la situación. De hecho, Erdogan se jugó una carta importante y aunque manejó el golpe y salió victorioso, ahora, debe afrontar unas consecuencias que podrían tener efectos más nefastos que los de un golpe de Estado.
Por Rasoul Goudarzi
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