El poder ha sido uno de los campos de investigación más prolíficos desde que se empezase a sistematizar su estudio tras la Revolución francesa y la Ilustración. En El Príncipe, Maquiavelo establecía el más básico de los preceptos a la hora de analizar el poder: que éste no ha de ser siempre evidente para quien lo percibe, es decir, el secreto es de suma importancia para el buen gobierno de una nación, al menos si el gobernante quiere hacer cumplir sus fines, los cuales nunca han de ser desvelados. En este sentido, el exmagistrado Baltasar Garzón narra en su libro Un mundo sin miedo (Plaza & Janés, 2005) que los votantes piensan que cuando un político es elegido presidente del Gobierno, es como una tabla rasa en la cual irá escribiendo su mandato, pero lo cierto es que desde el día número uno de su legislatura está completamente hipotecado por los muchos favores que debe a los grupos e intereses que le han ayudado a llegar al poder.
Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de EE UU, las grandísimas necesidades de financiación de campañas electorales hacen que sin un fuerte apoyo empresarial, un candidato prácticamente no tenga posibilidades de ganar. Tal era el caso de Obama, quien según el escritor e intelectual Noam Chomsky, era el candidato elegido y apoyado por el sistema financiero de Wall Street para ocupar la Casa Blanca. Más tarde, WikiLeaks filtró que el director ejecutivo de Citigroup, Michael Froman, había enviado un correo electrónico el 6 de octubre de 2008 a John Podesta, entonces consejero de Obama, en el que recomendaba una serie de nombres que el banco pretendía que ocupasen puestos de relevancia en el Gobierno. Con un lenguaje exquisito, Citigroup ofrecía a Podesta «un ejemplo de gabinete de gobierno» donde «obviamente, son posibles múltiples versiones; este es solo un ejemplo para mostrar cómo podría tener éxito», se argumentaba en el correo.
En el citado mail se proponían candidatos a puestos del Departamento de Seguridad Nacional, Departamento de Defensa, Oficina de Administración y Presupuesto, Departamento de Educación, Departamento de Salud y Servicios Humanos, Consejo de Política Nacional, etc. Para regir el todopoderoso Departamento del Tesoro se deslizaron los nombres de tres viejos conocidos de la Administración Clinton: Robert Rubin (del Banco Goldman Sachs), Larry Summers (economista jefe del Banco Mundial) y Timothy Geithner (expresidente de la Reserva Federal).
Red de control global
No resulta sorprendente que el obediente Obama colocara a casi todos los nombres de la lista en los puestos que pretendía el todopoderoso banco. Obama fue elegido el 4 de noviembre de 2008, pero la lista había sido enviada a Podesta un mes antes, el 6 de octubre. En resumen, el sistema financiero ya había elegido al Gobierno antes de que los ciudadanos estadounidenses votasen movidos por el eufórico lema yes, we can. La pregunta es obligada: ¿Quiénes gobiernan en realidad, si el presidente más poderoso del mundo recibe la formación de su Ejecutivo por correo electrónico? ¿Sabemos algo de ellos? ¿Acaso existía otro Gobierno formado por distintas personas, pero dependientes de los mismos intereses económicos, en caso de que el candidato republicano –John McCain– hubiera ganado las elecciones?
A lo largo del presente artículo iremos descubriendo los nombres de los individuos que verdaderamente detentan el poder, y desvelaremos cómo se forman y actúan los gobiernos secretos. Para ello debemos empezar por conocer su historia.
En 1945, al final de la II Guerra Mundial, EE UU ocupa una posición privilegiada en el mundo. Ha sido una de las potencias ganadoras y al mismo tiempo es la menos dañada tras el armisticio. El resto de naciones combatientes, incluso aquellas aliadas que también han resultado victoriosas, se encuentran en una situación lamentable. Europa está devastada y la URSS totalmente desangrada a causa de los terribles combates en el frente del este. El resultado de la guerra otorga a EE UU una posición hegemónica. Por primera vez en la historia, un país está en condiciones de construir un imperio mundial.
Los gobernantes estadounidenses no tienen tiempo que perder, así que dividen el mundo en zonas. Las clasifican, estudian y analizan según sus características sociales, económicas, políticas, militares, etc., para luego poner en marcha diversas estrategias a fin de tejer un control global del planeta. En gran parte se tratará de estrategias militares, pero no exclusivamente.
Esta visión de las élites de EE UU puede apreciarse con absoluta claridad en El gran tablero mundial (Paidós, 1998), libro de Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter y uno de los intelectuales de cabecera de las familias financieras más poderosas del planeta.
Desde 1945, EE UU ha participado en 201 conflictos armados, entre guerras, intervenciones militares y golpes de estado. No en vano, mantiene unas 800 bases militares en más de 100 países en todo el mundo. En varias fases, va dando forma a la política global, desalojando zonas bajo control comunista en Asia, como consecuencia de la guerra de China (1945-49), Corea (1950), Albania (1949-1953), etc. En Latinoamérica pone y quita gobiernos para mantener el control de su patio trasero: Nicaragua en 1947, Venezuela en 1948, Guatemala en 1953, Chile en 1973, de nuevo Nicaragua en 1978, etc. África, entonces bajo control colonial europeo, siempre fue considerado un territorio repleto de recursos naturales a disposición de Occidente.
Las instituciones del gobierno secreto
En cambio, los planes para Europa eran diferentes. También se estableció un control sobre el Viejo Continente, pero en este caso no se optó por la vía militar. El objetivo consistía en convertir a Europa en un socio comercial, porque EE UU necesitaba urgentemente ampliar su mercado. Por eso nace el Plan Marshall, mediante el cual el Gobierno estadounidense invierte 13.000 millones de dólares de la época para reconstruir Europa y crear las bases de la economía de mercado que beneficiaban a las empresas de EE UU. Al mismo tiempo, estableció una tupida red de espías en toda Europa, además de formar una serie de ejércitos secretos formados por antiguos nazis y militantes de la extrema derecha –que controlaban numerosos arsenales– dispuestos a entrar en combate en caso de una invasión de la URSS. Otro de los objetivos de dichos ejércitos secretos era evitar que los partidos comunistas ganaran elecciones, para lo que no dudaron en amenazar, asesinar y extorsionar a políticos, periodistas y empresarios, además de organizar un buen número de atentados de falsa bandera, culpando a grupos izquierdistas de ser los responsables.
EE UU intervino en cada rincón de Europa. Por ejemplo, en 1972 Richard Nixon envía al general Vernon Walters a reunirse con Francisco Franco para hablar sobre el futuro de España y la transición a la democracia después de su muerte. Su interés consistía en desgastar al Partido Comunista de España (PCE), fortaleciendo a un PSOE que los servicios secretos estadounidenses pretendían controlar. Además, querían usar España como «portaaviones natural» hacia Oriente Medio.
Pero este imperio que EE UU empieza a diseñar en 1945 es transnacional. Respeta el territorio de las demás naciones, pero minando su soberanía. Para ello, empieza a tejer una red de instituciones supranacionales que sirvan a sus intereses. Así, funda la ONU en 1945, y mediante los acuerdos de Bretton Woods crea el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) en 1944. A su vez, designa el dólar como moneda de cambio internacional (lo cual es muy importante, porque permite a EEUU endeudarse casi infinitamente). Se ponen en marcha la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) en 1944, la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948, la OTAN en 1949, la UNESCO en 1945, etc. Al principio, estos organismos incorporan pocos países, pero paulatinamente se van uniendo más. Muchas de estas instituciones, a pesar de estar fundadas mediante declaraciones de intenciones filantrópicas, como ayudar al desarrollo y al entendimiento de los pueblos, en realidad se perfilaron como herramientas de control, de «poder blando», en las que rápidamente se empieza a dibujar una brecha norte-sur y una asimetría de poder, como por ejemplo los derechos de veto en la ONU por parte de las cinco grandes potencias nucleares. Por otro lado, los distintos organismos, aun cuando respetan el territorio nacional, van orientando la ideología del mundo según los intereses de los poderosos. Por ejemplo, la OTAN se crea, entre otras cosas, para involucrar a otros estados en el enorme gasto militar que supone el control mundial.
A la vez, mientras se están poniendo las bases de estas «instituciones visibles», se empieza a tejer otra red de poder, de diplomacia secreta o, si se prefiere, discreta. En 1954 nace el famoso Club Bilderberg –bajo el impulso de Josef Retinger–, en principio con la excusa de combatir el antiamericanismo que el Plan Marshall estaba causando en Europa. El objetivo del Club no es gobernar el planeta, sino formar un foro a muy alto nivel entre los dirigentes políticos y económicos del mundo occidental. Retinger también fue uno de los principales responsables del nacimiento de la Unión Europea, no como contrapoder a EE UU, sino como un mercado en el que pudieran expandirse las empresas estadounidenses.
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