Washington no solo se oponía a la creación del AIIB, sino que había presionado a sus aliados y simpatizantes para abstenerse de participar. Como es usual, todos habían obedecido.
Hace un par de semanas le señalamos la manera en la que el gobierno de Barack Obama, se había mostrado muy celoso con el de David Cameron, primer ministro de Reino Unido, por sus “constante entendimiento” con China. La inconformidad salió a la luz por la solicitud formal que ese país hizo a Beijing, de ingresar como“miembro fundador” del Banco de Inversión en Infraestructura Asiática (AIIB, por sus siglas en inglés). Esta institución financiera internacional –liderada por los chinos, pretende competir con el Banco Mundial (BM), y en particular, con el Banco de Desarrollo Asiático (BDA) –encabezado por Japón.
Washington no solo se oponía a la creación del AIIB, sino que había presionado a sus aliados y simpatizantes para abstenerse de participar. Como es usual, todos habían obedecido.
Pero todo cambió de manera súbita con la adhesión de Gran Bretaña. Y es que si el que se supone es el mayor amigo de los americanos tuvo el valor de desafiarlos, el efecto dominó era inevitable. Al día de hoy han decidido sumarse también Alemania, Italia y Francia, mientras que lo están “considerando” Australia, Corea del Sur y hasta el propio Japón. En total, se espera que sean más de 35 los afiliados para finales de mes, límite para ser considerado fundador.
Por si fuera poco, el Fondo Monetario Internacional (FMI) a través de su directora-gerente, Christine Lagarde, el fin de semana dijo sentirse “encantada” de cooperar con el AIIB. Se confirma pues lo que todos sabíamos: la política exterior de Obama es un desastre.
De hecho, la frustración americana ante el avance chino quedó de manifiesto la semana pasada cuando el secretario del Tesoro, Jack Lew, declaró ante legisladores que “nuevos jugadores están desafiando el liderazgo de Estados Unidos en el sistema multilateral”. Lew urgió al Congreso a aprobar ya la reforma pendiente al FMI que daría a los países emergentes un mayor poder de decisión, pero que preservaría el poder de veto estadounidense. El funcionario aseguró que ese retraso estaba provocando “que otros países incluyendo algunos de nuestros aliados, cuestionen nuestro compromiso con el FMI y otras instituciones multilaterales”. La credibilidad e influencia americana “están siendo amenazadas”, sentenció.
No por nada de última hora le informo que, según el Wall Street Journal (WSJ), ante la estampida de socios hacia los brazos de China, Washington dobló las manos. Al no quedarle de otra, no solo no se opone más al AIIB, sino que ahora está proponiendo que se asocie con el BM y el BDA para cofinanciar los proyectos. Según la publicación, su propósito es que el nuevo banco se dirija hacia los objetivos de las principales economías del mundo, y no se convierta en un instrumento de la política exterior de Beijing.
Por más que se quiera negar, la vieja potencia hegemónica que era Estados Unidos, ya no disfruta a cabalidad de su amplio poder e influencia indiscutible.
China no está dispuesta a esperar sentada a que Washington le ceda su liderazgo. Sin desafiarlo de frente ni de manera belicosa –todavía, hará lo que tenga que hacer para expandir su influencia. Beijing tiene los bolsillos llenos, devora el oro del mundo y sus planes para posicionar al yuan como una divisa de reserva, avanzan de manera consistente.
Las acciones hasta ahora mencionadas, se inscriben en la abierta política china de avanzar por un mundo “desamericanizado”, que hicieron pública en 2013.
Estados Unidos, por su parte, no está haciendo lo correcto para evitarlo. En cambio, es la capital del corrupto sistema monetario que vivimos. Su moneda, el dólar, está destinada a terminar enterrada en el mismo panteón de la historia en el que terminan todas las divisas fíat.
El pecado americano es haberse alejado de los valores y principios capitalistas de libre mercado que los ascendieron al poder, incluyendo por supuesto, el de la solidez monetaria que brinda el oro. El síntoma más reciente de su decadencia es el caso del AIIB, pero no es el único.
En Asia están tomando el relevo del liderazgo mundial de la mano del oro y del capitalismo, que los han llevado a convertirse en los grandes acreedores del mundo, mientras Occidente, es el gran deudor. Esta es una lección para aquellas naciones que, como México, aún sueñan con desarrollarse a pasos acelerados. El ejemplo a seguir está en Oriente, aunque no le guste al Tío Sam. FUENTE
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