El anuncio de la decisión de abandonar el Tratado INF ruso-estadounidense antes de la visita del asesor de la Casa Blanca John Bolton a Moscú cabe en la táctica empresarial preferida de Donald Trump: al presidente de EEUU le gusta elevar las apuestas para sacar ventajas en las negociaciones. Pero esta vez no es Rusia el objetivo de esta táctica.
"De qué el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance de 1987 no va a sobrevivir a mediano plazo, se habló mucho tanto en EEUU como en Rusia, aunque en los últimos años en EEUU se habló más de ello", reconoce el autor del artículo en el medio ruso Vzglyad, Piotr Akópov.
Al mismo tiempo, el analista considera prematuro temer una nueva carrera armamentista nuclear entre Rusia y EEUU dado que "el balance del poder en el mundo es diferente, así como los objetivos de los estadounidenses".
El pasado vs. el presente
El periodista propone comparar los objetivos de Washington detrás de la decisión de instalar misiles de medio alcance en Europa en los años setenta y ochenta con los de hoy.
En aquel entonces, "tenían un temor muy serio ante la URSS": no solo en el ámbito militar, sino también geopolítico.
Akópov argumenta que desde el punto de vista de Washington, la pérdida de la Guerra en Vietnam, el fortalecimiento de la URSS en África, la revolución islámica en Irán y la entrada del Ejército rojo en Afganistán, fueron acontecimientos que pusieron en peligro el proyecto globalizador estadounidense. En aquella situación, lo único que pudo hacer EEUU fue elevar las apuestas y aumentar la presión contra la URSS, y los misiles en Europa servían bien a esta causa.
Al coincidir con la perestroika de Mijaíl Gorbachov y el inicio de la distensión, se puede afirmar que "la estrategia funcionó", aunque el autor duda que sin la voluntad de la parte soviética los misiles en Europa "hubieran logrado algo para Washington".
"Y ahora, ¿alguien en EEUU teme a Rusia, o la considera como la mayor y más grave amenaza para su dominio y hasta su existencia? Claro que no. (…) Es verdad que a Washington no le gusta el regreso de Moscú a sus posiciones militares y geopolíticas, pero Rusia no es 'la amenaza de pesadilla' para EEUU", considera.
Así, toda la discusión alrededor del Tratado INF no tiene nada que ver con "defenderse de Rusia" o de "amenazar a Rusia". El sentido de esta retórica es otro, sostiene Akópov.
Washington teme perder su hegemonía global y busca prorrogar el 'momento unipolar' que de hecho ya se desvaneció, aunque todavía las élites norteamericanas no lo aceptan, argumenta el autor.
Así, lo que puede hacer EEUU ahora es garantizar su estatus de ser 'más fuerte que otros' para las venideras dos décadas.
Y probablemente Donald Trump lo entiende bien, y esto es también uno de los motivos de por qué le odian tanto los partidarios del proyecto globalizador, opina.
"A Trump no le interesa la globalización ni un Occidente unido bajo el liderazgo estadounidense. Quizá por entender el inevitable fracaso de este objetivo, quizá por su patriotismo sincero hacia Estados Unidos, Trump lo hace todo para fortalecer a EEUU y debilitar a sus rivales", explica Akópov.
Pero, ¿quiénes son estos rivales?
China y Europa: ambos son potencias económicas y fuertes competidores en la batalla por los mercados y los empleos. Washington preferiría debilitar a la competencia, así que le convendría una Unión Europea débil o hasta disuelta, y una China presionada por todos lados.
Los míticos misiles son una herramienta más para lograr este fin: "que los europeos se preocupen por su seguridad y que paguen a EEUU por desplegarlos en su territorio". Pero en la realidad nadie va a desplegar nuevos misiles en Europa, ni ahora, ni dentro de un año.
Con China, ocurre lo mismo: Trump jugará esta carta para tratar de sacar alguna ventaja para su país.
"A corto plazo, Estados Unidos es como el líder de una manada que ha perdido su estatus y que va descendiendo de su alta posición. Debe enseñar los dientes, gruñir y aullar en voz alta para que no lo desgarren demasiado temprano", concluye el autor.
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