Los ojos de las principales potencias mundiales están sobre Argelia, país clave por su posición estratégica en el Mediterráneo y África, por su riqueza en hidrocarburos y por el impacto que podría tener en el mundo árabe-musulmán la vía elegida para la superación de la crisis del sistema que rige el país desde su independencia, en 1962.
Prueba del vértigo que suscita el período prerevolucionario, como algunos lo califican, es la guerra psicológica que, a través de la información, avanza en paralelo a los hechos.
El pasado 9 de abril, el diario francés Le Figaro publicaba una noticia breve en la que se afirmaba que los servicios secretos rusos habían advertido a sus homólogos franceses de no injerir en los asuntos argelinos. La noticia fue recogida por periodistas considerados fiables, que incluso publicaron la supuesta respuesta francesa: "no tendremos en cuenta la advertencia; Argelia es demasiado importante para nosotros". Para algunos especialistas, como Alain Rodier, exmiembro de los servicios de inteligencia franceses, todo forma parte de una intoxicación.
Francia se veía así en el centro de una polémica que, si parece banal, demuestra la sensibilidad que la política de la antigua potencia colonial suscita en Argelia y más en estos momentos, cuando el país se juega su futuro. El nuevo hombre fuerte tras la destitución de Abdelazif Buteflika, el general Ahmed Gaid Salah, señaló a Francia sin nombrarla, en su primer discurso después de decretar una transición política basada en la aplicación del artículo 102 de la Constitución. Salah advirtió a quienes, "intentar desestabilizar Argelia", entre ellos, "un país extranjero con lazos históricos con Argelia".
Recurrir a la amenaza de la antigua potencia colonial ha sido siembre un subterfugio utilizado por el poder argelino, pero en la situación actual, la retórica nacionalista va más allá de las palabras. Medios argelinos han sido acusados por París de crear falsas informaciones sobre la situación interna, al tiempo que desde Argel se tomaba una decisión mediático-diplomática que va más allá del simbolismo.
El delegado-jefe de la agencia estatal de prensa francesa France Presse en la capital argelina era conminado a abandonar el país, tras habérsele rechazado la renovación de su permiso de estancia.
Coincidiendo con la decisión, en algunos medios argelinos se publicaban virulentos ataques personales contra el presidente de la agencia francesa y se denunciaba la labor de la AFP en la cobertura de la crisis en el país.
El Ministerio de Exteriores francés publicó un comunicado "sintiendo" la decisión tomada contra el periodista francés y subrayando su apego a la libertad de expresión y a la protección de los periodistas en todo el mundo.
Macron: "Ni injerencia, ni indiferencia"
Francia ha sido muy cauta desde el primer momento con los acontecimientos que vive Argelia desde el inicio de las protestas contra el poder, el 22 de febrero. París es consciente de que cualquier palabra puede ser interpretada como una injerencia o servir a agitar los viejos demonios de la relación histórica bilateral.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha limitado sus declaraciones sobre el asunto, pero se le recordará la frase, "Sin injerencia, pero sin indiferencia". Está claro que para Francia la situación en Argelia y la solución de la crisis tendrá una repercusión especial.
En territorio francés viven casi dos millones de ciudadanos argelinos o de origen argelino, desde antes y después de la guerra de independencia; el territorio es el principal destino de la juventud argelina que, desesperada por la falta de futuro en su país y la penuria de visados, se lanza al mar para llegar clandestinamente a las costas francesas. Es también el lugar preferido de los miembros de la nomenclatura argelina para hacerse con propiedades o disfrutar del sistema sanitario de la exmetrópoli.
En territorio francés viven casi dos millones de ciudadanos argelinos o de origen argelino, desde antes y después de la guerra de independencia; el territorio es el principal destino de la juventud argelina que, desesperada por la falta de futuro en su país y la penuria de visados, se lanza al mar para llegar clandestinamente a las costas francesas. Es también el lugar preferido de los miembros de la nomenclatura argelina para hacerse con propiedades o disfrutar del sistema sanitario de la exmetrópoli.
Francia no es sin embargo el socio principal de Argelia. China se ha convertido en el proveedor número uno y en uno de los principales actores de la construcción de las infraestructuras. Argelia sigue siendo el principal destinatario de la venta de armamento ruso, pero Moscú gana terreno también en otros apartados como la energía nuclear o incluso el trigo. Por su parte, las compañías petroleras norteamericanas siguen atentas al futuro desarrollo de la industria de hidrocarburos.
Terorrismo islamista: realidad y espantajo
Por encima del interés comercial, las potencias internacionales y regionales no pueden dejar de lado el aspecto geoestratégico. Argelia es uno de los baluartes de la lucha internacional contra el yihadismo, en colaboración concreta con Francia y otros países occidentales con intereses en África.
El inmenso territorio argelino necesita un control permanente de sus fronteras para impedir la infiltración de milicias islamistas, pero también se oyen voces que denuncian que, bajo la excusa de la amenaza terrorista, Argelia se ve rodeada de bases militares instaladas en los países limítrofes, en especial instalaciones militares norteamericanas.
El general Gaid Salah ha mencionado también la situación en Libia como una potencial amenaza para la estabilidad de su país. Opositores interpretan sus palabras como una velada amenaza a utilizar la guerra en el país vecino para imponer un estado de emergencia que clausurara la transición hacia la democracia.
Las potencias del Golfo no son ajenas tampoco al devenir de Argelia. Para el mundo árabe-musulmán, la salida a la situación que vive Argelia puede ser un ejemplo de transición a la democracia o, por el contrario, un contraejemplo de lo que las élites de esos países desearían ver en su propio territorio. Para los argelinos que se siguen manifestando en todas las ciudades del país, no hay modelos exteriores a seguir. La vía argelina hacia la democracia, la libertad y el cambio de régimen es el objetivo.
De momento, es el Ejército el que se hace cargo de la transición, ceñido a la vía que marca una Constitución tantas veces violada por el poder. La transición está, de momento, en manos de las mismas personas que han rodeado a Buteflika en los últimos 20 años. Pero en esa misma Constitución existen artículos que permitirían cambiar de rumbo si la presión popular hace necesario acelerar un proceso de cambio que no satisfará rápidamente, de todos modos, todas las exigencias enumeradas en la calle.
No se trata solo de aspirar a la autodisolución voluntaria de un sistema que dura casi 60 años, sino de tener en cuenta todas las dificultades, las trampas y la resistencia que la deseada "II República" argelina encontrará en el escenario regional e internacional.
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