Era cuestión de tiempo. El ISIS o Estado Islámico (grupo terrorista prohibido en numerosos países, entre ellos Rusia) ha resucitado en Asia. Esta organización terrorista ha asumido la responsabilidad de los devastadores atentados perpetrados en varios puntos de Sri Lanka que le quitaron la vida a más de 350 personas en el transcurso de un día.
Hace 18 meses, en esta misma tribuna de opinión, anunciábamos la última batalla perdida por el ISIS en territorio de Siria. El grupo armado yihadista sufrió entonces en Al Raqa una contundente derrota militar que ponía fin a su sangrienta expansión por varias naciones de Oriente Medio. Pero eso no significaba su extinción ni mucho menos.
Como preveíamos en octubre de 2017 y ahora hemos desgraciadamente constatado, la marca terrorista del Estado Islámico ha surgido en otro lugar del planeta. Sus líderes y adeptos se han enfocado en captar y adiestrar a grupúsculos musulmanes radicales que odian a muerte a occidentales y cristianos. El califato islámico que Abu Bakr Bagdadi creó entre Siria e Irak ya no existe, pero su influencia ideológica se mantiene fuerte y viva, pues ha convertido a Sri Lanka en centro de sus actividades.
El primer indicio de que el Estado Islámico estaba detrás de la masacre fue un comunicado del Gobierno de Sri Lanka, la antigua Ceilán próxima a las costas de la India. Las autoridades apuntaron casi de inmediato al grupo islamista local Nacional Thowheed Jamath (NTJ) y al Jammiyathul Millathu Ibrahim, y manifestaron que ambos habrían contado con el apoyo de elementos emplazados en el exterior.
"Hubo una red internacional sin la que estos ataques no podrían haber tenido éxito", admitió el ministro de Salud y portavoz gubernamental, Rajitha Senaratne.
Sin embargo, el primer ministro Ranil Wickremesinghe fue más circunspecto en una conferencia de prensa posterior. "Parece que ha habido implicación extranjera. Alguien pudo viajar al extranjero y regresar… Hasta ahora solo han sido interrogados ciudadanos de Sri Lanka", explicó lacónico. Wickremesinghe continuó: "El aparato de seguridad es de la opinión de que hay conexiones extranjeras, y hay evidencias que apuntan a eso".
Las autoridades también expresaron la idea de que el atentado podría ser un acto de venganza por la masacrede 50 musulmanes ocurrida en dos mezquitas de Nueva Zelanda a manos de un supremacista blanco.
La manera en la que se identificó al Nacional Thowheed Jamath fue bastante enrevesada. El primer ministro de Sri Lanka afirmó que algunos funcionarios habían recibido advertencias previas de esos planes asesinos, avisos que no fueron compartidos con los miembros del Gobierno. También dijo que sólo el presidente obtenía tales informes, aunque no está claro si lo hizo personalmente en esta ocasión.
Las palabras de Wickremesinghe son muy relevantes pues proceden de un primer ministro que estuvo en desacuerdo con el presidente Maithripala Sirisena durante gran parte del año pasado. Muchos analistas ya han llegado a la acertada conclusión de que este distanciamiento político ha tenido trágicas consecuencias, además de que ha socavado la credibilidad de los mensajes que se están difundiendo sobre todo lo sucedido.
Fallos de las agencias de Inteligencia
El atentado supone un fracaso colosal de las agencias de inteligencia locales pues todo apunta a que todos los terroristas eran musulmanes de Sri Lanka.
También ha surgido la información de que recibieron advertencias de los servicios secretos de la India sobre una posible amenaza terrorista contra iglesias, pero que no fueron tomadas demasiado en serio. Los servicios de inteligencia de esta paradisiaca isla asiática se habían forjado una buena reputación pues durante la cruenta guerra civil —que se prolongó entre 1983 y 2009 y dejó decenas de miles de muertos— habían logrado desbaratar varios atentados suicidas organizados por los rebeldes tamiles separatistas e incluso se habían infiltrado en su principal formación, los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE, por sus siglas en inglés).
Los atacantes eran al menos ocho personas y portaban explosivos en sus mochilas. Sus objetivos estaban milimétricamente claros y fijados de antemano.
Incluían tres hoteles de lujo (el Shangri-La, el Cinnamon Grand y el Kingsbury) en Colombo, y tres iglesias católicas: la de San Antonio, en la capital; la de San Sebastián, en Katana, al oeste; y la de Sion, en Batticaloa, en el este. En otras palabras, buscaban el mayor número de extranjeros y cristianos entre las víctimas mortales. En total, ocho explosiones perfectamente coordinadas, seis de estas se produjeron a la hora del desayuno en los establecimientos hoteleros y durante la celebración de la solemne misa del Domingo de Resurrección, una fiesta de primer orden para todos los cristianos.
En los últimos años, el Nacional Thowheed Jamath se había limitado a dañar estatuas budistas; su líder fue arrestado en 2018 por ofender los sentimientos religiosos. Después pidió perdón por ello. Ahora se ha sabido que hace unos años surgió una escisión de la organización bajo el liderazgo de
Zahran Hashim, un imam radical oriundo del este de Sri Lanka, donde abundan los musulmanes. Hashim es el único terrorista identificado gracias a una foto remitida por el ISIS. En ella se ve al comando vestido con túnicas negras. Todos, salvo Hashim, tienen la cara cubierta por los pañuelos que les sirven de turbantes, y posan detrás de la tristemente famosa bandera negra del Estado Islámico. Hashim ya había colgado en las redes sociales varios vídeos en lengua tamil —minoritaria frente a la mayoritaria cingalesa—, promoviendo el odio hacia las personas no musulmanas.
La foto de Hashim y sus secuaces formaba parte de la parafernalia propagandística del ISIS que quiso con ello fulminar todas las dudas que pudiera haber sobre su papel en los hechos. El comunicado de reivindicación subrayaba que el destino de la acción eran cristianos y "ciudadanos de los Estados de la coalición de cruzados".
Según el último censo disponible, el budismo es la religión mayoritaria en Sri Lanka: siete de cada diez habitantes de la isla lo practican (69%), frente al 12% hinduista, el 9,7% musulmán, y el 7,4% cristiano.
En los últimos años, el Nacional Thowheed Jamath se había limitado a dañar estatuas budistas; su líder fue arrestado en 2018 por ofender los sentimientos religiosos. Después pidió perdón por ello. Ahora se ha sabido que hace unos años surgió una escisión de la organización bajo el liderazgo de
Zahran Hashim, un imam radical oriundo del este de Sri Lanka, donde abundan los musulmanes. Hashim es el único terrorista identificado gracias a una foto remitida por el ISIS. En ella se ve al comando vestido con túnicas negras. Todos, salvo Hashim, tienen la cara cubierta por los pañuelos que les sirven de turbantes, y posan detrás de la tristemente famosa bandera negra del Estado Islámico. Hashim ya había colgado en las redes sociales varios vídeos en lengua tamil —minoritaria frente a la mayoritaria cingalesa—, promoviendo el odio hacia las personas no musulmanas.
La foto de Hashim y sus secuaces formaba parte de la parafernalia propagandística del ISIS que quiso con ello fulminar todas las dudas que pudiera haber sobre su papel en los hechos. El comunicado de reivindicación subrayaba que el destino de la acción eran cristianos y "ciudadanos de los Estados de la coalición de cruzados".
Según el último censo disponible, el budismo es la religión mayoritaria en Sri Lanka: siete de cada diez habitantes de la isla lo practican (69%), frente al 12% hinduista, el 9,7% musulmán, y el 7,4% cristiano.
He dicfrutado muchísimo con esta lectura! Muchas gracias por compartir!!
ResponderEliminar