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martes, 16 de octubre de 2018

Las represalias que baraja Arabia Saudí si se le castiga: petróleo, inversión y armamento

El Gobierno de Donald Trump se muestra reticente a hacer nada que dañe su buena relación con Riad, pero la presión crece en EEUU. Mientras tanto, la Casa de Saud saca pecho



La desaparición del periodista disidente saudí Jamal Khashoggi amenaza con crear una situación inmanejable para la Administración Trump. Mientras crecen las evidencias de que probablemente Kashoggi fue torturado y asesinado en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, también lo hace el clamor en Estados Unidos para que se determine con certeza lo sucedido y, en caso necesario, se castigue diplomáticamente a los saudíes. La policía turca ha sido autorizada a examinar el interior de la legación diplomática, donde las autoridades turcas creen que un equipo de 15 hombres llegado expresamente del extranjero horas antes interrogó y posteriormente descuartizó a Kashoggi, cuyo cadáver troceado habrían sacado posteriormente en valijas diplomáticas.

Según el Washington Post, los investigadores turcos estarían en posesión deaudios que demuestran la tortura y el asesinato, pero no pueden hacerlos públicos para no tener que admitir que sus servicios de inteligencia mantenían un sistema de escucha en la Embajada saudí, algo prohibido por la Convención de Viena. Además, la comunidad de inteligencia estadounidense cree altamente probable que el inductor del crimen haya sido el propio príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salman, quien ya había intentado atraer a Khashoggi, autoexiliado en EEUU, de regreso a Arabia Saudí.

A medida que se hacen públicas estas revelaciones, congresistas y periodistas de relevancia en EEUU aumentan la presión al Gobierno para que tome medidas al respecto. El presidente Trump prometió “un serio castigo” hace varios días si se confirmaba la tesis del asesinato en el interior del consulado. No obstante, se resistió a cancelar los contratos de venta de armamento con el país, tal y como sugieren algunos políticos estadounidenses. Por su parte, los gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania han exigido una investigación en profundidad de lo sucedido, pero se mantienen a la espera de ver qué hace finalmente EEUU.

“Acabo de hablar con el rey de Arabia Saudí, que niega cualquier conocimiento de lo que pueda haberle pasado 'a nuestro ciudadano saudí'. Ha dicho que están trabajando estrechamente con Turquía para encontrar una respuesta. Voy a enviar inmediatamente a nuestro Secretario de Estado [Mike Pompeo] para encontrarse con el rey”, ha tuiteado hoy Trump.


Lo que Trump trata de evitar al mandar a Pompeo a Arabia Saudí es una crisis de grandes proporciones entre ambos países. Existe un consenso bipartidista en Washington respecto a la necesidad de hacer algo contundente -comoimponer sanciones contra altos funcionarios saudíes o suspender el suministro de armas para la guerra en Yemen- si queda probada la responsabilidad del reino en el caso. “Si se demuestra que es cierto, va a haber una respuesta del Congreso. Va a ser casi unánime, va a ser rápida, y va a llegar bastante lejos”, afirmó este fin de semana el senador republicano Marco Rubio. Numerosas firmas internacionales se han apeado ya de la llamada Iniciativa de Inversión Futura, un foro financiero que tendrá lugar en Riad el próximo 23 de octubre, por genuino rechazo a lo sucedido o por temor a la mala publicidad.

Donald Trump alardea de las ventas de armas a Arabia Saudí con el príncipe heredero Mohamed Bin Salman en la Casa Blanca, el 20 de marzo de 2018. (Reuters)

El petróleo, la gran baza

Pero los saudíes, que niegan toda implicación en la desaparición de Khashoggi, están dispuestos a contraatacar económica y diplomáticamente. Ayer, el reino emitió un comunicado en el que “rechaza totalmente cualquier amenaza y los intentos de minarlo, tanto amenazando con imponer sanciones y presiones económicas o repitiendo falsas acusaciones”, añadiendo que “si es objeto de cualquier acción, responderá con otra acción todavía mayor”.

De acuerdo con un artículo publicado en la web de la televisión de financiación saudí Al Arabiya, los responsables saudíes barajan una batería de más de treinta medidas potenciales a adoptar en caso de que EEUU y otros países decidan imponer sanciones contra el reino. El artículo viene firmado por Turki Aldakhil, director de la cadena y un confidente cercano de Bin Salman, por lo que no puede ser tomado a la ligera. Entre otras, menciona la interrupción de la cooperación en materia antiterrorista y de inteligencia con los países occidentales, el cierre del mercado saudí a los productos de esos estados, o permitir la instalación de una base militar rusa en la localidad saudí de Tabuk, al noroeste del país.

Pero algunas de las represalias que señala tendrían un impacto mucho mayor, relacionadas directamente con la economía de EEUU y del resto del mundo: Aldakhil señala que Arabia Saudí “rompería su compromiso de producir 7,5 millones de barriles [de crudo]. Si la subida del precio del petróleo a 80 dólares ya irritó al presidente Trump, nadie debería descartar que el precio salte a los 100 dólares, o a los 200, o incluso al doble de esa cifra”. También apunta a que el barril de petróleo podría venderse en una divisa diferente al dólar, “tal vez el yuan chino”, una medida que sería enormemente perjudicial para las arcas estadounidenses, y que podrían cortarse las inversiones saudíes en EEUU, que, asegura el articulista, suponen hoy unos 800.000 millones de dólares.

Del mismo modo,Aldakhil insiste en que su país podría dejar de comprar armas a EEUU. “Riad es el cliente más importante de las compañías estadounidenses, dado que Arabia Saudí compra el 10 por ciento de las armas totales que producen esas empresas”. Un argumento probablemente destinado al presidente estadounidense, quien la semana pasada se expresó en términos similares. “Sé que [algunos senadores] están hablando sobre diferentes tipos de sanciones, que [los saudíes] van a gastar 110.000 millones de dólares en equipación militar y en cosas que crean empleo. No me gusta la idea de detener cantidades masivas de dinero que están llegando a nuestro país”, indicó Trump este jueves. “Estaríamos castigándonos a nosotros mismos”, afirmó.

No obstante, algunos expertos han cuestionado el alcance de las adquisiciones saudíes. Ya en junio de 2016, analistas como Bruce Riedel, de la Institución Brookings, cuestionaron la cifra de los 110.000 millones de dólares, indicando que la cantidad real es de alrededor 28.000 millones, y que se traduce en apenas unos pocos miles de empleos estadounidenses. Jonathan D. Caverley, profesor asociado del Colegio de Guerra Naval de EEUU e investigador del MIT, asegura que “pese a los recientes incrementos, los pedidos saudíes de armas siguen siendo una pequeña y manejable porción de las exportaciones estadounidenses”.

En un artículo de opinión en el New York Times, Caverley asegura que “puede parecer un montón, pero EEUU exporta solamente del 25 al 30 por ciento de su producción en la industria de defensa, así que las exportaciones a Arabia Saudí claramente siguen siendo una tajada relativamente pequeña del enorme pastel de la industria de la defensa”, por lo que un boicot al país apenas tendría efectos para Estados Unidos. Arabia Saudí es el segundo importador mundial de armas, pero solo el 61% de ellas son de origen estadounidense, normalmente las más sofisticadas. Y aunque Trump ha hablado de la necesidad de impedir que “Rusia y China se queden con ese dinero”, Caverley lo considera altamente improbable: el mantenimiento y la formación en el uso de los sistemas de armamento de última generación es operado también por estadounidenses, y encontrar un reemplazo sería muy difícil incluso a largo plazo.

Trump cree a los saudíes

Trump, en todo caso, ha dado hoy una rueda de prensa de 20 minutos en la que ha descrito su conversación con el rey Salman. “Parecía que él, y también el príncipe heredero, no tenían conocimiento [de los hechos]. No quiero pensar por ellos, pero me ha sonado como que podrían haber sido asesinos que iban por libre. ¿Quién sabe? Vamos a intentar llegar al fondo de esto muy pronto, pero lo han negado de plano”, ha asegurado, aparentemente dando credibilidad a la versión saudí.

En la reticencia de la Administración Trump a ir más lejos contra Arabia Saudí pesa también la excelente relación personal del yerno y asesor especial del presidente, Jared Kushner, con el príncipe heredero Bin Salman. Ambos, jóvenes y poderosos, parecen hermanados en su intento de rediseñar el mapa de Oriente Medio, y la Casa Blanca ha adoptado la postura radicalmente anti-iraní de Riad y otras capitales del Golfo. A cambio, Kushner esperaba poder asegurarse el respaldo saudí en sus planes para forzar una negociación definitiva en el conflicto palestino-ísraelí.

Es legendaria, demás, la falta de tolerancia saudí hacia la crítica. Hace unos meses, después de que la ministra de Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, expresase en un tuit “la preocupación” por la detención de activistas feministas pacíficas saudíes, Riad reaccionó expulsando al embajador canadiense, cancelando los vuelos a varias ciudades de Canadá, ordenando el regreso de los estudiantes saudíes en el país norteamericano y la venta de todos los bonos y acciones canadienses. Cuando en 2015 la ministra de Exteriores sueca Margot Wallstrom realizó críticas similares, Arabia Saudí organizó una campaña de presión regional que incluía la no expedición o renovación de visados a ningún ciudadano de Suecia, la protesta en bloque de la Liga Árabe y las amenazas de cancelación de numerosas inversiones suecas en el reino.

En ese sentido, la Casa de Saud parece dispuesto a sacar aún más pecho que de constumbre, consciente del nulo apetito de confrontación que reina en la Casa Blanca. “La verdad es que si Washington impone sanciones contra Riad apuñalará de muerte su propia economía, aunque piense que sólo apuñala a Riad”, escribe Aldakhil. Pero está por ver si las bravuconadas saudíes surten efecto, o solo consiguen enardecer aún más a unos congresistas estadounidenses que creen que, esta vez, Arabia Saudí ha ido demasiado lejos.

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