La oenegé Proyecto sobre Supervisión del Gobierno (POGO, por su acrónimo en inglés) informó en 2018 que estos aparatos tienen unas 966 deficiencias: 111 de categoría I que “pueden causar la muerte, lesiones graves, pérdida o daños importantes” y el resto, de categoría II, que “podrían impedir o restringir el cumplimiento exitoso de la misión”.
Entre sus principales fallos se puede nombrar:
-Derrame de combustible y peligro de incendio
-Ángulo del radar frontal que limita las misiones en el mar
-Privación de oxígeno en cabina hasta provocar sinusitis
-Frío extremo que hace abortar las misiones
Pero el problema más grave es que pierde invisibilidad a una velocidad supersónica. Si hay un elemento sobre el que todo gira en el F-35 es la invisibilidad. EE.UU. presume de que la huella de su avión de quinta generación es mínima si la comparamos con el resto de aeronaves que patrullan los cielos del mundo.
No obstante, el fabricante de radares alemán Hensoldt siguió en vuelo a dos de esos “sigilosos” aparatos durante 150 kilómetros a finales de abril del año pasado.
Además, un israelí F-35, de la compañía estadounidense Lockheed Martin, fue detectado en julio de 2018 en un rastreador de vuelos de acceso público en la web.
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