El ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, sostuvo el lunes una conversación con el secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken, sobre los acontecimientos en Afganistán, donde el grupo armado Talibán ha tomado el poder, en momentos en que las fuerzas de Estados Unidos estaban abandonando el país centroasiático tras permanecer allí dos décadas bajo el pretexto de luchar contra el terrorismo.
En el diálogo telefónico, Wang aseveró que los hechos en curso en Afganistán demuestran que un “modelo extranjero” no puede aplicarse arbitrariamente a un país con diferentes condiciones culturales e históricas.
“Usar la fuerza y los medios militares para resolver los problemas simplemente agravarán la situación. Tales lecciones merecen una seria reflexión”, remarcó el canciller chino a Blinken.
Con todo, el jefe de la Diplomacia china expresó la disposición de Pekín de comunicarse con Washington para ayudar a evitar una “nueva guerra civil” o un “desastre humanitario” en Afganistán, después del “grave impacto negativo” que ha provocado la “apresurada retirada” de las tropas estadounidenses.
No obstante, puso de relieve que EE.UU. no puede, por un lado, buscar activamente contener y reprimir a la República Popular China y dañar sus derechos e intereses legítimos, y “por otro, esperar la cooperación de China”.
Talibán, que gobernó en Afganistán desde 1996 hasta 2001, se ha hecho con el control de todo el país, luego de tomar el domingo Kabul, la capital, sin ninguna resistencia por parte de fuerzas gubernamentales y luego de que el presidente Ashraf Qani huyera del país.
El avance de Talibán, en paralelo con la retirada de las fuerzas de EE.UU. de Afganistán, para algunos observadores no es mera coincidencia. De hecho, algunos expertos ya habían advertido de la posibilidad de que los talibanes puedan regresar al poder, con la ayuda encubierta de Washington, y exponiendo así a la nación afgana ante un gran peligro.
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