Unos soldados, con máscaras de seguridad, inspeccionan un contenedor en Tianjin
Más allá de su devastación material, continúa agrandándose la onda expansiva psicológica de las gigantescas explosiones que sacudieron el miércoles por la noche al puerto de Tianjin, uno de los más importantes de China y enclavado a unos 140 kilómetros de la capital china.
Mientras el número de fallecidos se elevaba este domingo a 112, casi el doble que el día anterior, el riesgo de una nube tóxica obligaba a las autoridades a evacuar tres kilómetros alrededor de la zona afectada. El motivo es que, entre los escombros que dejaron las explosiones, los equipos de investigación hallaron cianuro de sodio, una sustancia química que puede ser rápidamente mortal si se inhala. Tal descubrimiento forzó la marcha apresurada de un grupo de damnificados que se había refugiado en una escuela tras quedar sus casas destrozadas. Protegiéndose los rostros con máscaras y el resto del cuerpo con camisas y pantalones de manga larga, tuvieron que salir a la carrera de dicho colegio cuando cambió el viento y, en lugar de soplar hacia el mar, viró su dirección hacia el interior.
Tal y como habían informado algunos medios chinos, el cianuro de sodio, que se emplea en manufacturas químicas, fumigaciones y en la industria minera para extraer oro y plata, se hallaba «posiblemente» en el almacén de la compañía logística Ruihai, donde empezó el incendio que provocó las explosiones en el puerto. Debido a las diferencias entre los libros de registros y los de las aduanas, las autoridades sospechan que esta empresa tenía mercancías peligrosas no declaradas. Con el fin de aclarar las causas del siniestro, la Policía ha detenido a sus responsables y el propio presidente de China, Xi Jinping, ha hecho un llamamiento público para llegar al fondo del asunto.
Falta de seguridad
El viernes, el autoritario régimen de Pekín reconoció que este gravísimo accidente ha revelado la falta de seguridad industrial en China y la laxa aplicación de las normas legales, así como la falta de práctica de los trabajadores y la escasa preparación de los equipos de emergencias para responder a la catástrofe, según informa la agencia estatal de noticias Xinhua.
Además de cianuro de sodio, en los depósitos de la empresa logística Ruihai se guardaban otras sustancias peligrosas como nitrato de potasio y sodio y carburo de calcio, que es altamente inflamable y reacciona como un explosivo muy potente al entrar en contacto con el agua. Según apuntan los primeros indicios, esa pudo ser la causa de las explosiones, ya que los bomberos rociaron con sus mangueras el almacén que ardía cuando un millar de sus efectivos acudieron a apagar el incendio.
Familiares de los bomberos muertos protestan por la falta de informaciónDe hecho, entre los fallecidos hay 21 bomberos que perecieron en las explosiones. Además, otros muchos bomberos y policías siguen desaparecidos, pero su número sigue siendo un misterio debido a la opacidad habitual del régimen a la hora de informar sobre este tipo de catástrofes. Indignados, un grupo de sus familiarestrataron de irrumpir el sábado en la rueda de prensa que los funcionarios locales estaban ofreciendo en un hotel para informar sobre la respuesta a esta catástrofe.
Tal y como pudo comprobar este corresponsal durante su desplazamiento a Teda, la zona industrial donde tuvieron lugar las explosiones, lo mismo ocurrió el jueves por la noche, cuando una mujeracosó a las puertas del hotel Sheraton a un alto mando del Ejércitopara pedirle explicaciones sobre el paradero de un familiar que trabajaba en el cuerpo de bomberos.
Aunque ya han pasado cuatro días desde la tragedia, el sábado siguieron declarándose incendios y registrándose explosiones por la presencia de sustancias inflamables entre las humeantes ruinas del puerto de Tianjin. Contribuyendo aún más a la imagen apocalíptica que ha dejado este accidente, un equipo del Ejército Popular de Liberación adiestrado contra la guerra química recorrió el sábado la «zona cero» de la catástrofe con sus setenta miembros pertrechados con máscaras y trajes especiales. Al cabo de un rato, uno de los reporteros que les acompañaba, perteneciente a un medio oficial de la propaganda, aseguraba sufrir irritaciones en los ojos, según informaban los medios chinos.
Un milagro
Afortunadamente, en medio de esta devastación todavía hay tiempo para los milagros. Después de que un joven bombero fuera rescatado con vida el viernes tras 32 horas bajo los escombros, el sábado fue salvado un hombre de mediana edad a unos 50 metros del epicentro de la explosión. Estable, pero con quemaduras en el aparato respiratorio, fue trasladado al Hospital Número 254 de Tianjin. Repartidos tanto por esta ciudad, enclavada a unos 40 minutos del puerto, como por la zona industrial de Teda, todavía hay ingresados 721 heridos, de los que 25 se encuentran en estado crítico y 33 graves.
Aunque las autoridades insisten en que no hay niveles anormales de contaminación ni en el aire ni en el agua, muchos vecinos de la zona yase están marchando por miedo a los efectos de una nube tóxica. Cuatro días después de las gigantescas explosiones que arrasaron el puerto de Tianjin, sus humeantes escombros siguen agrandando su onda expansiva.
El Gobierno promete reforzar la seguridad, pero sigue censurando
P. M. D.
Aunque el autoritario régimen de Pekín ha prometido una investigación exhaustiva de las explosiones de Tianjin y una revisión de las medidas de seguridad sobre las mercancías peligrosas, sigue censurando la información y aún no se sabe el número de desaparecidos, en su mayoría bomberos y policías que acudieron a sofocar el incendio en el almacén de la empresa logística Ruihai.
Utilizando seguramente las únicas palabras en inglés que se había aprendido para la ocasión, una policía de paisano gritaba el jueves a este corresponsal «No photo, no video!» a las puertas del Hospital de Teda, la zona industrial sacudida por la tragedia. Como suele ser habitual en estos casos, las autoridades identificaban y echaban a los periodistas extranjeros para que no entrevistaran a las víctimas ni tomaran imágenes. Además, grupos de matones descamisados amedrentaban e incluso agredían a los reporteros, sobre todo a los cámaras de televisión. Aleccionados por la Policía, los médicos del hospital también se negaban a hablar con los corresponsales. Todo un signo de que en Tianjin hay algo que ocultar, como por ejemplo que algunas viviendas se hallaban a solo 500 metros de un almacén de mercancías peligrosas, cuando la ley china establece un límite de un kilómetro, o que sus vecinos desconocían su existencia.
Por todas estas víctimas, y por los 6.000 evacuados de sus casas, el Papa Francisco rezó ayer durante el Ángelus en la plaza de San Pedro de Roma con motivo de la festividad de la Asunción de la Virgen María.
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