(OroyFinanzas.com) – Jim Rickards ha sido invitado en dos ocasiones a participar en simulacros de juegos de guerra finanacieras internacionales patrocinados por el Pentágono, sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos. A diferencia de las guerras convencionales, en estos juegos de guerra de divisas, las armas disponibles son todos los instrumentos financieros disponibles, como acciones, bonos, divisas, materias primas, derivados y cualquier otro utensilio similar que sirva para hundir al enemigo.
Primer simulacro de juegos de guerra financiera en 2011 con Jim Rickards
La primera experiencia de Rickards con los juegos de guerra esta detallada en su obra Currency Wars, publicado en 2011. Ahí narra cómo en 2009, en un establecimiento de alto secreto a unas 20 millas de Washington, seis equipos divididos en los EE.UU., China, Rusia, Europa, Asia, y los bancos y fondos de cobertura (Hedge Funds) se enfrentaron a lo largo de dos días. Entre los concursantes y participantes, fueron alrededor de 100 personas las que estuvieron involucradas. Militares, funcionarios de defensa civil, observadores del Tesoro y de la Reserva Federal, CIA y otras agencias gubernamentales, así como los think tanks, universidades y profesionales financieros eran los perfiles de los jugadores. En esta primera ocasión, la crisis planteada giraba en torno a Rusia, China, el oro y la destrucción del dólar, aderezado con otros acontecimientos geopolíticos, incluyendo el colapso de Corea del Norte y una amenaza de invasión china de Taiwán.
Segundo simulacro de juegos de guerra financiera en 2011 con Jim Rickards
El pasado 8 de mayo –coincidiendo con el 70 aniversario del triunfo aliado en la II Guerra Mundial-, Rickards volvió a ser invitado a participar en una nueva edición de estos juegos de guerra. En esta ocasión, el escenario estaba más definido, limitándose a unaconfrontación entre China y los EE.UU. por disputas de jurisdicción en el Mar del Sur de China.
El Mar del Sur de China podría ser el escenario de confrontaciones
El Mar del Sur de China se cree rico en reservas de petróleo y gas natural, sin menospreciar los derechos de pesca y otros recursos naturales albergados. China, Taiwán, Filipinas, Malasia, Vietnam y Brunei son las 6 naciones que mantienen reclamaciones en la zona. Estas reclamaciones nacionales se superponen unas con otras y constituyen el caldo de cultivo necesario para elevar el tono de las disputas y desembocar en una posible guerra abierta. De hecho, en la actualidad se están utilizando los arrecifes, buques hundidos y vertederos para construir islas artificiales, para ser pobladas con bases y guarniciones militares.
Los EE.UU. tienen obligaciones y tratados firmados con dos de estas 6 naciones -Filipinas y Taiwán-, lo que podría dar lugar a la involucración de los EE.UU. en un conflicto y enfrentarle con el devenir de los acontecimientos en una disputa directa con China. Y debido a la volatilidad de lo zona, cualquier acción –como una colisión en el mar- podría ser el detonador de una situación que, de seguir una escalada ascendente, podría se el comienzo de la III Guerra Mundial.
Volviendo con esta segunda experiencia de Rickards con los juegos de guerra, en esta ocasión “nuestro papel no debía contemplar el uso de portaaviones, submarinos o misiles. Estábamos allí para considerar el uso de armas financieras tales como la interrupción de los sistemas de pago, los ciber-ataques a los bancos y las bolsas de valores y las sanciones comerciales que podrían cortar las cadenas de suministro y aplicar embargos a las importaciones de energía”
Uno de los principales temas de debate fueron las sanciones relacionadas con el acceso a la Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication (Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales), conocido como SWIFT. Esta entidad no es un banco o institución financiera sino más bien actúa como un proveedor de servicios de Internet que facilita la comunicación entre sus miembros. SWIFT cuenta con más de 10.500 bancos y gestores de activos integrados en su red y realiza más de 5 mil millones de apuntes cada año por valor de billones de dólares, recogiendo los pagos que un miembro realiza a otro. El SWIFT es, literalmente, el suministro de oxígeno que mantiene el sistema financiero mundial con vida. Así que no es de extrañar que algunos países ya estén trabajando en un sistema paralelo para asegurarse no padecer esta sanción por desconexión.China lanzará su versión conocida como CIPS en septiembre u octubre de este año y Rusia ya dispone de una versión doméstica que incluye a 91 instituciones financieras y no olvida que, recientemente, el Senado de Estados Unidos ha pedido la aplicación de sanciones relacionadas con SWIFT contra Rusia. Una línea roja que Moscú consideraría como un acto de guerra.
Desconexión de Irán de la red SWIFT
El país que sí ha padecido los efectos de la desconexión de la red SWIFT ha sido Irán. En 2012, los EE.UU. y sus aliados lograron expulsar a los bancos iraníes fuera del sistema SWIFT. Una medida extremadamente perjudicial para la economía persa que padecióhiperinflación, restricciones bancarias, inestabilidad y malestar social, hasta que el presidente Obama alivió las sanciones a finales de 2013. Desde entonces, ambos países han ido acercando posturas hasta firmar, esta misma semana, un acuerdo sobre el programa nuclear iraní, que implica el levantamiento de las sanciones.
De estos últimos juegos de guerra, Rickards aprendió dos lecciones. “La primera es que cuando las naciones se involucran en una guerra financiera, los inversores individuales son daños colaterales”. Si China, por ejemplo, trata de atacar a los EE.UU. afectando la Bolsa de Valores de Nueva York, serán decenas de millones de estadounidenses los primeros en sufrir una pérdida inmediata de su riqueza, con el desplome de los precios y sus cuentas intervenidas. “La segunda lección es que las futuras guerras se librarán en el ciber-espacio utilizando la tecnología digital aplicada a los sistemas de pago, tales como SWIFT, FedWire, MasterCard, Visa o el sistema TARGET2 de Europa”.
Y es el propio Rickards quien proporciona una solución a ambas situaciones. “Poseer algunos activos físicos –como el oro y plata, terrenos, edificios, obras de arte, sellos raros- que no puedan ser atacados de forma digital ni queden congelados con una interrupción de los sistemas de pago”. Y según el propio autor dice, existe la evidencia de que “plutócratas rusos y chinos ya se están moviendo en esta dirección”, comprando de pinturas de Picasso o propiedades de alta gama “en Sydney, Londres y Vancouver.”
Fuente: Dariemtimes
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