Por internet circula una versión que asegura que el nombre de la marca de telefonía celular BlackBerry, que inauguró una nueva era de los 'smartphones', es un eufemismo que proviene de la manera en que los blancos sureños llamaban a la bola de hierro puesta en los pies de los esclavos para evitar que se escaparan a través de los campos de algodón.
Una metáfora bastante realista (y apuesto que nada casual) que nos sirve para interpretar la relación que existe entre nosotros y los teléfonos inteligentes.
Entrevistamos en exclusiva para Sputnik a Jacqueline Montes, quien es experta en comunicación política y opinión pública y actualmente se desempeña como responsable de investigación y comunicación estratégica de una importante agencia venezolana de inteligencia.
Escucha paciente el planteamiento, mientras sus ojos van desarrollando los teoremas necesarios para despejar cualquier incógnita. Decide mostrarnos la dimensión de lo que pretendemos desentrañar:
"Del Homo Sapiens, al Homo Videns de Sartori, o al Homo Digitalis de otros autores, ciertamente estamos frente a una sociedad expuesta o inmersa en un océano de datos como nunca antes. A los 70.000 pensamientos que se estima que un ser humano tiene al día, hoy hay que sumarle no solo los impactos televisivos, radiales, anuncios a los que estábamos acostumbrados, sino al bombardeo permanente y en tiempo real que supone ser parte de un ecosistema digital en el que según el último informe de la empresa Domo, conocido como Data Never Sleeps 6.0 sobre el movimiento de data que se produce en internet en 2018, 4.333.560 personas ven videos en YouTube por minuto, al tiempo que 473.400 tuits son publicados, 12.986.111 mensajes de texto son enviados, por mencionar solo tres cosas que ocurren cada 60 segundos, y sin contar que se estima que para el 2020 en el planeta producirá 1,7MB de datos por segundo", apunta Montes.
Queda claro que el problema no es el acceso a la información, sino algo mucho más difícil de determinar. Tristan Harris, exempleado de Google, denunciaba que en un mundo con tal cantidad masiva de datos, las grandes compañías de tecnología entendieron pronto que solo existía una única cosa que valía la pena: nuestra atención.
Harris decidió elevarse como una voz crítica dentro de Silicon Valley para alertar sobre los peligros que encierra la dependencia de la sociedad actual en manos de las redes de tecnologías de información, pero sobre todo de sus más grandes y eficientes operadores: los teléfonos inteligentes. Asegura que las aplicaciones de teléfonos se encuentran diseñadas para 'secuestrar' la atención, pero además para modelar la conducta. El objetivo: mantener a la gente la mayor cantidad de tiempo atrapada en aplicaciones digitales. ¿Pero por qué razón?
La primera explicación que surge es que dichas compañías ganan dinero por mantenerte atado a sus aplicaciones digitales. Sin embargo, esta única idea no satisface del todo. Si tomamos en cuanto la omnipresencia y excesiva necesidad que tienen los teléfonos inteligentes en nuestra vida diaria, es posible pensar que estas grandes compañías tecnológicas, que forman parte de grupos de control social como Bilderberg, tengan un mejor plan para nuestra atención que solo hacer dinero con ella.
Secuestrar la atención
Montes se encuentra preparada para ahondar en las preocupaciones de un número cada vez más creciente de personas. Repasa sus notas y aplaza una que otra reunión para dedicarnos el mayor tiempo posible.
José Negrón Valera: ¿Hasta qué punto podemos decir que estamos siendo manipulados deliberadamente? ¿Está la tecnología modificando nuestras sociedad y a nosotros mismos como individuos sociales?
Jacqueline Montes: La primera baja en este mundo —donde los estímulos provenientes de los diferentes medios de comunicación y la tecnología son fuentes permanentes de distracción— es la atención. La focalización de la atención es la puerta de entrada al mundo interno del individuo, a su mente, a sus emociones, a sus sentimientos… a sus decisiones. Las compañías compiten cada vez de manera más agresiva por diseñar productos de todo tipo, mensajes, interfaces, aplicaciones móviles que nos enganchen. Lo grave de todo esto es que en esta batalla ellos son cada vez más eficientes, y nos vamos haciendo más adictos a las fuentes de satisfacción inmediata como las que aportan las interacciones de las populares redes sociales, al tiempo que pasamos más tiempo con la vista, la atención y nuestro cuerpo pegados a una (hasta varias) pantalla(s), situación que es incompatible con establecer al mismo tiempo contacto visual, físico o prestar nuestra atención a otro ser humano de nuestro entorno. También nos hacemos menos tolerantes a la frustración, demandamos más aceptación, somos más propensos a compararnos con otros y con ello a desarrollar pensamientos negativos, basados en realidades aparentes expuestas en entornos sociales virtuales.
J.N.V: ¿Piensa que los teléfonos inteligentes, aplicaciones digitales y tecnologías de información están sirviendo como mecanismo de control social?
J.M: Sí. En la medida que secuestran la atención de los seres humanos a través de una pantalla donde del otro lado existen unos sofisticados diseñadores de contenido, que establecen los 'marcos' con los que desean que se interprete la realidad, cualquier cosa es posible. En lo inmediato, el deterioro de la relaciones sociales producto del uso indiscriminado de los teléfonos inteligentes ya convierte al individuo en un ser más solitario, y por ende más débil, esto es una realidad desde que el hombre existe, en la antigüedad estar aislado del grupo te hacía más vulnerable a las condiciones del entorno.
Dirigir la atención (y la voluntad)
J.N.V: ¿Cree que la gente está más informada en la actualidad? Y si esto fuese así, ¿qué papel juega dicho acceso en la toma de decisiones políticas? Pienso en Brasil, por ejemplo, donde un candidato que hablaba abiertamente a favor de la discriminación y la violencia fue elegido con el voto de muchas personas que sufren de discriminación y violencia.
J.M: En una sociedad como la actual, donde a los tradicionales medios de comunicación se suman los nuevos medios digitales producto de la evolución de las TIC, y un grupo importante de personas tienen acceso a una abrumadora cantidad de datos, y también de información, es tentador pensar que la gente está más informada. No obstante, no necesariamente es un afirmación cierta. El acceso a información si bien puede en unos casos ampliar la capacidad del individuo para tomar mejores decisiones, eso va a depender del tipo de decisión en juego, como de la calidad de ciertos atributos de la información disponible, pero más aún de la forma como el individuo accede a ella, la procesa, la almacena, la rescata y de cómo es afectado por ella, en ese proceso interno que representa elegir un rumbo de acción. Es importantísimo para los empeñados en promover el pensamiento crítico y la libertad de pensamiento en el mundo actual, conocer, entender y concientizar sobre los mecanismos del pensamiento que participan en la toma de decisiones, los cuales están plagados de sesgos y más respuestas automáticas de las que creemos.
J.N.V: ¿Existe alguna posibilidad de protegerse de este bombardeo y sobre todo de los mecanismos de control?
J.M: Hablamos de manipulación cuando, mediante cualquier mecanismo de persuasión, se moviliza la voluntad de alguien para inducir en él un comportamiento, emociones o una respuesta deseada por el que manipula, sin participación del juicio crítico del manipulado. Quien dirige la operación de manipulación persigue el control de la voluntad del sujeto. Sin entrar a considerar el fin de la manipulación, la considero en lo personal como una perversión de los mecanismos de influencia.
El antídoto a la manipulación pasa por el desarrollo del pensamiento crítico, y tan importante como eso es la autoconsciencia sobre dónde focalizamos nuestra atención. La atención es la puerta de entrada a cualquier proceso de persuasión. El pensamiento crítico es un instrumento que nos permite discriminar la información que obtenemos por cualquier vía: nuestros sentidos, nuestras relaciones con otros individuos del entorno, o los medios de comunicación; nos permite clasificarla, filtrarla, compararla y finalmente decidir. También hacernos conscientes de los sesgos cognitivos a los que estamos expuestos puede permitirnos tomar decisiones más responsables.
El peligro que se aproxima
J.N.V: ¿Qué clase de sociedad están construyendo estas tecnologías de información? ¿Son legítimas las preocupaciones?
J.M: A finales de los años 60, el investigador iraní Albert Mehrabian determinó que el 93% de la información que nos permite interpretar el contenido del menaje de otra persona proviene de su lenguaje corporal y del tono que emplea, y solo el 7% de las palabras. Imagínate el impacto en la calidad de las relaciones sociales dentro de una sociedad cuyos individuos ya casi no se escuchan ni se miran a la cara. Para el establecimiento de lazos o vínculos personales y sociales, ya la psicología también había llegado a la conclusión de que la cercanía psicológica juega un papel en ocasiones más importante que la física, cosa que pienso también han aprovechado las compañías que, a través de las aplicaciones de contacto social, han impulsado un auge de relaciones cada vez más virtuales, sostenidas en una aparente proximidad psicológica que en la mayoría de los casos, y solo cuando pasan a la realidad a veces no soporta la prueba del contacto personal.
Una sociedad de seres solitarios, ampliamente conectados por redes tecnológicas. Nada mal para un argumento distópico. Despedí a Jacqueline Montes con unas palabras de un poeta francés que el filósofo Paul Virilio usa en su 'Estética de la Desaparición' para referirse al mundo que habitamos hoy. Al escucharlas, cerró los ojos un instante para meditarlas. Asintió en todo momento, como si lograra ver claramente la forma en que la tecnología modela nuestra existencia entera. "Así funciona", me dijo.
"Infinitas capas de ideas, imágenes y sentimientos cayeron sucesivamente sobre vuestro cerebro, tan dulcemente como la luz. Pareció que cada una sepultaba la anterior pero, en realidad, ninguna había desaparecido". Baudelaire
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