Se avecinan las elecciones presidenciales en Estados Unidos y, como en elecciones anteriores, se disputan la Casa Blanca el Partido Republicano y el Partido Demócrata.
Donald Trump es el candidato por el Partido Republicano y la ex Secretaria de Estado Hillary Clinton, esposa de William Clinton, que fue presidente de Estados Unidos entre 1993 – 2001, es la candidata por el Partido Demócrata.
Tradicionalmente, los republicanos han sido más conservadores y más agresivos en su política exterior que los demócratas, como en los casos de los gobiernos de George Bush padre y George W. Bush hijo, que desataron la llamada Guerra del Golfo y las invasiones y guerras contra Afganistán e Irak, respectivamente, con su saldo de millones de muertos en estos países.
Sin embargo, en esta ocasión es al revés: Hillary Clinton no es paloma sino halcón; mientras que Donald Trump propone políticas que deben haber puesto los pelos de punta a los círculos guerreristas y de dominación económica (las trasnacionales). Veamos brevemente:
Hillary Clinton tiene las manos manchadas de sangre: como Secretaria de Estado apoyó el plan del Pentágono de enviar 40,000 militares más a Afganistán (10,000 más de los que quería enviar Obama); también es co-responsable de la invasión yankee y de la OTAN a Libia (en 2011), con el derrocamiento de Gaddafi de por medio y del apoyo a los llamados “rebeldes libios”. Donald Trump no, pues nunca ha formado parte de los círculos gobernantes; critica a la Clinton por su política de provocar cambios de regímenes en los países de Oriente Medio cuando fue Secretaria de Estado (2009 – 2013).
Hillary Clinton está implicada en la creación de grupos terroristas y genocidas como el Estado Islámico. En cambio, Donald Trump se declara enemigo de estos grupos y acusa a Hillary Clinton de tener responsabilidad en su creación.
Hillary Clinton, de llegar a la Casa Blanca, proseguirá la política imperialista de Obama tendiente al derrocamiento de Bashar Al-Asad en Siria; incluso promete ir más lejos: imponer (con la OTAN) una zona de exclusión aérea en ese país para contrarrestar a Rusia (violando, por tanto la soberanía de Siria), cuyas consecuencias serían la muerte de miles de sirios y hasta de una posible guerra con Rusia. Donald Trump, en cambio, propone la retirada de las fuerzas militares de EE.UU., e, incluso, colaborar con Siria, Rusia e Irán en el combate al Estado Islámico y a otros grupos terroristas.
Hillary Clinton, de llegar a la Casa Blanca, impulsará la ratificación de los tratados multilaterales de libre comercio e inversiones entre Estados Unidos y otros países, entre ellos del Tratado Trans-Pacífico de Asociación Económica (Trans-Pacific Partnership o TPP), que se ha negociado en secreto, que ha sido calificado de “Tratado de la Muerte” y contra el que se han hecho multitudinarias marchas en Chile, Perú y otros países (la próxima será este 12 de octubre). En cambio, Donald Trump promete que, de llegar a la Casa Blanca, no ratificará ninguno de esos tratados y retirará a su país de los acuerdos de libre comercio porque generarían más desempleo y destrucción de la industria norteamericana, como ha ocurrido con el tratado que EE.UU. tiene con México y Canadá (TLCAN o NAFTA); en vez de ello, propone concentrar sus esfuerzos en el re-impulso a la industria de su país y a la generación de empleo, para que Estados Unidos vuelva a ser una potencia industrial.
Como se ve, estos y otros planteamientos convierten a Donald Trump en una especie de candidato anti sistema en el mismísimo seno del Partido Republicano, cosa que ocurre por primera vez. Eso explica la desesperada búsqueda y difusión pública de antecedentes negativos en Trump, por parte de los círculos militares y dominantes, para disuadir a los electores a votar por él. Indudablemente, Hillary Clinton es la que representa fielmente en este momento a esos círculos y la garantía del sistema; por eso tiene el apoyo de los medios masivos de comunicación estadounidenses y de otros países capitalistas. Por eso, también, los gobiernos neo-liberales (como el del Perú), que forman parte del sistema de dominación mundial de las transnacionales y están a favor de los TLC, están en contra de Trump.
Por eso, si a pesar de la campaña en su contra, Trump llega a ganar las elecciones, no sería extraño que los grupos de poder en Estados Unidos organicen un plan para eliminarlo; podría amanecer muerto y decirse que sufrió un ataque cardíaco; o, aprovechando que ya va atacando públicamente varias veces al Estado Islámico, hacer aparecer un atentado terrorista del que sería responsable un supuesto comando de aniquilamiento de esa organización. Sin embargo, para evitar tomar estas drásticas y complicadas alternativas, es posible que triunfen los intentos dentro del Partido Republicano para deshacerse de su candidatura, obligándolo a renunciar, o aplicándole alguna cláusula de los estatutos partidarios, aduciendo impedimento o incapacidad moral.
No se deje engañar por lo que dicen los medios masivos de comunicación. Para conocer sin deformaciones los planteamientos políticos de Trump y las acusaciones a Obama y Clinton, mire de principio a fin el vídeo adjunto, que contiene gran parte de su discurso cuando aceptó la nominación a la presidencia, en la Convención del Partido Republicano, el 21 de julio del año en curso. Fue colgado en YouTube el 1 de agosto por Despierta, con el título de “Discurso anti-Illuminati de Donald Trump”.
Escrito por Wilder A. Sánchez Sánchez
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