Más allá de la bronca pública entre Trump y Macron o de los canales utilizados, sería bueno analizar las cuestiones fundamentales que subyacen tras la idea de crear un Ejército europeo y por qué ello ha generado malestar en Estados Unidos.
Desastrosas consecuencias de la geopolítica americana
Un elemento clave para comprender la pretensión europea sería analizar las consecuencias, para Europa, de la política exterior norteamericana. El incendio de Oriente Próximo con los conflictos bélicos de Irak, Afganistán o Siria y la creación del Estado Islámico no solo ha propiciado el aumento del número de desplazados hasta unas cifras inéditas desde la II Guerra Mundial (más de 68 millones de desplazados), sino que difícilmente pueden desligarse de los fenómenos migratorios que han generado el repunte de la extrema derecha en los países más cercanos a los migrantes (Sur de Europa y Europa Oriental).
Siguiendo el mismo razonamiento, sin los movimientos migratorios generados en gran medida por los conflictos bélicos seguramente la crisis europea en cuanto a sus principios fundamentales y sentimentales (democracia y derechos humanos) podría no haber acaecido. Si Europa se tambalea hoy, ello se debe en gran medida a su inacción en las últimas dos décadas, aunque no se puede obviar la ausencia de un proyecto de unión profundo.
El enorme dispendio económico
A pesar de las exigencias de Donald Trump para conseguir que los países europeos gasten el 2% del PIB en una primera fase y el 4% del PIB como objetivo final (a día de hoy la media del gasto militar europeo se sitúa en el 1,5%,), lo cierto es que Europa gasta en Defensa mucho más dentro de la OTAN de lo que gastaría fuera de ella. Situémonos.
Según la AED (Agencia Europea para la Defensa), los ejércitos de Europa —sin contar Dinamarca, los Balcanes o Turquía— integran un total de 1.435.693 militares y generan un gasto total, según cifras del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), de 245.000 millones de dólares en 2017 (unos 217.000 millones de euros).
Si tenemos en cuenta que el Ejército ruso oscila, según diversas fuentes, entre 700.000 y 1.000.000 de efectivos (unos 270.000 profesionales más reservistas) y gasta, según el SIPRI, unas casi tres cuartas partes menos que los europeos (66.300 millones de dólares, unos 58.800 millones de euros al cambio de 13 de noviembre de 2018), las diferencias en cuanto a gasto y efectivos resultan difícilmente justificables cuando Rusia abarca un territorio tres veces superior a Europa y unas fronteras enormemente más complejas.
Por tanto, queda bastante en evidencia que el número de militares y el gasto en Europa, a pesar de las pretensiones de Donald Trump de duplicarlo o triplicarlo (especialmente, si tenemos en cuenta que Rusia ha reducido su presupuesto militar un 20%), se encuentra muy por encima de lo sensato.
Pero es que si analizamos los datos existentes podremos comprobar que los efectivos europeos son superiores al número de militares en Estados Unidos (en 2013, según David Coleman en History in Pieces, el Ejército de EE.UU. estaba compuesto por 1.370.329 militares sin contar reservistas y en 2017 el Banco Mundial rebajaba esa cifra a 1.348.000 militares). Lo que significa que los europeos tenían entonces unos 65.000 soldados más que los norteamericanos, escenario altamente incomprensible teniendo en cuenta la diferencia en cuanto a despliegue mundial y agresividad geopolítica entre unos y otros.
Ejércitos nacionales europeos como clientes de la industria militar norteamericana
La razón existencial tras la disparata estructura militar europea y su consecuente gasto no es otra que económica. Si analizados los ejércitos europeos de forma individualizada podremos concluir que resultan insuficientes en cuanto a efectivos para defender su propio territorio y, por supuesto, para acometer la invasión de cualquiera de sus vecinos, pero la suma de todos los componentes se dispara para beneficio, claro está, de la industria militar norteamericana. Por tanto, mientras los países europeos mantengan sus ejércitos nacionales carecerán de capacidad operativa a nivel geopolítico, pero sin embargo gastarán cantidades disparatadas. El escenario ideal para Estados Unidos.
Un Ejército europeo podría, gracias a la racionalización de esfuerzo y la eliminación de duplicidades, acometer una reducción de entreun 30% y un 50% de sus efectivos, conformando así un ejército de unos 700.000-1.000.000 de efectivos, y un recorte del gasto de 100.000 millones de euros. Incluso más (Rusia gasta poco más de 50.000 millones de euros). Este ejército estaría en disposición de defender mejor a Europa, de participar geopolíticamente en el mundo, al menos en el área de influencia europea, y reduciría, como hemos visto, el gasto militar, lo que perjudicaría enormemente a Estados Unidos.
Las consecuencias de la creación de un Ejército europeo
La independencia
Pero la creación del Ejército europeo supondría mucho más que una reducción del gasto y una racionalización de los efectivos y los recursos, supondría un paso decisivo hacia la independencia europea. De ahí que Emmanuel Macron hiciera acompañar su pretensión de un ejército comunitario con la expresión literal "soberanía europea". Pues aunque muchos europeos creen ser libres, lo cierto es que Europa es un protectorado norteamericano en el que ni siquiera la política interior queda completamente alejada de las garras norteamericanas. De lo contrario, hablar de soberanía no tendría ninguna lógica. Un ejército común proporcionaría a Europa la posibilidad real de ejecutar una política exterior y cambiar el mundo que le rodea por primera vez en ocho décadas, especialmente en sus áreas de proximidad: Rusia, Oriente Próximo y Magreb.
Cambio en el reparto de poder geopolítico
Por si ello no constituyera un golpe lo suficientemente severo para los norteamericanos, lo cierto es que la posición europea en cuanto a los conflictos que actualmente genera Norteamérica no ayudaría nada en absoluto a la presente expansión imperial y empresarial, pues lo único que puede emanar de Europa es un ejército para la paz. Un ejército que busque la pacificación en lugar de la confrontación, pues esa es la exigencia mayoritaria de los europeos, cuyas protestas a conflictos como Irak o Afganistán fueron manifiestas.
Esta tendencia a la concordia emana, seguramente, de los desastres del siglo pasado y puede verse con lucidez en el presente conflicto suscitado tras el desacuerdo de Estados Unidos con Irán. Incluso tras la escalada de tensión con Rusia se percibe un ánimo menor en los europeos que en los transatlánticos. De hecho, Europa como actor geopolítico singular e independiente tendería a restablecer las relaciones con Rusia, pacificar Oriente Próximo y desarrollar el Magreb, acciones que cambiarían por completo el tablero actual.
La desaparición de la OTAN
Sin duda, las posibilidades de supervivencia de la OTAN, a pesar de la resiliencia mostrada tras la caída del muro de Berlín, se verían seriamente afectadas por la creación de un Ejército europeo, especialmente si este se hace acompañar de una idea de soberanía, tal y como propuso el presidente francés y secunda la canciller alemana. Porque si actualmente la OTAN ya entra en conflicto con el marco de defensa común europeo, por redundante, su existencia, al menos tal y como la conocemos, carecería de sentido.
El enfado del presidente norteamericano es más que justificado
Si bien sus formas rara vez son las apropiadas, lo cierto es que el enfado de Donald Trump está más que justificado por cuanto la creación de un Ejército europeo acompañado de soberanía pone en peligro el dominio norteamericano y el reparto de poder en el tablero geopolítico. Hace bien en enfadarse, muy mal en hacerlo inadecuadamente, al igual que los europeos hacen bien en pretender soberanía, independencia y un ejército propio. Un Ejército europeo.
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