Tokio ha tomado medidas para socavar la economía de Seúl.
Japón y Corea del Sur, dos de los aliados más destacados de Estados Unidos en Asia, se encuentran inmersos en una guerra comercial que ralentiza la importación de materiales básicos para la industria tecnológica, informa el diario Los Angeles Times.
El 1 de julio, Tokio anunció la necesidad de obtener licencias para exportar a Corea del Sur poliamida fluorada, resina fotosensible y fluoruro de hidrógeno, unos materiales que se emplean en la elaboración de pantallas para dispositivos móviles y circuitos integrados.
Este cambio aún no afecta a las empresas surcoreanas que poseen reservas, pero incluso gigantes como Samsung y SK Hynix, que fabrican el 70 % de los chips DRAM y el 50 % de los NAND, empezarán a sentir las consecuencias dentro de uno o dos meses.
Dado que Japón elabora entre el 70 % y el 90 % de esos productos, la decisión de Tokio ha generado preocupación en Seúl. Así, el Instituto de Investigación Económica de Corea del Sur estima que una reducción del 30 % en los suministros reduciría su PIB en un 2,2 %, 35.000 millones de dólares.
"Es una vía verdaderamente peligrosa", porque cuando países como Japón empiezan a levantar barreras "podemos tener precios mayores y menos industrias viables en un país dado", comentó Phil Levy, economista principal la compañía de mediación aduanera y cargas Flexport.
Raíces del conflicto
El conflicto comenzó hace décadas. Entre 1910 y 1945, Japón ocupó la península coreana y obligó a millones de personas a trabajar para compañías niponas en muy malas condiciones. De hecho, la actual agravación de las relaciones entre Tokio y Seúl vino provocada por la decisión sobre los "esclavos laborales" que la Corte Suprema de Corea del Sur tomó el pasado otoño boreal.
Japón considera que este asunto quedó resuelto en 1965, cuando ambas partes normalizaron sus relaciones y firmaron un acuerdo que incluía entre 500 y 800 millones de dólares compensaciones a las víctimas por las atrocidades que cometieron los militares japoneses.
Por su parte, Corea del Sur indica que gran parte de esas compensaciones no llegaron a las personas damnificadas, sino que se invirtió en la industrialización del país.
Quejas y litigaciones
En octubre de 2018, ese tribunal apoyó las demandas de ciudadanos coreanos contra un grupo de compañías niponas por esa esclavitud laboral y permitió arrestar sus activos en Corea del Sur si rechazaban las compensaciones.
Las firmas japonesas, instruidas por el Gobierno de Shinzo Abe, se negaron a cumplir la decisión judicial —que obligaba a pagar 89.000 dólares a cada demandante— y la Justicia surcoreana congeló y ordenó la venta de títulos de las compañía Nippon Steel. Posteriormente, tomó decisiones semejantes con Mitsubishi Heavy Industries y otras empresas.
Tokio mantiene que las restricciones que introdujo sobre las exportaciones de materiales no tienen que ver con la historia, sino que se deben a la preocupación de que estas sustancias se puedan aplicar para que países como Corea del Norte o Irán las importen y desarrollen armas de destrucción masiva.
Por el momento, nada indica que la situación vaya a mejorar. Japón ya ha anunciado que expulsará a Corea del Sur de su lista de socios fiables y el pasado 12 de julio funcionarios de ambos países celebraron una reunión de casi seis horas en un ambiente gélido y plagado de discusiones.
Tokio no admite el vínculo entre las restricciones y la disputa histórica porque sería una violación de las normas de la Organización Mundial del Comercio. Seúl ya ha presentado una queja ante ese organismo, cuya consideración tomará al menos un año. ¿En qué estado se encontrará la industria de semiconductores de Corea del Sur para entonces?
Sin mediador
En el pasado, EE.UU. ejerció de mediador entre Corea del Sur y Japón y el entonces presidente norteamericano, Barack Obama, reconcilió a sus aliados asiáticos por última vez en 2015. Sin embargo, en esta ocasión no tiene prisa por intervenir.
Su subsecretario de Estado para Asia, David Stilwell, declaró a mediados de este mes que Washington no planea actuar como mediador y espera que Tokio y Seúl dialoguen para encontrar una salida positiva a la situación.
El presidente de EE.UU, Donald Trump expresó su esperanza en que esos países vecinos hagan las paces y aseguró que estaba dispuesto a intervenir si se lo pedían.
Hace pocos días, el asesor presidencial para la seguridad nacional, John Bolton, visitó Tokio y Seúl para discutir la formación de una fuerza multinacional que permita proteger la navegación en el estrecho de Ormuz y manifestó al ministro de Exteriores japonés, Taro Kono, que EE.UU. no intenta participar en la resolución de la disputa, sino que desea que ambas partes resuelvan sus conflictos por sí mismas.
Efectos secundarios
Este enfrentamiento no solo se desarrolla en el ámbito gubernamental, sino que también penetra en la sociedad. El 19 de julio, un hombre de 78 años se incendió en su coche frente a la Embajada de Japón en Seúl como medida de protesta: su suegro fue uno de esos esclavos.
Asimismo, en Corea del Sur ha comenzado un boicot a mercancías y productos japoneses, desde cerveza a ropa y hasta viajes a Japón.
Parecía que los militares mantenían relaciones normales cuando el Ministerio de Defensa surcoreano declaró su disposición a seguir cumpliendo con el acuerdo GSOMIA sobre el intercambio de datos de inteligencia, pero ahora ha dado a entender que lo abandonará si Japón expulsa a Corea del Sur de su lista de socios fiables.
Mientras tanto, las duras posturas al respecto de los líderes de ambos países benefician a sus tasas de apoyo popular.
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