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domingo, 25 de agosto de 2019

Putin juega con el G7, más no para unirse al club

Putin ha dicho muchas veces desde el 2014 que Rusia ha superado el formato G8 y ahora se interesa más en varias redes regionales y el G20, que incluye las otras economías emergentes importantes del conjunto BRICS.


Donald Trump quiere reintroducir a Rusia en el club actualmente conocido como G7 después de que el país perdió su membresía tras la adhesión de Crimea en el 2014. Pero el presidente ruso, Vladimir Putin, realmente no quiere volver. Solo intentará usar la situación para evaluar qué grado de cooperación de su parte sería suficiente para lograr que el presidente francés, Emmanuel Macron, acepte la idea de Trump.

Trump, quien también pidió volver al formato G8 el año pasado, dijo el martes que la readmisión de Rusia sería "apropiada" "porque muchos de los temas que abarcamos tienen que ver con Rusia". Eso, por supuesto, es una declaración de hechos. Aunque —en el discurso político de Estados Unidos— el rol de Rusia se ha reducido a interferencia electoral, el papel de Putin en el desmantelamiento del orden internacional liderado por Estados Unidos es mucho más multifacético.

Además, teniendo en cuenta la paridad del poder adquisitivo (PPP), Rusia es la sexta economía mundial más grande; si la membresía en el G7 se determina por el tamaño de la producción económica, Rusia, junto con China, India, Indonesia y Brasil, tiene mayor derecho en el G7 que algunos miembros actuales (aunque, sin la corrección PPP, ocupa apenas el 12º puesto). El Grupo de los Siete está compuesto por Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos.

La diferencia este año es que Trump está presionando activamente a otros miembros del club, especialmente a Macron, a quien trata como representante de todos los líderes europeos, para reintroducir a Rusia. Hasta ahora, el presidente francés no ha cedido del todo: a diferencia de Trump, quiere condicionar el regreso de Rusia a la resolución de la crisis de Ucrania en línea con los acuerdos de Minsk.

Sin embargo, todo esto es como planear movimientos de ajedrez sin considerar cómo jugará el oponente.

Putin ha dicho muchas veces desde el 2014 que Rusia ha superado el formato G8 y ahora se interesa más en varias redes regionales y el G20, que incluye las otras economías emergentes importantes del conjunto BRICS: Brasil, India, China y Sudáfrica. La última vez que dijo esto fue el lunes, después de su reunión con Macron.

Sería un error interpretar estas declaraciones como frustración. Antes de que Rusia fuera expulsado del G8 en 2014, el resto de los miembros igual tendían a estar en desacuerdo con Putin en casi todo, y su participación en las discusiones no ayudó a detener las intervenciones militares occidentales que resentía, sobre todo las de Irak y Libia. Los asuntos económicos, como la transparencia fiscal internacional, uno de los temas favoritos de Putin debido al problema de salida de capital de Rusia, se prestan más naturalmente al formato más amplio del G20.

Una nueva invitación para formar parte del G7 no significaría ningún beneficio tangible, como una reducción de las sanciones occidentales. Simplemente sería otro foro para que Putin pueda reunirse con líderes occidentales, lo que igual tiene oportunidad de hacer con regularidad.

En cierto modo, las discusiones sobre una nueva invitación para Rusia son más prometedoras para Putin que para la membresía en sí. La pregunta más emocionante es si la implementación completa de los acuerdos de Minsk es necesaria para que Macron se ponga del lado de Trump —y, por lo tanto, es probable que invite nuevamente a Putin, dado que Japón e Italia probablemente estarían de acuerdo. Si el progreso deseado no llega al traspaso de las "repúblicas populares" prorusas no reconocidas del este de Ucrania al gobierno de Kiev, quizás se podrían levantar las sanciones europeas sin tal traspaso.

Incluso si es necesario entregar las repúblicas populares en términos honorables, ¿realmente se invitará de nuevo a Rusia al G7 sin que abandone a Crimea? Este es un límite rojo inamovible para Putin.

Por lo tanto, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia ha reaccionado a la actividad occidental y ha pedido detalles. "Es necesario formular las propuestas, si existen, y entregarlas a la parte rusa para su consideración", dijo la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Maria Zakharova, a Radio Govorit Moskva. "Por ahora es difícil entender de qué se trata".

Putin sabe que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sentiría fuertes vientos en contra si intentara implementar los acuerdos de Minsk en su totalidad, a pesar de la inusual cantidad de poder que acumuló cuando su partido ganó una mayoría absoluta en el Parlamento. Requieren que Ucrania cambie su Constitución para así otorgar un estatus especial a las regiones orientales de Ucrania, lo que efectivamente daría a Rusia una base legítima desde la cual interferir con la política y las políticas de Ucrania.

Esto es extremadamente impopular en Ucrania. Putin, por su parte, no está dispuesto a permitir que Ucrania reclame las “repúblicas populares” bajo ningún otro término. Pero está dispuesto a seguir la corriente a los esfuerzos de Zelenski para pacificar el este de Ucrania, y de paso medir la reacción de Macron.

Su primer movimiento probablemente será finalmente intercambiar prisioneros con Ucrania. El miércoles, Kommersant, un periódico de Moscú con buenas fuentes del Kremlin, informó que el intercambio se llevaría a cabo antes de fines de agosto y que los marineros ucranianos capturados por Rusia en el estrecho de Kerch a fines del año pasado serían parte del acuerdo. Esto generaría buena voluntad para nuevas conversaciones, y tal vez se pueda encontrar una solución intermedia que haga que Macron coincida con Trump.

Sin embargo, para los miembros occidentales del G7, la gran pregunta es qué ganan al dejar que Putin juegue este juego con ellos. Probablemente exploraría varias oportunidades con Zelenski, y ¿realmente quieren a Putin en una nueva edición del G8? Occidente solo perderá credibilidad si envía a Putin una invitación al club a pesar de que no tiene intención de devolver Crimea. Tal invitación también le otorga la posibilidad de declinar, lo que sería vergonzoso.

Por Leonid Bershidsky

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