La noticia del deseo de Donald Trump de adquirir Groenlandia pilló desprevenidos a muchos, y no solo en Dinamarca, el país al que pertenece la isla, sino también en EEUU y el resto del mundo. Se habla de la posible compra de la enorme ínsula, pero pocos saben qué repercusiones llevaría aparejadas.
Localización idónea
Groenlandia tiene una posición muy peculiar. Legalmente es un país que forma parte del Reino de Dinamarca y tiene un largo historial de relaciones con Europa, si bien geográficamente está en América del Norte.
Se incorporó a la Comunidad Europea en 1973, pero, una vez obtenida una amplia autonomía, salió de la unión en 1985. La razón principal de esta salida es que Groenlandia estaba en desacuerdo con la Política Pesquera Común. Pese a que no es integrante de la UE, está considerado un territorio especial y los groenlandeses son automáticamente ciudadanos de la Unión Europea.
En el contexto de la reciente propuesta de Trump, parece poco probable que los lugareños prefieran la ciudadanía de Estados Unidos a la de Dinamarca.
El interés de EEUU también podría haberse visto espoleado por el hecho de que el punto nororiental de Groenlandia está ubicado a solo 950 kilómetros de las posesiones árticas rusas. De hecho, la base rusa Trébol Ártico está en la Tierra de Francisco José.
El deseo del presidente estadounidense, Donald Trump, de hacerse con un nuevo territorio podría ser considerado como parte de la emergente carrera por el Ártico. Estados Unidos ya posee un activo militar muy valioso en la región: la base aérea de Thule.
La base aérea Thule
Ubicada en la costa noroccidental de Groenlandia, la base aérea sirve como bastión principal de Washington en la región ártica. Esta infraestructura militar ha sido oscuro objeto de deseo de las aspiraciones expansionistas de EEUU desde hace décadas.
Una historia de confrontación
En los tiempos de la Guerra Fría, los aviones de reconocimiento estadounidenses despegaron en varias ocasiones desde la base aérea de Thule para volar a lo largo de la frontera norte de la Unión Soviética e inspeccionar y poner a prueba las defensas del país comunista. La operación pasó a ser conocida como Project Homerun. Los vuelos tuvieron lugar en 1956 y pretendían poner a prueba las capacidades de la aviación estratégica norteamericana ante la defensa antiaérea de la URSS.
Los estadounidenses pretendieron implementar atrevidos proyectos en la propia base aérea. Quizá uno de los más conocidos sea el programa de alto secreto Project Iceworm. En los años 60 del siglo XX, EEUU planeó construir en Groenlandia una red de plataformas móviles para el lanzamiento de misiles nucleares.
Dicha red de túneles bajo la gruesa capa de hielo de Groenlandia estaba llamada a tener una longitud de 4.000 kilómetros y pretendía albergar hasta 600 misiles nucleares. Estos proyectiles serían capaces de alcanzar el territorio de la URSS con rapidez en caso de estallar una guerra nuclear entre Moscú y Washington.
EEUU ni siquiera avisó al Gobierno de Dinamarca de sus planes. Pretendía evitar cualquier filtración de información a la URSS.
Los soldados norteamericanos construyeron una instalación llamada Camp Century a 240 kilómetros de la base aérea de Thule para estudiar pormenorizadamente la viabilidad del proyecto. Sin embargo, la capa de hielo resultó ser inestable y Washington canceló el programa en 1966.
Groenlandia alberga hasta hoy la infraestructura del Ejército estadounidense, lo que ilustra la gran importancia estratégica que atesora para Washington. La enorme ínsula es un lugar perfecto para entrenar en condiciones de frío extremo a los efectivos del Ejército y de la Fuerza Aérea.
Se trata de una experiencia indispensable, habida cuenta de las ansias de EEUU de medrar en la carrera por el Ártico.
Cuestión geoeconómica
Groenlandia está considerada la isla más grande del planeta. Cerca del 80% de su superficie está cubierta por una gruesa capa de hielo. El resto del territorio, de más de dos millones de kilómetros cuadrados, consta de diferentes tipos de permafrost. Teniendo en cuenta estas adversas condiciones climáticas, existe una notable dependencia de las importaciones de alimentos de la Unión Europea.
La principal fuente de ingresos para la economía de Groenlandia es la venta de productos pesqueros, lo que representa el 90% de todo el volumen de exportaciones. El principal socio económico de Groenlandia es, como no podía ser de otro modo, Dinamarca —60% de las exportaciones—. Otros socios económicos son Japón y China, que representan el 14% y el 8% de las exportaciones, respectivamente.
La transferencia de soberanía de Groenlandia por parte de Dinamarca a Estados Unidos puede romper u obstaculizar los lazos económicos entre la isla y Copenhague. La situación podría ser incluso peor en el caso de las exportaciones a la República Popular China. En el contexto de la guerra comercial entre Pekín y Washington aparecería la amenaza de la posible introducción de aranceles a las exportaciones de productos pesqueros.
Es posible que el interés de EEUU en la adquisición de Groenlandia también esté relacionado con que el territorio pueda poseer una de las reservas más grandes de petróleo no descubierto.
Según estimaciones del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) hechas en 2001, las aguas del mar de Groenlandia pueden albergar hasta 110.000 millones de barriles de petróleo, aproximadamente un tercio de las reservas de Venezuela, el país con las mayores reservas del mundo.
Aspiraciones del pueblo
En Groenlandia viven poco más de 55.000 personas, una población minúscula para una isla de semejante tamaño. La mayoría de ellos, el 88%, es de origen indígena, mientras que el 12% restante son europeos, principalmente daneses. Teniendo en cuenta la situación demográfica, es poco probable que Groenlandia pueda convertirse en un estado de EEUU de pleno derecho.
Si Washington de verdad lograra adquirir la isla, esta se incorporaría con toda probabilidad como un territorio libre asociado, es decir, estaría representada en la Cámara Baja del Congreso de EEUU sin derecho a voto. Esto contrasta con su situación actual: los groenlandeses eligen y envían dos representantes al Folketing —Parlamento danés— y sí que tienen derecho a votar.
Otro asunto que plantea cierta incertidumbre es la posible independencia de Groenlandia. Desde hace años existen grupos que abogan por la soberanía completa del país respecto al Reino de Dinamarca. Por ahora es difícil imaginar cómo podría Washington lidiar con este problema si se hiciera con el control.
Un indígena groenlandés con la bandera nacional
No se podría simplemente ignorar el asunto. Si EEUU pagara dinero por Groenlandia y unos años después tuviera que entregarle la independencia en bandeja de plata, sería el peor negocio de la historia. Desde esta perspectiva, se trata de una inversión que carece de lógica.
Una encuesta realizada en 2016 mostró que el 64% de los groenlandeses apoyan en cierta medida la independencia. Al mismo tiempo, otro sondeo llevado a cabo en 2017 puso de relieve que la mayoría, el 78%, no respaldaría la iniciativa si esto supusiera un cambio negativo en el nivel de vida.
Para mantener los estándares de vida, Copenhague envía anualmente un subsidio de 500 millones de dólares. La pregunta es si Washington está dispuesto a pagar este monto o incluso superarlo cada año para mantener el control sobre Groenlandia.
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