Aunque los aviones de combate tienen elevadas capacidades de ataque, siguen siendo bastante vulnerables al ingresar a áreas enemigas que cuentan con dispositivos de defensa antiaérea. Hoy, te explicamos cómo funcionan los sistemas de defensa de a bordo, responsables de maximizar la seguridad de las aeronaves.
Los sistemas de defensa a bordo de los aviones y helicópteros militares están compuestos de varios dispositivos tecnológicos interconectados, diseñados para detectar las posibles amenazas a las aeronaves y desarrollar una estrategia de contraataque.
Cuando una aeronave se encuentra volando en una zona de combate, estos sistemas monitorean constantemente el espacio aéreo y terrestre a través de mecanismos de radiolocalización y detección de calor. La tarea es identificar de antemano los signos característicos de un ataque con misiles.
Tras la detección de la amenaza, los pilotos pueden tomar una, o más, de las siguientes medidas: salir de la zona de riesgo; utilizar contramedidas electrónicas; destruir físicamente el objeto atacante.
Sin la participación humana
En Rusia, todos los aviones y helicópteros de las Fuerzas Armadas que participan en operaciones de combate están equipados con al menos un conjunto mínimo de protección individual compuesto de un sistema de advertencia de amenazas, equipos de supresión radioelectrónica y dispositivos de contramedidas de infrarrojos.
Los BKO —sigla por la cual son conocidos en Rusia los sistemas de defensa de a bordo— existentes en la actualidad son capaces de proteger a una aeronave con poca o ninguna participación humana. Las computadoras de a bordo poseen varios algoritmos de acción en caso de ataque. Además, los parámetros de varios tipos de fuentes de radiación se almacenan en la memoria del sistema, lo que permite a los BKO identificar hasta el tipo y modelo del aparato que amenaza al avión o helicóptero.
El alto grado de automatización de estos sistemas permite que sean capaces de desarrollar contramedidas rápidamente, algo de vital importancia durante los combates, ya que los misiles tierra-aire y los misiles aire-aire a menudo pueden golpear su objetivo solamente algunos segundos después de ser lanzados.
Distorsión de la señal
Uno de los BKO más modernos en servicio de las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia actualmente es el sistema de contramedidas radioelectrónicas Khibiny. Estos dispositivos se pueden encontrar, en particular, en los cazas Su-30SM y en los cazabombarderos Su-34.
El principio de funcionamiento de este sistema de lucha radioelectrónica es bastante simple. Cuando una aeronave equipada con el Khibiny ingresa a un espacio aéreo enemigo protegido, el sistema distorsiona los parámetros de la señal de sondeo de las estaciones de radar emitidos por los sistemas de defensa antiaérea. Así los radares enemigos reciben informaciones incorrectas.
El Khibiny permite retrasar seriamente el tiempo de detección de la aeronave que lo utiliza, complicar la medición de la distancia hasta ella, su velocidad y su posición angular. El sistema reduce la probabilidad de que el avión se convierta en el blanco de sistemas guiados en decenas de veces.
Veinte misiles contra un obstáculo invisible
Los helicópteros también tienen sus propios sistemas de defensa aérea. Durante la Guerra de Afganistán (1979-1989), la aviación del Ejército Rojo sufrió grandes bajas, debido a los sistemas portátiles de defensa antiaérea Stinger de fabricación estadounidense. Como resultado, se desarrolló posteriormente en la URSS para los helicópteros de ataque Mi-24 la estación de interferencia óptico-electrónica Lipa, que empezó a ser producida en serie en 1982.
Con la ayuda de una poderosa lámpara de xenón y un sistema de lentes giratorias, Lipa creaba una corriente pulsada de rayos infrarrojos en continuo movimiento alrededor del helicóptero, que confundían a los misiles. La eficiencia del sistema era de entre 70% y 85%.
Los sistemas se modernizaron con el paso del tiempo y, actualmente, los helicópteros militares utilizan el L-370 Vitebsk. Este mecanismo de defensa puede ser encontrado en aeronaves como los Mi-35M, Mi-8, Mi-26, Ka-52 y también en los aviones de ataque a tierra Su-25.
Durante una prueba llevada a cabo en 2015, 20 misiles superficie-aire Igla fueron disparados a un Mi-8 equipado con un Vitebsk que se encontraba en tierra. Ninguno de ellos pudo dar en el blanco. Los misiles, al acercarse al helicóptero, cambiaron repentinamente su curso, como si hubieran tropezado con un obstáculo invisible.
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