Obama pensó que Siria sería el Vietnam de Rusia: de hecho, el Medio Oriente se ha convertido en el campo de juego de Putin.
En los últimos años, Rusia ha reaparecido en el Medio Oriente, en la medida en que puede reemplazar a los Estados Unidos como la principal potencia extranjera en la región.
El éxito de Rusia es el resultado de una combinación de hábil diplomacia, armas y de ventas de reactores nucleares a los Estados de toda la región, desde Irán hasta Marruecos. La debilidad de la política regional estadounidense bajo la administración Obama, seguida por el caos total bajo Trump, ha contribuido aún más al éxito de Rusia. La política rusa ha sido sofisticada, pero también se ha beneficiado del vacío dejado por Estados Unidos.
El objetivo estratégico fundamental del presidente Vladimir Putin es restaurar el liderazgo global ruso, o para decirlo con menos delicadeza, pegarlo en los Estados Unidos siempre que sea posible.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una conferencia de prensa conjunta en el Palacio Presidencial en Helsinki, el 16 de julio de 2018. Crédito: AFP
Su principal problema es que Rusia no tiene mucho que ofrecer: no puede competir con los Estados Unidos y los países occidentales en un nivel económico, o por lo general uno diplomático, y todo lo que tiene que ofrecer es armas, tecnología nuclear y energía.
El Medio Oriente es una de las principales regiones del mundo en la que Rusia puede perseguir sus ambiciones hoy. La mayoría de las ventas mundiales de armas se realizan en los países de Oriente Medio y se está desarrollando una carrera entre ellos para adquirir reactores de energía nuclear. La voluntad de Moscú de venderles armas y reactores, y de mantener relaciones estrechas con regímenes deshonestos como los de Damasco y Teherán, le otorgan un grado de influencia que no tiene en gran parte del resto del mundo.
En Siria, con un despliegue mínimo de dos escuadrones de caza, Rusia logró cambiar el curso de la guerra civil, estabilizó el régimen de Assad y lo defendió de las acusaciones de que había usado armas químicas en repetidas ocasiones, a pesar de la clara prueba de que así lo hizo.
Rusia permitió que Irán y sus milicias afiliadas sangraran sobre el terreno en Siria, mientras que apenas pagó ningún precio por intervenir. Al hacerlo, ha pagado los temores de intervención de Obama, por temor a que los Estados Unidos se estanquen en el atolladero sirio, y su profecía de que Siria se convertiría en el Vietnam ruso.
El hecho de que Rusia sea el único jugador en Siria hoy en día que mantiene relaciones con todas las partes involucradas, lo ha convertido en el actor principal allí y el único que puede ser capaz de lograr una resolución diplomática de la crisis interna y evitar un conflicto directo entre Irán e Israel.
Rusia también ha tenido éxito en garantizar que su presencia en Siria, en la base aérea de Hamimim y en la base naval de Latakia, sea a largo plazo. Los sistemas avanzados de defensa antiaérea S300 y S400, tripulados hasta ahora únicamente por personal ruso, se han desplegado en Siria para defender estas bases, que proporcionan a Rusia la capacidad de proyectar el poder en todo el Medio Oriente.
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