Este vehículo aéreo no tripulado promete pasar desapercibido ante los radares enemigos para ejecutar ataques a miles de kilómetros de distancia.
La industria militar de Rusia es una de las más potentes del mundo con proyectos que buscan impulsar las tecnologías del campo de batalla del futuro. Entre estas iniciativas, se encuentra un dron de combate que pretende sustituir a los cazas tripulados, un tipo de desarrollo armamentístico que, por el momento, no está presente en ninguno de los diferentes Ejércitos de España.Este dron de combate y furtivo no es otro que el S-70 Okhotnik (Cazador, en su traducción literal al español), un desarrollo que el Ministerio de Defensa ruso encargó al fabricante aeronáutico Sukhoi en el 2011 en respuesta a los proyectos anunciados por Estados Unidos unos años antes.
El objetivo del S-70 es el de convertirse en una plataforma aérea no tripulada de largo alcance y con capacidad de ataque. Además, los requerimientos del Kremlin contemplan la dotación de propiedades furtivas que consigan hacer 'desaparecer' de los radares enemigos al dron.
El ruso invisible
El primer prototipo creado por Sukhoi salió del laboratorio en el 2014, se trataba por aquel entonces de la primera aproximaxión de Rusia a este tipo de sistema de drones tan complejo y tan solo estaba diseñado para realizar pruebas en tierra firme.
El primer diseño público salió a la luz en el 2017 y un año después Sukhoi ya contaba con un prototipo capaz de volar, según recogió en su día TASS. Aunque, al menos oficialmente, el Cazador no levantó el vuelo hasta mayo del 2019 cuando se le pudo ver volando por primera vez a unos pocos metros sobre la pista de aterrizaje y tuvo que esperar hasta agosto de ese mismo año para realizar su vuelo inaugural.
Desde entonces, ese era el único prototipo de S-70 que Rusia había mostrado al mundo. Algo que cambió la semana pasada, cuando el Ministerio de Defensa del país mostró una nueva unidad a la que se le han incorporado algunas mejoras importantes relacionadas con las propiedades furtivas.
En concreto, la nueva versión del Cazador incluye un nuevo diseño de tobera más silenciosa. Una pieza que aplana la salida de gases de dron y que consigue "reducir sustancialmente la firma radar", según declaró Sergey Chemezov, director ejecutivo de Rostec, la empresa estatal encargada del desarrollo de los motores, a TASS.
Este último tramo del motor, según la compañía, está construido utilizando una impresora 3D y consigue esquivar a aquellos misiles que se guían por infrarrojos. Una propiedad que se combina con el formato de ala voladora que Sukhoi le ha otorgado y que ha demostrado -en otras aeronaves- ser bueno disimulando ante radares enemigos.
Por el momento, los detalles que Rusia ha ofrecido de forma oficial son muy escasos, aunque se apunta a un peso en vacío de unas 20 toneladas, una envergadura de 20 metros, una velocidad máxima de 1.000 kilómetros por hora con una autonomía de 6.000 kilómetros.
Se espera que Rusia introduzca las primeras unidades de Sukhoi S-70 Okhotnik a lo largo del 2024, un año clave en el que Estados Unidos debería contar con los primeros ejemplares operativos de sus diferentes programas.
El espejo americano
El impulso de Rusia a sus programas de drones de combate viene precedido por los movimientos que Estados Unidos realizó hace ya más de una década. El inicio de los programas más avanzados de los norteamericanos -alguno de ellos finalmente fallidos- comenzaros un andadura a principios de los años 2000 con propuestas como el Boeing X-45 o el Northrop Grumman X-47.
Actualmente cuentan con algunas iniciativas encaminadas al desarrollo de cazas totalmente autónomos de la mano de DARPA con los programas ACE y Skyborg como abanderados. Aunque para llegar a un programa dimilar al Cazador de Rusia hay que apuntar directamente al Long Range Strike - Bomber (LRS o Bombardero de Ataque de Largo Radio) con el B-21 a la cabeza.
Con un presupuesto de 11.000 millones de dólares hasta los últimos datos correspondientes al 2019, el B-21 lleva desde el 2006 siendo uno de los programas más secretos llevados a cabo por Northrop Grumman.
El pliego de condiciones del Departamento de Defensa recogen que el B-21 debe tener una capacidad de carga lo suficientemente grande y flexible como para transportar elementos de armamaneto actual y futuros. Entre ellas bombas nucleares. Lo deberá hacer a una "amplia autonomía" -sin concretar más- y a un precio por unidad que no debe superar los 550 millones de dólares.
Con un diseño de ala voladora, que recuerda al mítico B-2, en los primeros compases contaría con una tripulación a bordo para más tarde operar de forma autónoma. Se espera que las primeras unidades de B-21 se comiencen a entregar en el 2025 y puedan entrar en servicio un par de años después. Estados Unidos quiere comprar un total de 100 unidades.
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