El objeto interestelar 3I/Atlas sigue intrigando a los científicos que no encuentran explicación a sus características. Las nuevas observaciones del James Webb no encajan con nada de lo que conocemos
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Unos segundos antes de que mi vuelo a Copenhague despegara desde el aeropuerto Logan de Boston, recibí el correo electrónico con el artículo que presentaba los primeros datos del telescopio Webb sobre 3I/ATLAS del 6 de agosto de 2025 (accesible aquí). Los quince minutos de espera hasta que apareciera la conexión WiFi a bordo parecieron una eternidad, pero la espera valió la pena. Los espectaculares datos del Webb, un telescopio de 6,5 metros operando en el infrarrojo y con una sensibilidad espectral inédita, compensaron el retraso.
En resumen, los datos del Webb confirman la presencia de una pluma de dióxido de carbono (CO₂) alrededor de 3I/ATLAS, con niveles significativamente bajos de agua (H₂O) y monóxido de carbono (CO), como ya había señalado el equipo del observatorio espacial SPHEREx unos días antes (véase el informe aquí). Pese a que el telescopio Webb tiene una resolución espectral y espacial muy superior, SPHEREx cartografió la pluma de CO₂ simétrica, extendiéndose cien veces más lejos de 3I/ATLAS y superando los 348.000 kilómetros.
3I/ATLAS no presenta una cola cometaria que se extienda más allá de la coma, dato ya evidente en la imagen de alta resolución obtenida por el Telescopio Espacial Hubble (informe aquí). La ausencia de cola indica que 3I/ATLAS no expulsa muchas partículas de polvo con tamaño similar al de la longitud de onda de la luz solar, aproximadamente 0,5 micrómetros, y que la luz reflejada proviene de su superficie. Esto equivale a un diámetro de hasta 46 kilómetros suponiendo un albedo del 5%, según los datos de SPHEREx.
La espectroscopía infrarroja de 3I/ATLAS, a una distancia heliocéntrica de 3,32 unidades astronómicas, fue realizada con el instrumento NIRSpec a bordo del telescopio Webb. Las imágenes espectrales en el rango de longitudes de onda de 0,6 a 5,3 micrómetros muestran una coma dominada por CO₂, con una actividad de desgasificación intensificada hacia el Sol y mucho menor presencia de vapor de agua (H₂O), monóxido de carbono (CO), hielo de agua y polvo. El cociente obtenido de emisiones de CO₂ respecto a H₂O en número de moléculas es de 8, uno de los más altos jamás observados. Los datos indican que el núcleo es intrínsecamente rico en CO₂, y la baja proporción de vapor de agua sorprende por la distancia del objeto al Sol.
La espectroscopía infrarroja de 3I/ATLAS, a una distancia heliocéntrica de 3,32 unidades astronómicas, fue realizada con el instrumento NIRSpec a bordo del telescopio Webb. Las imágenes espectrales en el rango de longitudes de onda de 0,6 a 5,3 micrómetros muestran una coma dominada por CO₂, con una actividad de desgasificación intensificada hacia el Sol y mucho menor presencia de vapor de agua (H₂O), monóxido de carbono (CO), hielo de agua y polvo. El cociente obtenido de emisiones de CO₂ respecto a H₂O en número de moléculas es de 8, uno de los más altos jamás observados. Los datos indican que el núcleo es intrínsecamente rico en CO₂, y la baja proporción de vapor de agua sorprende por la distancia del objeto al Sol.
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El espectro de 3I/ATLAS muestra una intensa emisión de gas CO₂, junto con emisiones débiles de H₂O y CO, además de una notable absorción de hielo de agua.
Si la pluma de polvo ópticamente delgada contribuye poco al espectro total, el flujo detectado por SPHEREx a 1 micrómetro de longitud de onda desde 3I/ATLAS indica un núcleo de 46 kilómetros de diámetro (véase aquí). Esto implica que el núcleo de 3I/ATLAS tiene una masa un millón de veces superior a la del anterior cometa interestelar 2I/Borisov. Esta diferencia es sorprendente, pues se deberían haber descubierto multitud de objetos del tamaño de 2I/Borisov antes del hallazgo de un cuerpo interestelar de 46 kilómetros. Además, como apunté en mi primer artículo sobre 3I/ATLAS (accesible aquí), la cantidad de material rocoso por unidad de volumen en el espacio interestelar es diez mil veces menor que la requerida para que una roca gigante de ese tamaño entrara en el sistema solar interior durante la década de observaciones del telescopio ATLAS.
La imagen del Webb a 1,2 micrómetros de longitud de onda no muestra cola cometaria tras 3I/ATLAS. El resplandor podría deberse a la reflexión de la luz solar en fragmentos de hielo de CO₂ desprendidos por el objeto, en vez de polvo. Estos fragmentos se evaporan bajo la luz solar y generan la nube esférica de CO₂ alrededor de 3I/ATLAS.
Avi Loeb es jefe del proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y autor del bestseller Extraterrestrial: The first sign of intelligent life beyond earth.
La pérdida de masa en forma de CO₂ equivale a la ablación de una capa superficial de apenas un milímetro en un cuerpo de 46 kilómetros de diámetro a lo largo de unos pocos años. Es decir, basta una capa externa relativamente pequeña para mantener la nube observada de gas. Lo que hay bajo esa superficie permanece desconocido.
El alto cociente CO₂/H₂O es desconcertante. Solo existe un cometa similar con un cociente tan extremo, el C/2016 R2, pero su imagen presenta una cola tradicional muy diferente a la pluma de 3I/ATLAS. El equipo del Webb sugiere que la composición anómala de la pluma puede deberse a una alta reflectividad o a una penetración térmica reducida de la superficie. Incrementar el albedo del 5% al máximo (100%, como un espejo) reduciría el diámetro estimado de 46 a 10 kilómetros según SPHEREx, aunque esto sigue demandando una cantidad de material rocoso difícilmente justificable en el contexto interestelar.
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Una vía para resolver la contradicción entre el arsenal de rocas en el espacio y el inesperado hallazgo de un objeto tan grande sería que 3I/ATLAS no provenga de una población aleatoria de rocas interestelares, sino que su trayectoria haya sido diseñada para alcanzar el sistema solar interior. Esta hipótesis es compatible con la alineación de la ruta retrógrada del objeto con el plano orbital de los planetas, una coincidencia que solo tiene una probabilidad de una entre quinientas de ocurrir de forma aleatoria (análisis aquí).
Justo antes de viajar, apareció una noticia satírica titulada "Asteroide del tamaño de 59 Avi Loebs pasará junto a la Tierra el miércoles 27 de agosto — NASA". Para dar perspectiva: una persona produce alrededor de un kilogramo de CO₂ al día, mientras que la tasa de pérdida de CO₂ de 3I/ATLAS es de 129 kg por segundo, lo que equivale a la emisión total de 10 millones de habitantes. Una plataforma espacial de 46 kilómetros de diámetro podría albergar semejante población si se empaquetase con la densidad de Manhattan.
Durante el trayecto en Uber hacia el Instituto Niels Bohr en Copenhague, me alegró encontrar un nuevo artículo defendiendo la búsqueda de firmas tecnológicas en objetos interestelares (preprint aquí). Algunos autores criticaron mi defensa de esta perspectiva el mes pasado, pero cuando una reportera me pidió una reacción—con cámara incluida—respondí que rehúyo el “lucha en el barro”, porque todos acaban cubiertos de suciedad. Prefiero jugar al ajedrez… y, al parecer, la estrategia está dando fruto. Como dijo Oscar Wilde: “La imitación es la forma más sincera de adulación”.
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