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martes, 25 de julio de 2017

Así funciona el 'botón rojo' de las grandes potencias

Muy pocas personas en el planeta tienen capacidad para activar un ataque nuclear y, por norma general, deben seguirse unos procedimientos muy rigurosos



El armamento atómico tiene una capacidad destructiva difícil de imaginar. Un intercambio nuclear, incluso entre potencias medianas (pongamos, la India y Pakistán), provocaría centenares de millones de muertos y podría dañar de modo catastrófico el clima del planeta, mientras que una guerra total casi con certeza provocaría la extinción de la especie humana. Pero como toda arma, las bombas y misiles nucleares tienen un punto débil, que es su sistema de control: quién y cómo decide su activación y lanzamiento.



Una crisis puede surgir en cualquier momento, y si un enemigo pudiese ‘decapitar’ el sistema de control, eliminando a la autoridad pertinente o su capacidad de comunicar la orden de lanzamiento, de nada serviría un poderoso arsenal nuclear. Por eso las potencias disponen de sistemas y procedimientos para garantizar que nada interfiere la toma de decisiones y el envío de la orden de desatar el apocalipsis, de ser necesario. Bienvenidos al mundo de los gatillos del fin del mundo.

Quien tiene la autoridad para lanzar un ataque nuclear (y de qué modo) se asegura que la orden llegue a los lugares pertinentes para iniciarlo sin que haya errores ni la posibilidad de una suplantación. Se trata nada menos que de decidir y ordenar el uso de las armas más poderosas que tiene a su disposición la humanidad, que tienen el potencial no solo de causar millones de muertos y de provocar represalias de la misma escala, sino incluso de acabar con la posibilidad de vida humana en una región o hasta en el planeta entero. Dado que este proceso es un punto débil en la cadena, los países con armamento atómico son discretos sobre sus procedimientos, pero a lo largo de los años se han ido revelando algunos detalles.

Estados Unidos: el balón infernal

Cuando el próximo 20 de enero tome posesión el presidente Trump, en las proximidades habrá un oficial de las fuerzas armadas llevando sujeto a la muñeca un maletín Zero-Halliburton modificado de aluminio dentro de una funda de cuero negro. A lo largo de los siguientes cuatro años, siempre habrá un oficial armado cerca de Donald Trump mientras esté alejado de la Casa Blanca y su centro de control, 24 horas al día, para asegurarse de que en caso necesario el presidente de los Estados Unidos tiene a su disposición los medios necesarios para lanzar un ataque nuclear.

El maletín es conocido como el balón de fútbol ('football') y contiene todos los elementos necesarios para verificar la identidad del presidente, recibir y verificar una orden de ataque y enviarla al adecuado centro de mando. Pesa alrededor de 20 kilos y tiene una pequeña antena junto al mango.



En su interior, hay un sistema de comunicaciones de tipo desconocido, presumiblemente vía satélite, y cuatro objetos más: el 'Libro negro', unas 75 páginas impresas en negro y rojo que contienen las opciones de represalia (asignación de blancos) y sus códigos; un cuaderno con un listado de localizaciones donde el presidente puede acudir en situación de emergencia; una carpeta con ocho o 10 páginas grapadas que contienen instrucciones para el Sistema de Alerta de Emergencia, y una tarjeta tamaño aproximado DIN A4 con códigos de autenticación. Los ayudantes que portan el ‘football’ son oficiales de todas las ramas de las fuerzas armadas y se les somete a un entrenamiento especial y a un control de seguridad de máxima profundidad para garantizar su lealtad.

En caso de ser necesario, el presidente se retiraría acompañado por el ayudante, se identificaría y activaría mediante una señal el procedimiento a través de la Junta de Jefes de Estado Mayor. En conferencia con el ayudante, decidiría entre las opciones pre-programadas de represalia y se las comunicaría al Centro Nacional de Mando Militar o, de no responder, directamente a los puestos de mando volantes ('doomsday planes', aviones del apocalipsis) o incluso submarinos nucleares en patrulla.

Cuando toda la línea de sucesión se reúne físicamente, se nombra un ‘superviviente designado’ para evitar la completa decapitación del Gobierno

Para garantizar la identidad del presidente, este siempre lleva consigo una tarjeta con códigos de verificación llamados 'gold codes' (códigos dorados); la tarjeta es conocida como la 'galleta' ('biscuit'). El sistema exige que el secretario de Defensa verifique cualquier orden ante el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor; sin esta verificación no se puede proceder. Después son los mandos militares quienes dan las órdenes a las unidades oportunas. De estar el presidente físicamente en un centro de control como el que hay en la Casa Blanca, el procedimiento es similar pero sin necesidad de usar el maletín.

En el sistema estadounidense, la autoridad completa para un ataque nuclear corresponde en exclusiva al presidente; la tarea del secretario de Defensa es únicamente verificar la orden, pero no tiene capacidad de vetarla. En caso de incapacitación o muerte del presidente, hay un orden sucesorio que comienza con el vicepresidente, que por ello también recibe una ‘galleta’ con códigos dorados y un maletín ‘football’. Cuando el presidente y el vicepresidente, junto a los miembros del gabinete y otras autoridades en la línea de sucesión, se reúnen físicamente, se nombra un ‘superviviente designado’ que esté en la cadena pero que no está en el mismo lugar para evitar la completa decapitación del Gobierno.

Fue el presidente Kennedy quien instauró el protocolo actual después de la crisis de los misiles de Cuba.

En caso necesario, la 25ª enmienda a la Constitución de los Estados Unidos permite que el vicepresidente, junto a una mayoría del Gobierno o del Congreso, declare al presidente incapacitado para cumplir con sus tareas; se supone que una orden irracional de uso de armas nucleares bastaría para iniciar el procedimiento de incapacitación.

El sistema se instauró durante la presidencia de Eisenhower, pero adquirió sus actuales procedimientos bajo Kennedy tras la crisis de los misiles de Cuba. Se estima que tras recibir una alerta de ataque con misiles ICBM, el asesor de seguridad nacional tendría tres minutos para decidir si comunicárselo al presidente y este cuatro minutos para decidir si contraatacar o no; a las velocidades del armamento actual, el tiempo es sencillamente demasiado corto.

A lo largo de los años se han producido no pocos incidentes con elementos de este sistema, desde presidentes que han quedado durante lapsos más o menos largos separados del maletín a la pérdida de la ‘cookie’; la de Reagan apareció en uno de sus zapatos tras el atentado de 1981, y Clinton la extravió durante meses en el año 2000. Durante los últimos días de la presidencia Nixon, cuando el entonces presidente dio señales de inestabilidad, se llegó a implementar un cortafuegos irregular y no respaldado por la ley para añadir un control externo a cualquier posible orden. El 20 de enero, Donald Trump recibirá su ‘cookie’ y empezará a ser acompañado permanentemente por un oficial y su maletín del apocalipsis.

Rusia: un maletín de origen soviético

En el sistema ruso, el maletín nuclear es la clave del sistema de autorización de lanzamiento; o mejor dicho, los maletines nucleares, pues se asume que además del presidente también disponen de copias el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor. El equivalente ruso del ‘football’ nuclear se llama Chegety acompaña al presidente (presumiblemente también a los otros dos cargos) donde quiera que vaya de la mano de una unidad especial de técnicos del servicio secreto.

Cheget proporciona acceso a un sistema especial de telecomunicaciones reservado para emergencias nucleares que se denomina Kavkaz, a través del cual los líderes tomarían en su caso la decisión de uso. Para continuar el procedimiento, Kavkaz se conecta con otra red especial de comunicaciones denominada Kazbek, en la que están los oficiales militares encargados de llevar a cabo las acciones ordenadas. Como medida de seguridad, si el maletín Cheget del presidente no está conectado, el sistema no puede funcionar.


Esto es lo que ocurrió a partir del 18 de agosto de 1991 durante el intento de golpe de Estado contra el último Gobierno soviético, cuando el entonces premier Mijaíl Gorbachov fue desconectado de cualquier sistema de comunicación mientras estaba en su dacha en Forós, Crimea. Durante el incidente, los miembros de la entonces KGB encargados de Cheget fueron también desconectados y tras recibir órdenes contradictorias acabaron por ser trasladados a Moscú con el maletín en su poder por miembros del servicio secreto.

A lo largo del proceso, este Cheget había sido inutilizado, borrando su memoria magnética y técnicamente dejando a la URSS sin capacidad de respuesta nuclear temporalmente. Este aspecto fue discutido después por líderes militares, lo que sugiere que la cúpula de las fuerzas armadas tenía la capacidad de lanzar armas nucleares sin intervención del Gobierno civil. Después también se sugirió que durante el intento de golpe los comandantes de las fuerzas nucleares estratégicas ordenaron desactivar los maletines para evitar cualquier posibilidad de uso impropio.



El sistema tecnológico y de procedimientos heredado de la época soviética se mantiene básicamente hoy. Durante la transición entre la URSS y la actual Rusia, la posesión de Cheget se convirtió en un símbolo de poder político usado, por ejemplo, por Boris Yeltsin como arma publicitaria. Vladimir Putin ha subrayado en varias ocasiones públicamente el entrenamiento específico que ha llevado a cabo para el uso del sistema.

El principal gran cambio que se ha producido no ha sido tecnológico, sino burocrático: Yeltsin dividió las responsabilidades de la antigua KGB entre varios departamentos diferentes que se encargan de aspectos clave de las comunicaciones y de la protección física del sistema, pero no de ambos, tal vez para evitar un control único por parte de algún aspirante a golpista. Y Putin ha mantenido algunas separaciones clave, a pesar de que devolvió algunas tareas a la FSB (sucesora de la KGB): los guardaespaldas de altos cargos y las comunicaciones gubernamentales dependen directamente del presidente, como también la red de búnkeres y centros de control de la Guerra Fría.
Reino Unido: la carta del fin del mundo

El Reino Unido utiliza como fuerza disuasoria misiles Trident de fabricación estadounidense a bordo de sus cuatro submarinos Vanguard, aunque armados con unas 200 cabezas nucleares de fabricación local. A diferencia de los estadounidenses, las armas británicas carecen de los mecanismos de seguridad conocidos como PAL ('permissive action links', enlaces de acción permisiva), que están diseñados para hacer lo más difícil posible la activación accidental o no autorizada de una cabeza nuclear; el Reino Unido ha prescindido de ellos para acelerar su capacidad de represalia en caso de destrucción de la cadena de mando.

La autoridad para ordenar un lanzamiento corresponde en exclusiva al primer ministro, que se pondría en contacto con una estación de radio de muy baja frecuencia capaz de comunicar con submarinos en inmersión, se identificaría y daría las preceptivas órdenes para ser enviadas al buque en patrulla.



Estos códigos de activación tendrían que ser comprobados a bordo del submarino mediante un complejo sistema de verificación que comprende cajas fuertes dentro de cajas fuertes y la necesidad de que al menos dos personas validen sus códigos a la vez. La señal de disparo incluye la determinación de blancos, que se hace desde tierra: los tripulantes del submarino no conocen ni pueden alterar adónde irá el misil. Una vez llevadas a cabo las comprobaciones, el capitán del navío usaría un disparador tipo gatillo para proceder al lanzamiento.

En cuanto a garantías, el sistema británico incluye la posibilidad de que una orden del primer ministro sea vetada por el jefe del Estado Mayor o por el monarca reinante. El aspecto más curioso son las llamadas Cartas de Último Recurso, una característica única para el caso de que la cadena de mando (y, se presupone, el país) hayan sido destruidos. Cada primer ministro británico una vez elegido debe escribir de su puño y letra cuatro cartas para los capitanes de los cuatro submarinos nucleares con las instrucciones de qué hacer con su armamento nuclear si se comprueba (mediante una elaborada serie de controles) que el Reino Unido ha dejado de existir.

Cada primer ministro escribe cuatro cartas a los capitanes de los subamrinos con las instrucciones a seguir si el Reino Unido deja de existir

Las posibilidades incluyen (pero no se limitan a ello) ordenar el uso de las armas en venganza contra el enemigo responsable del ataque, ordenar la puesta a disposición de su buque y armas al Gobierno de Australia o al de los Estados Unidos o dejar a discreción del propio capitán sus acciones. Estas cartas solo pueden abrirse cuando sea necesario, y se destruyen (en teoría, sin leerlas) al acabar el mandato de cada primer ministro.

Francia: el PIN del presidente

El país galo mantiene unas 350 cabezas nucleares con varios sistemas diferentes de lanzamiento como submarinos de misiles balísticos (de los que se intenta mantener dos en patrulla permanentemente, cada uno con 16 misiles M4), misiles con base en tierra de alcance intermedio y misiles de lanzamiento desde aeronaves.

En principio, la autoridad de lanzamiento única es el presidente, que puede ordenar un ataque desde el centro de control ‘Júpiter’, situado bajo el Palacio del Elíseo. Cuando el presidente no está en el Elíseo, va acompañado de un maletín llamado la ‘base móvil’, aunque no es equivalente al ‘football’ estadounidense o al Cheget ruso sino un simple sistema de comunicaciones sin capacidad de verificación o lanzamiento propia, que se usa para todo tipo de asuntos, no solo los nucleares.



En caso de ataque a Francia, incluyendo ataques terroristas respaldados por estados, el presidente podría ordenar un bombardeo nuclear. Para ello, usaría un PIN además de medidas de identificación biométricas para validar su identidad: el PIN se transmite de expresidente a presidente verbalmente en una ceremonia cara a cara durante la toma de posesión.

El nuevo presidente puede después modificar el número, que a su vez deberá transmitir a su sucesor. Se ha sugerido que el presidente no es el único en disponer del PIN, que además es variable según diferentes opciones de ataque y cambia con el tiempo como medida de seguridad. Se ha contado que François Miterrand recibió en 1981 el código PIN de su antecesor, Valery Giscard d’Estaing, en forma de una pequeña placa que se guardó en el bolsillo de la chaqueta; esa misma tarde, el traje fue enviado a la tintorería con el PIN nuclear aún dentro. La placa fue recuperada después sin incidentes.
China: el factor humano

Todo lo relacionado con las fuerzas nucleares chinas es tan secreto que ni siquiera se conoce el tamaño de su armamento atómico: las estimaciones van desde apenas 50 a casi 3.000 armas nucleares. Las más razonables parecen converger en alrededor de 200 a 300 cabezas, con unos 50 a 75 misiles de tipo ICBM; el país también dispone de al menos cinco submarinos de misiles balísticos (uno Tipo 092 y cuatro Tipo 094) que realizan patrullas operativas desde finales de 2015.

Cabe subrayar que la doctrina nuclear china es estrictamente de no primer uso: su armamento atómico está dedicado en exclusiva a la disuasión por medio de la promesa de un ataque de represalia contra las ciudades de un enemigo que ataque primero. Por ello, el énfasis no está en la capacidad de respuesta rápida, sino en asegurar la supervivencia del sistema de represalia ante un intento de decapitación.


Es por eso que el Segundo Cuerpo de Artillería, desde el 1 de enero de 2016 denominado Fuerza de Cohetes del Ejército de Liberación Popular (FCELP), pone mucho énfasis en la capacidad de supervivencia de sus misiles, de los que maneja unos 1.800 balísticos y 350 de crucero, la mayoría de ellos sin cabezas nucleares. Esto supone que puede ser complicado diferenciar entre un disparo de misil de carga convencional y uno nuclear. Sus 100.000 efectivos se encargan del mantenimiento y seguridad de todos los vectores y, almacenadas por separado, de las cargas atómicas, utilizando una red de túneles y escondrijos subterráneos para limitar su vulnerabilidad en caso de alerta.

Las tropas de esta unidad, que depende directamente de la Comisión Militar Central del Partido Comunista Chino (CMC), ensayan regularmente la retirada de su armamento a posiciones blindadas durante días e incluso semanas, para después emerger en condiciones de disparo: la táctica está diseñada para asegurar que la capacidad de arrasar a un enemigo que lance un ataque de decapitación sea capaz de sobrevivir.

China ensaya la retirada y posterior reaparición de su armamento para asegurar la supervivencia de la capacidad de arrasar a un enemigo

China no dispone de sistemas de control de cabezas nucleares tipo PAL, y su procedimiento de verificación y lanzamiento depende sobre todo de contactos personales para garantizar la identificación de los responsables con capacidad de lanzar un ataque. Se cree que la autoridad principal reside en el presidente del CMC, que es uno de los puestos clave de la jerarquía gubernamental china; el cargo suele ser ocupado por el secretario general del Partido Comunista y presidente de la República, como ocurre actualmente con Hu Jintao. En ocasiones, el puesto sirve como posición de retiro para antiguos líderes del partido y del aparato gubernamental, como ocurriera con Deng Xiaoping y Jian Zemin.

Se sabe que el sistema de seguridad depende de vínculos cara a cara, de la ‘regla de los dos hombres’ y del almacenamiento separado de las cabezas atómicas, y que las autoridades chinas consideran perfectamente adecuado el procedimiento. Dado que su postura estratégica no depende de una respuesta inmediata, es probable que tengan razón, aunque consta un esfuerzo de modernización de las redes telemáticas y de los sistemas de mando y control dentro del proceso general de modernización de las fuerzas armadas chinas.

India: arsenal de venganza

Otro país con una estricta política de no primer uso de armas nucleares es la India, desde que en 1974 detonase su primera prueba atómica. Sus dos enemigos principales son China y Pakistán; con el primero tiene una postura de inferioridad estratégica pero superioridad táctica convencional en la frontera, mientras que con el segundo sus mucho más volátiles relaciones se basan en la superioridad militar clásica.

La India dispone de 10 reactores nucleares y de recursos propios en toda la cadena de producción, desde minas de uranio a plantas de procesamiento de plutonio; se cree que actualmente produce alrededor de cinco a seis cabezas nucleares cada año, y que su arsenal está entre las 50 y 200 armas. Los vectores de lanzamiento son sobre todo misiles de alcance intermedio, de crucero y balísticos, aunque se trabaja en el despliegue de SLBM y de misiles balísticos intercontinentales para garantizar una adecuada capacidad de respuesta ante China. También se dispone de aviones con capacidad de ataque atómico. Se cree que la mayoría de las armas indias están separadas de sus cabezas nucleares.


El mando y control del armamento nuclear indio está en manos de la Autoridad de Mando Nuclear, un organismo dividido en un Consejo Político y un Consejo Ejecutivo. La misión del Consejo Ejecutivo, que preside el consejero de Seguridad Nacional, es informar y recomendar cursos del acción al Consejo Político, presidido por el presidente de la India; solo este cuerpo tiene la autoridad para lanzar un ataque nuclear. Existen disposiciones, creadas por el Consejo Ejecutivo, para garantizar la capacidad de represalia en caso de cortes de la cadena de mando normal.

En la Autoridad de Mando Nuclear se sabe que están los ministros del Interior, Asuntos Exteriores, Defensa y Economía, y en el Consejo Ejecutivo, los jefes de Estado Mayor de las tres armas, pero la composición exacta es secreta. Existen redes de comunicaciones y procedimientos reservados, pero no hay ni un equivalente al ‘football’ estadounidense ni centros de mando alternativos ni una cadena de sucesión claramente establecida. Existe, eso sí, una ‘línea caliente’ de comunicación con las máximas autoridades paquistaníes similar al mítico ‘teléfono rojo’ entre Washington y Moscú de la Guerra Fría.

Pakistán: la amenaza del débil

En contraste con sus vecinos China y la India, la postura estratégica de Pakistán está basada en la debilidad militar y estratégica: el país ha librado cuatro guerras con la India y las ha perdido todas, y mantiene un conflicto permanente a causa de la herida abierta de Cachemira. Como consecuencia, su posición respecto a su vecino ha ido haciéndose cada vez más agresiva, respaldando una estrategia de apoyo a grupos terroristas anti-indios que han llevado a cabo ataques con múltiples víctimas en la India.

Dada su inferioridad militar convencional, además ha desarrollado armas nucleares tácticas montadas sobre vectores de corto alcance para amenazar, y así disuadir, ataques blindados sobre su territorio, lo cual implica descentralizar el mando sobre este tipo de armamento y su dispersión física, lo que aumenta el riesgo de robo por parte de terceros. La estrategia nuclear paquistaní se basa en una doctrina de primer uso en caso de considerarse existencialmente amenazado, incluso sin ataques de armas de destrucción masiva, y se desarrolló en respuesta al plan indio denominado ‘cold start’ (arranque en frío) que postula ataques convencionales con divisiones acorazadas en profundidad para derrotar a Pakistán.



En Pakistán, existe también una Autoridad de Mando Nuclear colegiada presidida por el primer ministro del país que incluye a los ministros de Asuntos Exteriores, del Interior, de Finanzas, de Defensa y de Ciencia, así como a los comandantes del Estado Mayor de los cuatro cuerpos (ejército, marina, aviación e infantería de marina), así como el jefe de la Junta de Jefes de Estado Mayor y el general director de la división de planes estratégicos.

Inicialmente, era el presidente del país quien presidía la autoridad de mando, pero tras las elecciones de 2008, una nueva ley puso en su lugar al primer ministro. Toda la autoridad para iniciar un ataque nuclear reside en este órgano, que tiene por tanto control sobre las entre 50 y 100 cabezas nucleares que se cree tiene el país, así como los vectores de lanzamiento: aviones y misiles de corto y medio alcance.

La responsabilidad para iniciar un ataque reside en la Autoridad de Mando Nuclear, que tiene control sobre las 50 o 100 cabezas nucleares que se cree que tiene

En caso de ser necesario, la orden de lanzamiento de la Autoridad de Mando Nuclear sería transmitida a la División de Planes Estratégicos, encargada de la planificación y de la formulación de planes, que a su vez se la transmitiría a los mandos estratégicos de las diferentes fuerzas. No se conocen los procedimientos exactos, aunque se cree que Pakistán usa la regla de los dos (o tres) hombres para asegurar las órdenes de montaje de las cabezas nucleares en los vectores, que se almacenan por separado, y de lanzamiento de ataques.

A partir de 1998, se procedió a modernizar el sistema, que ahora incluye versiones locales de sistemas PAL para garantizar la imposibilidad de una detonación no autorizada. Los procedimientos están especialmente diseñados para dispersar la autoridad de lanzamiento ante el potencial de golpes de decapitación mediante asesinatos de puntos clave de la cadena de mando; una posibilidad muy real en el país.

Israel: derribar el templo

Aunque nunca reconocido oficialmente, es ampliamente conocido que Israel dispone de armas nucleares desde finales de los años sesenta o principios de los setenta; a lo largo de los años, diferentes filtraciones han revelado la sofisticación de los dispositivos israelíes, que incluyen bombas de neutrones capaces de eliminar personas causando mínimos daños al entorno. Se calcula que el país dispone de entre 50 y 100 cabezas nucleares operativas que pueden ser lanzadas mediante aviones, misiles balísticos de alcance intermedio o intercontinental y misiles de crucero lanzados desde submarinos, lo que le proporciona una capacidad de represalia asegurada (segundo golpe) nada desdeñable.

Debido a la falta de profundidad estratégica del país, a la composición de su sociedad y su ejército y a la historia del pueblo judío, Israel considera que no puede perder ninguna guerra, jamás, y por tanto enfatiza aspectos como la inteligencia y la capacidad de maniobra. En cuanto a doctrina nuclear, esto implica que no se descarte ninguna opción, ni siquiera la del ataque preventivo (primer uso), lo cual incluye ataques tácticos contra fuerzas convencionales o incluso la opción Sansón, caso de ser necesaria.


La doctrina nuclear establece al menos cuatro ‘líneas rojas’ que dispararían una represalia caso de ser cruzadas: un ataque convencional que alcanzara regiones pobladas en Israel, la destrucción de la Fuerza Aérea israelí, ataques masivos sobre las ciudades del país (de cualquier tipo) o el uso de armas nucleares en su contra.

Lógicamente, se conocen pocos detalles sobre la estructura de mando y control del armamento nuclear israelí, aunque se piensa que es de tipo colegiado, con la autoridad última en el primer ministro aconsejado por miembros del gabinete y militares. Se considera que el país almacena separadamente los vectores y las cabezas nucleares, aunque al menos en una ocasión parece que se ordenó su montaje durante la Guerra del Yom Kippur, en 1973.

Aunque no hay confirmación oficial, se ha publicado que Golda Meir ordenó la preparación de hasta 13 bombas atómicas en misiles y aviones para usarlas si los ataques sirio y egipcio rompían sus respectivos frentes y como medida de presión para que Estados Unidos lanzara un masivo puente aéreo de armamento a su favor. También se sabe que el arsenal nuclear israelí se puso en estado de alerta durante los primeros ataques a Irak en la Primera Guerra del Golfo, en 1991.

Corea del Norte: el misterio

Públicamente, se desconoce casi todo sobre las armas nucleares norcoreanas, su número, capacidad operativa y sistema de mando y control. La mayor parte de los analistas de su estrategia atómica creen que el desarrollo de este tipo de armas tiene un objetivo político y diplomático más que militar: extraer concesiones de la comunidad internacional y garantizar la estabilidad del régimen, más que su uso puramente militar. Debido a esto y a las características del Gobierno de Corea del Norte, es probable que la autoridad de mando y control esté extremadamente centralizada en la cúpula del Gobierno y del partido.

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