Una “lista negra” de empresas “poco fiables”. Aparentes retrasos en los controles de aduanas. Una investigación sobre FedEx sobre presuntas desviaciones de envíos destinados a Huawei. En el fin de semana en el que han entrado en vigor los nuevos aranceles chinos y estadounidenses sobre productos respectivos, algo que marca el comienzo de una nueva fase en la disputa comercial y tecnológica entre ambos, Pekín ha subido las revoluciones en sus respuestas. “China no va a ceder en cuestiones de principio. China no quiere una guerra comercial, pero no teme una y combatirá en ella si es necesario”, asegura unlibro blanco sobre las negociaciones, que ha presentado el Gobierno a bombo y platillo en una rueda de prensa este domingo.
En opinión de Pekín, el punto muerto en que se encuentran las conversaciones comerciales con Estados Unidos es total y únicamente responsabilidad de Washington. Y que ese Gobierno le acuse de haber hecho fracasar las negociaciones después de 11 rondas le parece “irresponsable”. “EE UU rompió constantemente sus promesas, fue insaciable en sus exigencias al pedir cosas que violan la soberanía china y seguir insistiendo en mantener los aranceles sobre productos chinos”, afirmó el viceministro de Comercio, Wang Shouwen, uno de los integrantes de la delegación de su país para ese diálogo, al presentar el libro blanco.
“Si la parte estadounidense quiere usar una presión extrema, escalar las fricciones comerciales, obligar a China a someterse y hacer concesiones, es algo absolutamente imposible”, subrayó el viceministro.
Ambos países concluyeron la última ronda de conversaciones el pasado 10 de mayo en Washington, el mismo día que Estados Unidos confirmó la subida de aranceles hasta el 25% a 200.000 millones de dólares de productos chinos. Pekín replicó tres días después con el anuncio de un alza similar sobre 60.000 millones de dólares en bienes de EE UU. Estas nuevas tasas han comenzado a aplicarse este sábado, sin que los dos países, mientras tanto, den visos de retomar las negociaciones.
Al contrario, la retórica entre ambos se ha ido endureciendo, y los gestos indican que los dos países se preparan para que su conflicto comercial sea una larga guerra de trincheras. Mientras EE UU ha prohibido a sus empresas hacer negocios con el gigante tecnológico chino Huawei a partir del 19 de agosto, y podría imponer sanciones similares a otras empresas chinas del sector, China amenaza con responder limitando las exportaciones a EE UU de sus tierras raras, metales de uso en numerosas áreas pero imprescindibles en la fabricación de bienes tecnológicos.
Este viernes, Pekín dio a conocer que elaborará una “lista negra” de empresas foráneas “poco fiables” similar a aquella en la que Estados Unidos ha incluido a Huawei para negarle el acceso a su tecnología. En esa lista, según el Ministerio de Comercio, figurarán empresas, entidades o incluso individuos extranjeros que violen las reglas de mercado o sus obligaciones contractuales hacia contrapartes chinas. También aquellos que adopten “medidas discriminatorias” para perjudicar a las empresas chinas -un concepto dirigido a aquellas compañías que ya han declarado que acatarán las sanciones estadounidenses contra Huawei u otras firmas nacionales- o que perjudiquen la seguridad y los intereses chinos.
En concreto, ha precisado el portavoz del ministerio de Comercio, Gao Feng, esa lista negra estará dirigida sobre todo a las compañías que bloqueen a las firmas chinas por razones que no tengan que ver con los negocios. Se basará en las leyes de seguridad nacional, antimonopolio, y comercio exterior, y las consecuencias exactas que acarree figurar en esa lista se anunciarán “en un futuro próximo”.
Tal y como se ha planteado, esa lista puede afectar a un amplio elenco de multinacionales tecnológicas. Desde la británico-japonesa ARM a la nipona Toshiba, pasando por las estadounidenses Google, Qualcomm o Intel, han anunciado que dejarán de suministrar componentes o software a Huawei, a la que el Ejecutivo de EE UU acusa de representar un peligro para la seguridad por su opaca estructura de negocio y las dudas sobre su relación precisa con el Gobierno chino.
Sin visos de que las negociaciones puedan retomarse en algún punto del futuro próximo, si es que se retoman, los ojos están puestos en la cumbre del G20 en Osaka (Japón), en la que coincidirán el presidente de EE UU, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping. Únicamente a ese nivel parece que pueda llegarse a algún tipo de acuerdo que permita destrabar el punto muerto.
El inquilino de la Casa Blanca ha dado por seguro que se reunirá allí en una bilateral con el jefe de Estado chino. Pero Pekín no ha confirmado hasta el momento esa posibilidad; el viceministro Wang esquivó este domingo el asunto: “No tengo ninguna información al respecto que darles”, replicó cuando se le preguntó sobre ello.
Aunque el viceministro, y el libro blanco, han dejado la puerta abierta a las negociaciones. “Han de ser mutuamente beneficiosas y desarrollarse en un nivel de igualdad”, ha subrayado Wang. Previamente, en un foro de Defensa en Singapur, el ministro chino de Defensa, Wei Fenghe, resumía así la posición china: “Si Estados Unidos quiere hablar, tenemos la puerta abierta. Si quieren un enfrentamiento, estamos preparados”.
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