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jueves, 6 de junio de 2019

Xi se acerca más a Putin para resistir las presiones de Trump en el G20



La Cumbre del G20 en Osaka se encuentra ante una bifurcación: Trump acepta el nuevo orden tripolar y comparte con Rusia y China sus respectivas esferas de influencia geopolíticas y regionalismos geoeconómicos o prosigue el caos y la fractura global todavía controlados, hasta que Trump se convenza de la 'estabilidad estratégica' tripolar.

Trump constata la fractura del caduco orden de la OTAN, no se diga del desplome de la fracasada supremacía 'globalista' —a tal grado de desairar de nueva cuenta a la canciller alemana Merkel durante la conmemoración del 'Día D' a la usanza estadunidense—, mientras Xi Jinping visitaba Moscú—para reunirse por enésima vez con Vladímir Putin y así celebrar el aniversario 70 de la relación bilateral de Rusia y China—, y asistía a la Cumbre Económica Internacional de San Petersburgo, la ciudad natal del presidente ruso.

El portal South China Morning Post, con sede en Hong Kong y propiedad de Alibaba, admite que 'China busca el apoyo de Rusia y los países de Asia Central en medio de las tensiones con EEUU'.

Ya es perogrullada: el mandatario chino Xi se ha reunido más veces con Putin que con cualquier otro líder foráneo desde que accedió al poder hace 6 años.

Xi también aprovechará la oportunidad para asistir a la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en la capital de Kirguistán, Biskek, del 13 al 14 de junio.

La jerarquía china no pierde el tiempo y su influyente vicepresidente Wang Qishan ha visitado Pakistán, Holanda y Alemania cuando se ha intensificado la competencia de China y EEUU en varios frentes: desde el Ártico, pasando por el binomio mar del Sur de China/Taiwán, hasta la guerra tecnológica y comercial.

En solo dos meses, el mandatario chino Xi Jinping se ha reunido con su homólogo ruso, Vladímir Putin, quien acudió al Foro de la Ruta de la Seda en Pekín.

El comercio bilateral entre Moscú y Pekín rebasó los 100.000 millones de dólares en 2018, donde predominan las importaciones de gas y petróleo por China.

Ni Rusia ni China buscan la confrontación con Trump, sino más bien conforman un frente de resistencia ante las asfixiantes sanciones y 'guerras multidimensionales' de EEUU.

En fechas recientes, Mike Pompeo, secretario de Estado y exdirector de la CIA, visitó Sochi, donde celebró una amigable y fructífera reunión con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, con el fin de distender varios frentes candentes.

No fue gratuito que días después, en el clásico estilo de la CIA, se haya filtrado a The Washington Post la crítica de Pompeo a la oposición venezolana que no consigue entenderse entre sí, así como su postura realista ante la inviabilidad del 'acuerdo del siglo' del plan de Jared Kushner, el 'talmúdico' yerno de Trump, para "resolver" el contencioso palestino, que prácticamente significaría su humillante claudicación en beneficio del proyecto irredentista del 'Gran Israel' con las anexiones del Golán, el este de Jerusalén y la mayor parte de Cisjordania.

Trump coquetea con Putin con el fin de alejarlo de Xi, quien tampoco busca agravar la situación con EEUU, a juicio de Danil Bochkov, colaborador del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, quien aduce que "para China es importante demostrar que tiene un amigo confiable [Rusia], pero que no debe ser hecho en una manera abiertamente provocativa".

Según South China Morning Post, la cumbre entre Xi Jinping y Vladímir Putin acercó aun más a China y a Rusia y propulsaron su relación a "algo cercano a una alianza" con el fin de "resistir las presiones de Trump".
Después de la reunió, el presidente ruso declaró que el acuerdo de los dos países en temas globales "alcanzó [sin exageración alguna] un alto nivel sin precedentes".

Por su parte, el presidente chino comentó que las relaciones bilaterales habían sido optimizadas a una "nueva era": al nivel de "una asociación de coordinación estratégica integral".

Cabe señalar que el mandatario chino, Xi Jinping, usa regularmente los términos de 'nueva era' en referencia al ascenso político global de China frente a la decadencia de EEUU.

Xi se desvivió en elogios al presidente ruso, a quien calificó de ser "su mejor amigo" y con quien "ha interactuado más extensamente", en clara alusión a su enfriamiento con Trump.

En forma inesperada y contra su prudente costumbre, Xi fustigó las sanciones de EEUU contra Irán, asentando que Rusia y China ostentan la misma postura al respecto: "con EEUU recientemente imponiendo presión extrema y sanciones unilaterales contra Irán, las tensiones sobre el tema nuclear en Irán y aun en todo el Oriente Medio se han vuelto preocupantes".

Como si lo anterior fuera poco y no se supiera, China fortalecerá la ruta del mar del Norte de Rusia en el Ártico. Cada vez es más notorio que la Ruta de la Seda de China va en paralelo a la ruta del norte de Rusia en el Ártico.

Shi Yinhong, miembro del Consejo de Estado de China, interpretó que la visita de Xi a Rusia otorga a China más influencia en su competencia geoestratégica con EEUU: "el anuncio de China de que sus lazos con Rusia entraron a una nueva Era, el énfasis de los vínculos personales de Xi con Putin, y el exhorto a EEUU sobre Irán están diseñados contra el antecedente de tensiones sin precedentes entre EEUU y China y la duradera confrontación entre Rusia y EEUU".

Amén de 'practicar sus pagos' con sus respectivas divisas, el rublo y el renminbi, no pasó desapercibida el inicio de colaboración de Huawei con MTS, el mayor operador móvil de Rusia, para desarrollar la tecnología 5G y el lanzamiento piloto de redes.

La agencia china Xinhua dio vuelo a la declaración de Rusia y China sobre la "estabilidad estratégica global" que manifiesta la "voluntad de salvaguardar al multilateralismo".

El concepto de 'estabilidad estratégica' fue definido en 1990 por EEUU y la ex-URSS como la remoción de incentivos para que cualquiera de las superpotencias lance un primer golpe nuclear.

La efímera unipolaridad de EEUU —que se extendió para unos, desde 1991 al 2001 (atentados del 11/09); para otros, desde 1991 hasta el 2008, hasta la crisis financiera global por la quiebra del banco estadounidense de Lehman Brothers— perturbó la 'estabilidad estratégica' que, con el ascenso de China y la resurrección de Rusia, obliga a EEUU a recapacitar sobre la imperativa necesidad de un mundo multipolar.

Llama la atención que el canciller ruso, Serguéi Lavrov, haya manejado frente a Mike Pompeo el concepto de 'estabilidad estratégica', al que se ha adherido China y que, a mi juicio, Trump no tiene más remedio que asimilar en forma realista, que hoy de facto significa la 'multipolaridad nuclear' .

La trascendental —debido a su coyuntura geoestratégica— Cumbre del G20 en Osaka, Japón, con las probables cumbres al margen de Trump tanto con el mandatario chino, Xi Jinping, como con el presidente ruso, Vladímir Putin, respectivamente, marcará los límites y/o los alcances de la 'estabilidad estratégica' que necesariamente será tripolar o no lo será.

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