Hoy en día España es el único país de la Unión Europea que practica el
cultivo de maíz transgénico a gran escala. La cuestión provoca muchas
controversias.
Desde el punto de vista de los ecologistas, este tipo de cultivo pone en riesgo la agricultura tradicional y la biodiversidad.
Mientras tanto, las empresas que promueven el uso de la biotecnología
en los productos alimenticios argumentan que el uso de transgénicos hará
que el sector sea más productivo y que incluso podría contribuir a
paliar el problema de la hambruna en el mundo. Ven en los argumentos de
sus opositores elementos políticos que, en su opinión, contaminan el
debate científico. Juan Quintana, director de la Fundación Antama (lobby
de industrias de biotecnología), subraya: "Lo que hay en Europa es una
batalla claramente ideológica. Se está haciendo una lucha contra los
transgénicos y, en general, contra las multinacionales por el hecho de
que las semillas biotecnológicas hayan sido puestas en el mercado por
multinacionales".
Un representante de la parte opuesta, David Sánchez, responsable de
agricultura de la organización ecologista Amigos de la Tierra, comenta
que el maíz transgénico supone un 20% del total del maíz que se cultiva
en España, y ocupa un área de 76.000 hectáreas. Asimismo, en la zona
donde se ha cultivado maíz transgénico ha desaparecido el maíz ecológico
por contaminación.
Mientras tanto, Quintana afirma que el término 'contaminación' que
suele ser empleado por los ecologistas en los debates es totalmente
erróneo, ya que no se trata de algo que sea perjudicial y que esté
reconocido como tal: "Las semillas biotecnológicas, transgénicas, que se
cultivan y están en el mercado están aceptadas como inocuas desde el
punto de vista ambiental y de la salud (...). El problema es de
coexistencia. La palabra contaminación yo creo que tergiversa el
lenguaje y se usan una palabras peyorativas cuando realmente no es el
caso".
Los partidarios de los cultivos biotecnológicos opinan que la discusión
debe basarse en datos avalados por la comunidad científica. Según la
Organización Mundial de la Salud, hoy en día no hay pruebas de que el
consumo de los alimentos genéticamente modificados que habían analizado
provoque efectos negativos en la salud humana.
Sin embargo, los detractores afirman que no se están escuchando todos
los puntos de vista al respecto. Según Sánchez, las críticas hacia los
transgénicos se ignoran sistemáticamente: "Se desacredita a cualquier
científico que publique algo en contra porque la corriente oficial es
que hay que estar apoyando a los transgénicos".
En plena época de debates feroces, la tercera parte implicada, las
asociaciones de consumidores, intentan proteger los derechos del
ciudadano a la hora de poder elegir lo que consume. José Ángel Oliván,
presidente de la Unión de Consumidores de España, insiste en que la
presencia de los productos genéticamente modificados debe estar clara,
ser conocida y declarada, y una cuestión optativa por parte de los que
pagan. Según Oliván, el consumidor debe tener derecho de "ejercer esa
soberanía de quererlo o no quererlo. Y efectivamente esto hoy en día no
se produce ni de lejos, vamos".
Los debates entre las distintas partes acerca del consumo de
transgénicos son muy intensos en todo el mundo. Ucrania, por ejemplo,
acaba de adoptar una ley por la que todos los productos biotecnológicos
en el territorio del país se extinguirán, y en Rusia la situación
todavía es ambivalente. En 1996 se aprobó la legislación destinada a
controlar los productos de ingeniería genética. Hoy en día en el
territorio del país están permitidas labores de investigación con los
transgénicos, pero está prohibida su industrialización. Sin embargo, las
empresas nacionales tienen derechos para importar materias primas
alimenticias que contengan elementos biotecnológicos y también semillas
transgénicas, lo que crea una situación bastante ambigua. Las
correspondientes regulaciones tienen previsto que los transgénicos
importados pasen pruebas de seguridad en instituciones científicas rusas
antes de ponerse en circulación. Además, está prescrito que todos los
alimentos que contengan elementos genéticamente modificados lo indiquen
en las etiquetas.
Sin embargo, los opositores argumentan que hasta ahora no se ha
desarrollado un sistema de pruebas adecuado que permita garantizar al
100% que un producto biotecnológico consumido no haga ningún tipo de
daño posteriormente al organismo humano. Y, en cuanto a las etiquetas,
la situación, a veces, puede resultar absurda: se puede encontrar la
frase 'El Producto no contiene transgénicos' en un artículo determinado.
Pero no existen etiquetas que avisen al consumidor de que un producto
sí 'Contiene transgénicos'. Además, desde 2007 está permitido no indicar
que el alimento contiene transgénicos si su presencia no supera un
0,9%.
Artículo completo en: http://actualidad.rt.com/ciencia_y_tecnica/medicina_salud/issue_11449.html
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