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viernes, 26 de febrero de 2016

La amenaza takfirí en el Cáucaso Norte



El 8 de abril de 2014 el Servicio Federal de Seguridad (FSB) ruso anunciaba la muerte de Dokú Umárov, autoproclamado emir del Cáucaso, responsable del atentado contra el aeropuerto moscovita de Domodedovo en 2010.

Nacido en la antigua República Soviética de Chechenia-Ingushia, Umárov fue proclamado quinto presidente de la República Chechena de Ichkeria en junio de 2006, -sucediendo en el cargo al terrorista takfiri Sheik Abdul Halim- cargo que ostentaría hasta octubre de 2007, cuando el propio Umárov anunciase la disolución de Ichkeria y creación del Emirato del Cáucaso, del que el propio Umárov se proclamaria emir. En plena guerra ruso-chechena, la aparición del Emirato del Cáucaso supuso la confirmación definitiva de la radicalización de la insurgencia en el Cáucaso Norte y de la aparición del wahabismo como elemento clave en la campaña de desestabilización de Rusia. «Tras la muerte de Dokú Umárov en 2014, el efímero Emirato del Cáucaso se dió por finalizado, pero no así la amenaza del terrorismo takfiri, amenaza a la que aún hoy Rusia se enfrenta» nos explica uno de los redactores de la televisión chechena.

Tras una sangrienta guerra que dejó decenas de miles de muertos, la estrepitosa derrota de la Rusia de Yeltsin trajo tras de si la independencia definitiva de Ichkeria, consolidando un efímero estado que duraría sólo tres años (1996-1999). Una Ichkeria que sin apoyos internacionales -a excepción del Emirato Islámico de Afganistán- estuvo sumida en el más absoluto caos, y se caracterizo por la continua lucha de poderes entre clanes rivales, los turbios negocios de una parte de la oligarquía rusa con el independentismo y el crimen organizado. En este contexto, el wahabismo fue adquiriendo cada vez más peso en la sociedad chechena y consiguió radicalizar a las principales figuras del independentismo checheno, hasta entonces considerados laicos o de corte islámico moderado. Figuras como Aslán Masjádov o Shamil Basáyev -este último responsable del ataque terrorista contra la escuela de Beslán en 2004- pasaron de profesar un sunnismo espiritual al wahabismo más radical. Aunque la mayoría de expertos creen que la radicalización del independentismo y la expansión del wahabismo en Chechenia tuvo lugar tras la primera guerra ruso-chechena, el lider sufí Said Yajyev cree que «el wahabismo empezó a cobrar peso en Chechenia a finales de los años 80, coinciendo con el Glasnost soviético». Ya en el verano de 1992, antes de que el primer conflicto ruso-checheno estallase, el ex-general soviético y flamante presidente de la Ichkeria independiente Dzhojar Dudayev, realizaba un viaje por Arabia Saudí y otras monarquías del Golfo Pérsico con el fin de recabar los apoyos -políticos y económicos- necesarios en su guerra contra Rusia.

«Islam popular» frente al wahabismo

Grozny, capital de Chechenia, fue considerada por la ONU como «la ciudad más devastada de Europa» tras la primera guerra chechena. La Grozny de hoy, reconstruida gracias a importantes inversiones rusas, es sin embargo una ciudad totalmente nueva y moderna que se esfuerza por proyectar la imagen de una «nueva Chechenia», una Chechenia orgullosa de pertenecer al mundo islámico ruso. La mezquita Ahmet Kadyrov, la más grande Europa, es lugar de peregrinación diario y de culto para miles de musulmanes chechenos. El islam sunnita es la religión mayoritaria en la República y se basa en la tradición sufí, un movimiento gnóstico del Islam que pone el énfasis en la espiritualidad y el misticismo y establece prácticas destinadas al logro de un mayor desarrollo espiritual interno. A día de hoy, el sufismo constituye la principal seña de identidad de la nación chechena. «Estamos en una República Islámica» nos dice con entusiasmo Mohammed mientras recita en árabe los versículos del corán. Al igual que él, muchos jóvenes chechenos son favorables al estatus religioso que la propia constitución otorga a la República, y que hace del islam la religión oficial de la República; El joven, que muestra una cierta simpatía por la lucha independentista chechena de antaño, es sin embargo rotundo en su rechazo al extremismo wahabita y a los grupos takfiries que operan en la región, «El islam es paz, no es guerra. Los takfiries hacen una interpretación totalmente erronea de la religión islámica» se queja mientras prosigue, críticando la creciente islamofobia existente en el mundo occidental «En occidente existe un discurso interesado sobre nuestra religión, a algunas personas les interesa relacionar Islam con terrorismo y eso es intolerable». Tras los atentandos de Paris en enero de 2015, Grozny fue escenario de una de las mayores movilizaciones de rechazo a la islamofobia y el racismo del satírico francés Charlie Hebdo. Un millón de personas, según datos oficiales, se manifestaron en la explanada de la mezquita Ahmet Kadyrov en rechazo a «la campaña occidental contra la religión islámica». El propio presidente checheno Ramzán Kardyrov y otros representantes de las autoridades chechenas participaron en las masivas movilizaciones.

Desde la década de los 90, la composición étnico-religiosa ha experimentado grandes cambios en Chechenia; La comunidad checheno-musulmana ha ganado peso en la sociedad, en detrimento de otras comunidades y etnias -principalmente rusos- que históricamente habitaban al norte del rio Terek y que hoy son totalmente minoritarias. Para Rusia sin embargo, parece ser un precio lógico a pagar a cambio de mantener una cierta estabilidad en el región; El establecimiento de una República Islámica, basada en el sufismo y que rechace el extremismo religioso, es garantía de seguridad frente a los intentos extranjeros por exportar el islam radical y el wahabismo al Cáucaso Norte. Al mismo tiempo, la «islamización» tolerada por el Kremlin en Chechenia sirve de contrapeso para evitar la radicalización religiosa de la sociedad. Cabe recordar que Rusia es un pais donde el 10% de población es musulmana y donde el respeto a las minorías religiosas sigue siendo bandera de la Rusia plurinacional. «Detrás del wahabismo esta el interés de EEUU, Israel y sus aliados de utilizar el sectarismo religioso como elemento para dividir y favorecer sus intereses geopolíticos» nos dice Shamil, un joven musulmán-ruso de origen checheno que vive desde hace cuatro años en Grozny. Sobre la situación actual en la región, Shamil se muestra feliz porque «ahora viven en paz y son felices». «No queremos que la guerra vuelva al Cáucaso» nos confiesa el joven. Al igual que él, la mayoría de chechenos están cansados de guerras y anhelan la paz, pero temen que el avispero caucásico pueda estallar en cualquier momento.

Ramzán Kadyrov: estabilidad y «mano dura»

Ramzán Kadyrov, hijo del difunto presidente Ahmet Kadyrov y ex-combatiente independentista, se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los políticos más relevantes, no solo en la escena política rusa, sino también internacional. Kadyrov es responsable de la actual situación de seguridad en la República Rusa de Chechenia y sus hombres -las fuerzas especiales rusas Spetsnaz-, son los encargados de mantener el orden constitucional. Convertidos en una auténtica «fuerza de choque»,formada por miles de combatientes, los spetsnaz luchan contra los grupos terroristas y takfiries que operan en el Cáucaso Norte. Y más allá. Kadyrov ha planteado en numerosas ocasiones la posibilidad de enviar a sus hombres a Ucrania o Siria, en misión especial, con el objetivo de «combatir a los enemigos de Rusia» y al propio EIIL (Daesh, en árabe). En declaraciones recientes, el presidente checheno afirmaba que «muchos de los chechenos que combaten junto a Daesh son en realidad agentes dobles a su servicio». Las declaraciones e intenciones del presidente checheno no suelen dejar indiferente a nadie y su figura desata siempre una gran polémica en el mundo occidental, desde donde se le considera «una amenaza para la estabilidad mundial». Según algunos organismos internacionales Kadyrvo estaría involucrado en la «vulneración sistemática de derechos humanos en Chechenia» y sus detractores políticos le acusan de «gobernar Chechenia con mano de hierro». Además su sombra planea la muerte, entre otros, del opositor ruso Boris Nemtsov o de la periodista e investigadora ruso-americana Anna Politkovskaya, asesinada en 2006, tras las denuncias sobre los supuestos crimenes rusos cometidos en las guerras de Chechenia.

Polémico, y carismático, Ramzán Kadyrov ha logrado en estos años lo que ningún gobernante había sido capaz de lograr en Chechenia en las últimas décadas: estabilidad. Retratos suyos y de su difunto padre invaden hoy las calles de una Grozny pacificada, donde la ley, el orden y la estabilidad vuelven a imperar. La sociedad chechena, no exenta hoy de la amenaza terrorista, parece haber depositado en la Chechenia rusa de Kadyrov parte de las esperanzas por vivir en paz, a pesar de que Rusia siga siendo visto como algo ajeno y extranjero para la mayoría de chechenos. A pesar de una historia de cientos de años de lucha contra Rusia en sus diferentes expresiones. gran parte de los chechenos ve hoy a Rusia -y especialmente al presidente Putin- más como un aliado que como un enemigo. Putin a su vez, ha ejecutado una magistral y brillante jugada en uno de los puntos débiles de Rusia: valerse del «clan Kadyrov» como garantía de gobernabilidad y estabilidad. Algo que quizás sea incomprensible para la mayoría de analistas, politólogos y sociólogos occidentales, que lejos de intentar manejar la lógica de la realpolitik caucásica y chechena, prefieren valerse de la lógica occidental con el fín de comprender una realidad política y nacional tan compleja como la chechena.

Y es que para comprender la política rusa en Chechenia es necesario primero entender el funcionamiento del Cáucaso y de sus sociedades. A lo que a día de hoy se enfrenta Rusia en Chechenia es una réplica exacta, a pequeña escala, de la guerra que vive Siria y en parte a ello se debe la firme decisión de Rusia intervenir militarmente, de jugar la primera partida de este guerra, en el pais árabe; Porque la intervención militar rusa en Siria no sólo es en defensa de sus intereses en la región o en defensa de un firme aliado como es Siria, es también una intervención en defensa -a medio y largo plazo- de los intereses rusos dentro de sus propias fronteras; Porque en una región como la caucásica -rica en recursos y con una importante industria petroquímica- de importancia geoestratégica vital para Rusia, la combinación de ciertos elementos podría desatar una guerra a gran escala, con el wahabismo como actor principal.

Escrito por Ibai Trebiño

Periodista. Durante los años 2014 y 2015 trabaja como corresponsal en la guerra de Ucrania para los diarios vascos Berria y Argia, y produce el documental «Donbass: Guerra en el corazón de Europa». Ha trabajado en el espacio postsoviético y los Balcanes: Abjasia, Chechenia o Kosovo. Además, colabora en medios como HispanTV o RT.

FUENTE: HISPANTV

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