Todos los temas claves reflejan 4 vectores principales del Nuevo Gran Juego que se desarrolla por todo el sur global: la energía y los recursos energéticos; la industria y el trabajo; las reglas del mercado y el comercio y la logística. Sin embargo, van más allá al explorar los sutiles matices de la guerra de civilización actual.
Entonces, en Vladivostok se ha presentado:
Un debate serio sobre el auge del antineocolonialismo, expuesto, por ejemplo, por la delegación de Birmania. Geoestratégicamente Birmania, como puerta privilegiada hacia el Sudeste Asiático y el océano Índico, siempre fue un objeto de juegos de 'divide y reinarás', en los que al Imperio británico solo le importaba extraer recursos naturales. Esto es de lo que se trata el colonialismo científico.
Un debate serio sobre el concepto del estado-civilización, ya elaborado por los científicos chinos y rusos, y aplicado a China, Rusia, India e Irán.
La interconexión de los corredores de transporte y conectividad. Esto incluye la mejora del Transiberiano en un futuro próximo; un impulso al Trans-Baikal —la línea ferroviaria con más carga en el mundo— que conecta los Urales con el Lejano Oriente; un renovado impulso a la Ruta del Mar del Norte (en agosto, dos petroleros rusos navegaron desde la ciudad rusa de Murmansk, a través del Ártico, hasta China por primera vez, demorando 10 días menos que a través de la ruta por el canal de Suez); y la llegada de la ruta Chennai-Vladivostok, que se conectará al Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INT-S-C/CI-T-N-S).
El sistema de pago común de Eurasia se discutió en detalle en una de las plataformas clave, gran Eurasia, los impulsos para la Formación de un Sistema Monetario y Financiero Internacional Alternativo. El inmenso desafío de establecer una nueva moneda de liquidación de pagos contra monedas tóxicas instrumentalizadas en una implacable guerra híbrida. En otra plataforma han abordado el tema de la probabilidad de celebrar una cumbre conjunta de los BRICS y la Unión Económica Euroasiática (U-E-E) en 2024.
Todos a bordo del tren de Kim
La génesis del viaje en tren de Kim Jong-un al Lejano Oriente ruso, coincidiendo con el Foro, es un magistral y estratégico golpe que se preparaba desde 2014, en la época del Maidán.
Xi Jinping entonces estaba en el inicio de su primer mandato; anunció la Nueva Ruta de la Seda hace exactamente diez años, primero en Astaná (Kazajistán), y luego en Yakarta (Indonesia). Se suponía que la República Popular Democrática de Corea (RPDC) no iba a integrarse en este vasto proyecto paneuroasiático que pronto se convertiría en el concepto global de la política exterior china.
La República Popular Democrática de Corea estaba entonces en una racha contra el Hegemón, bajo Obama, y Pekín no era más que un espectador preocupado. Moscú, por supuesto, siempre estuvo centrado en la paz en la península coreana, sobre todo porque sus prioridades geopolíticas en 2014 eran Donbás y Siria/Irán. Lo último que Moscú podía permitirse era una guerra en Asia-Pacífico.
La estrategia de Putin fue enviar al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, a Pekín e Islamabad para calmar los ánimos. En aquel momento, Pakistán estaba ayudando a Pyongyang a militarizar su arsenal nuclear. Simultáneamente, el propio Putin se acercó a Kim, ofreciéndole serias garantías: te cubrimos la espalda si alguna vez se produce un ataque del Hegemón apoyado por Seúl. Aún mejor: Putin consiguió que el propio Xi redoblara las garantías.
El imperativo categórico era simple: mientras Pyongyang no iniciara ningún problema, Moscú y Pekín estarían a su lado.
Se instauró entonces una especie de calma antes de cualquier posible tormenta, aunque Pyongyang siguiera probando sus misiles. Así, con el paso de los años, la mentalidad de Kim cambió; se convenció de que Rusia y China eran sus aliados.
La integración geoeconómica de la República Popular Democrática de Corea en Eurasia se discutió seriamente en ediciones del Foro Económico Oriental de Vladivostok antes de la pandemia del COVID. Esto incluía la tentadora posibilidad de un ferrocarril transcoreano que uniera el norte y el sur con Lejano Oriente, Siberia y el resto de Eurasia.
Así que Kim empezó a ver una imagen de la Gran Eurasia y cómo Pyongyang podría empezar a beneficiarse geoeconómicamente de una asociación más estrecha con la Unión Económica Euroasiática (U-E-E), la Organización de Cooperación de Shanghái (O-C-S) y la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).
Así es como funciona la diplomacia estratégica: inviertes durante una década y luego todas las piezas encajan cuando un tren blindado sigue moviéndose por la región rusa de Primorie.
Desde la perspectiva de un triángulo Rusia-China-República Popular Democrática de Corea, no es de extrañar que el Occidente colectivo haya quedado reducido a la condición de niños pequeños llorones en un arenero. El enclenque eje Estados Unidos-Japón-Corea del Sur de la hegemonía para contrarrestar, simultáneamente, a China y a la República Popular Democrática de Corea, es una broma comparado con el flamante papel de la República Popular Democrática de Corea como una especie de Distrito Militar de Asia-Pacífico, adyacente a su vecino inmediato, el Lejano Oriente ruso.
Habrá integración militar, por supuesto, en defensa, antimisiles, radares, puertos, aeródromos. Pero el vector clave, en el camino, será la integración geoeconómica. A partir de ahora, las sanciones carecen de sentido.
Nadie en 2014 veía cómo se desarrollaba todo esto, excepto un analista muy agudo que acuñó el precioso concepto de Doble Hélice para definir la asociación estratégica integral Rusia-China, todavía en evolución en aquel momento.
La Doble Hélice explica perfectamente la simbiosis geoestratégica de amplio espectro entre dos estados-civilizaciones que son antiguos imperios, pero que desde mediados de la década anterior decidieron voluntariamente acelerar su impulso mutuo para liderar a la mayoría global en el camino hacia la multipolaridad.
El camino hacia el policentrismo
Finalmente, todo lo anterior se ha unido en la última plataforma en Vladivostok, que para japoneses y coreanos es conocido informalmente como la capital europea de Asia, en el corazón de Asia-Pacífico. El debate se centró sobre una alternativa global al dominio occidental. Occidente, por cierto, fue absolutamente invisible en el Foro.
La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, María Zajárova, lo resumió todo: las recientes cumbres del G20 y los BRICS habían preparado el terreno para el extraordinario discurso del presidente Putin en la sesión plenaria de Vladivostok.
Zajárova aludió a una "fantástica paciencia estratégica". Eso se aplica a toda la política de "pivote hacia Asia" y de impulso al desarrollo de Lejano Oriente, iniciada en 2012, y que ahora implica un giro completo de la economía rusa hacia la geoeconomía enfocada en Asia-Pacífico. Pero, al mismo tiempo, también se aplica a la integración de la República Popular Democrática de Corea en el tren de alta velocidad geoeconómico euroasiático.
Zajárova subrayó que Rusia "nunca ha apoyado el aislamiento", siempre ha "abogado por la asociación", algo que el foro de Vladivostok mostró gráficamente a decenas de delegaciones del sur global. Y ahora, en las condiciones de una "lucha sucia, ilegal y sin reglas", un grave enfrentamiento, la posición rusa sigue siendo fácilmente reconocible para la mayoría global: "No aceptar la dictadura".
Andréi Denísov, embajador extraordinario y plenipotenciario, mencionó al analista político del crack, Sergéi Karagánov, como uno de los impulsores claves del concepto de la Gran Eurasia. Más que "multipolaridad", argumentó Denísov, lo que se está construyendo es "policentricidad": una serie de círculos concéntricos, en los que participan multitud de socios de diálogo.
La exministra austríaca de Asuntos Exteriores, Karin Kneissl, dirige ahora un nuevo centro analítico en San Petersburgo, G.O.R.K.I. Como europea que acabó condenada al ostracismo por sus propios compañeros bajo la toxicidad flagrante de la cultura de la cancelación, subrayó cómo la libertad y el Estado de Derecho han desaparecido en Europa.
Kneissl se refirió a la batalla de Actium como el paso clave del poder del Mediterráneo oriental al occidental: "Ahí empezó el dominio de Occidente", con toda la mitología construida en torno al Imperio Romano que obsesiona a la anglosfera hasta el día de hoy.
Con la demencia de las sanciones y la rusofobia irracional instalada a la cabeza de la Unión Europea y de la Comisión Europea, subrayó Kneissl, desapareció la noción de que "hay que preservar los tratados", mientras que "se ha destruido el Estado de derecho". Esto es lo peor que le podía haber pasado a Europa".
Alexandr Dúguin, en línea, llamó a comprender "la profundidad de la dominación occidental", expresada a través del hiperliberalismo. Y propuso un avance clave: el modus operandi, en cursiva occidental, debería convertirse en objeto de investigación, en una especie de intento gramsciano de definir lo que distingue a la ideología occidental, y actuar así hacia una "descolonización profunda".
En cierto sentido, esto es lo que intentan los actores actuales en África Occidental: Malí, Burkina Faso, Níger. Esto plantea la cuestión de quién es un verdadero soberano en un mundo nuevo. Occidente, argumenta Dúguin, es un soberano totalitario; Rusia, como potencia nuclear y primera potencia militar definida como una amenaza existencial por el Hegemón, también es un Soberano.
Luego están China, la India, Irán y Turquía. Son puntos claves en un diálogo de civilizaciones; en realidad, lo que propuso el expresidente iraní Jatamí a finales de la década de 1990, y lo que luego descartó el Hegemón.
Dúguin señaló que China "se ha alejado mucho en la construcción de un Estado civilizacional". Rusia, Irán e India no se quedan atrás. Estos serán los actores esenciales que dirigirán al mundo hacia la policentricidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario