Oficialmente, Arabia Saudita señaló que el déficit presupuestario se elevó a 98 mil millones de dólares en 2015, cifra equivalente al 16 por ciento del producto interno bruto del país. Este alto y repentino incremento del déficit no podría tenerlo ningún país europeo porque recibiría los castigos de la UE, la CE y el BCE. Los saudíes pueden hacerlo porque en ello son soberanos. En todo caso, para contrarrestar los números rojos, la familia real aplicará un amplio programa de austeridad con un presupuesto mucho más tacaño para el 2016, pero en el cual no reducirá ni un ápice su abultado gasto militar que ejecuta en las guerras de Yemen y Siria.
El gobierno de Riad señaló que los ingresos del petróleo fueron en 2015 poco más del 70 por ciento de lo presupuestado inicialmente. En comparación, los ingresos del petróleo en 2014 fueron el 89 por ciento de lo planeado, cuando comenzó el descenso del precio. Esto ha obligado al gobierno a reducir gradualmente los subsidios al agua y la electricidad; elevar los impuestos a los refrescos y al tabaco, y aplicar reformas estructurales como la privatización de una serie de empresas públicas. Todas estas malas noticias son el resultado del fuerte descenso en el precio de su principal y único producto de exportación, el petróleo, del cual es el principal productor mundial.
¿Víctima, o victimario?
Si bien Arabia Saudita quiere aparecer como la víctima del colapso petrolero, lo cierto es que ha sido el principal impulsor de la caída de los precios al continuar aumentando la producción de crudo. La estrategia de los saudíes ha sido sacar del mercado a los productores de Rusia y Estados Unidos y para ello ha aplicado su cuña como máximo líder del cártel de la OPEP. Pese a la fuerte caída de los precios, Arabia Saudita no ha dejado de aumentar la producción en más de 850 mil barriles diarios desde fines del año pasado, produciendo una media de 10,33 millones de barriles diarios en noviembre. Lejos de recortar la producción, Arabia Saudita produce más y más desatando una verdadera guerra de precios que es también una cruenta guerra financiera.
Por eso, contrariamente a lo que se esperaba, en la reunión anual de los países productores de petróleo (OPEP), el pasado 4 de diciembre, Arabia Saudita señaló que el cártel aumentaría en un 5 por ciento la producción de petróleo: desde los 30 millones a los 31,5 millones de barriles diarios. Esta decisión fue una auténtica declaración de guerra hacia los productores de Rusia y Estados Unidos que dejó en estado de shock al resto de los productores y sumergió en coma al cártel petrolero.
Los saudíes han sido los principales artilleros en la guerra financiera que se libra por el petróleo y su objetivo ha sido infligir un daño permanente a la competencia. Si no fue suficiente con el barril de petróleo a 50 dólares, cuando se estimaba que los costos del esquisto circundaban en torno a los 70 dólares, ejerció presión para arrastrar el precio a los 35 dólares el barril. Como esto no ha sido suficiente para sacar a la competencia de los mercados presentes y futuros, Arabia Saudita va por más y los especuladores apuestan ahora por un petróleo a 15 dólares el barril. Esto significará el cierre y la quiebra de muchas empresas petroleras que no podrán competir y se quedarán sin pan ni pedazo.
Falsos lamentos
Si Arabia Saudíta se lamenta ahora de incurrir en un déficit de 16 por ciento del PiB, ¿qué queda para países como Venezuela, Brasil, México o Nigeria cuya producción es mucho mas acotada pero determinante en su equilibrio presupuestario? Es falso el lamento de los saudíes.
Como apuntábamos hace algunos meses, los mercados se han vuelto locos y cada cual vela por sus propios intereses. La caída del precio del petróleo lejos de ser una bendición, será el nuevo y cruento drama de la economía mundial. El barrido de empresas y corporaciones petroleras que está provocando la guerra de precios se está convirtiendo en una guerra financiera sin cuartel que se volcará como un búmerang una vez que la competencia termine diesmada.
Lo que estamos viendo no es más que la recogida de las aguas. Si Arabia Saudita logra su objetivo de demoler a la competencia nos enfrentaremos a un futuro mucho más sombrío una vez que se agoten los excedentes actuales del petróleo. Entre 2010 y 2014 el precio del petróleo osciló entre los 80 y los 120 dólares el barril lo que incentivó cuantiosas inversiones que apostaban a un precio entre 60 y 70 dólares el barril.
Con el precio en 35 dólares el barril y una firme tendencia a la baja, todas esas inversiones se han desvanecido. Ahora nadie invierte en el petróleo porque el precio está por los suelos y en 15 o 20 meses cuando se hayan agotado los excedentes y muchos países como México o Venezuela estén devastados por las deudas, Arabia Saudita se encargará de provocar el giro en los precios que desatará el tsunami. En la ingobernanza global y el caos financiero, los saudíes saben que tienen la sartén por el mango.
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