Hoy se dio a conocer que DNB, el banco más grande de Noruega, ha pedido que el efectivo deje de usarse en el país. México por desgracia, no escapa de esta campaña.
Como es usual, este tipo de propuestas se disfrazan de iniciativas bienintencionadasque nos hablan de toda clase de “beneficios” que se alcanzarían. Entre ellos es usual que mencionen la reducción de la economía informal y la evasión fiscal, un mayor combate a la corrupción y el lavado de dinero, así como un “estímulo” económico por la vía del consumo. ¡Bravo!
Lo que no se dice es que el Estado tiene la obligación de perseguir a quien atente contra la libertad y propiedades de terceros, pero en el camino no tiene por qué pisotear los derechos de sus ciudadanos. A pesar de sus “desventajas”, la gente debe mantener el derecho a utilizar lo que quiera para sus transacciones sin que por ello se presuma ilegalidad o mala fe.
Como ve, en el fondo la propuesta de eliminar el efectivo oculta un grave atentado contra la libertad de las personas. Ello, sin mencionar aún que constituye una herramienta de la corriente económica predominante que sólo nos traerá más crisis, no menos.
En el mundo económico de hoy es sorprendente la continua confusión que hay entre causas y efectos.
Debido a ello, se considera que estimular el consumo, expandir el crédito y forzar a que la gente gaste es lo que trae la prosperidad y el crecimiento sostenido. La clave como ve, es que hay alguien que considera que sabe qué es “lo mejor” para todos, y quiere que uno actúe en ese sentido. Por lo tanto, si usted ve venir una tempestad y ante ello recorta deuda, gasta menos y ahorra, será señalado absurdamente como uno de los RESPONSABLES de la crisis. Estará actuando “mal”. Su libertad de decidir –para estos “planificadores centrales”-, es secundaria y prescindible.
Por ello políticos y funcionarios de bancos centrales se valen de toda clase de artimañas para meter la mano en los bolsillos de la gente. Entre ellas cuente formas abiertas de hacerlo, como el endeudamiento público, los impuestos, tasas de interés negativas, etc., y otras más “discretas” como la pérdida del poder de compra del dinero (inflación), síntoma claro de la corrupción de la moneda.
El problema es que en realidad, no es el consumo sino el ahorro, no es la expansión de la deuda sin límites sino la acumulación de capital, el origen del crecimiento sostenido y la prosperidad. Como le digo, confunden causas y efectos.
De manera que las propuestas de eliminar el efectivo parten de errores que nos conducen a un agravamiento de las crisis recurrentes, no a su desaparición. Si acumular ahorro/capital es la piedra angular del desarrollo como lo es, castigar el ahorro solo puede consecuencias desastrosas. Eso es lo que se pretende al abolir los billetes y presionar hacia el consumo.
Se quiere que olvidemos que los bancos no tienen efectivo suficiente para hacer frente a las obligaciones contraídas con sus cuentahabientes, y que prestar dinero a cualquiera –peor si es a un gobierno- a cambio de recibir MENOS de lo prestado (tasas negativas), es una estupidez.
Para que dicha estupidez continúe, es fundamental para políticos y banqueros eliminar el efectivo, pues si no se hace, la gente preferirá retirarlo y guardarlo en un lugar seguro –aunque no le dé rendimientos- que sufrir una pérdida nominal en una cuenta bancaria. Una vez eliminado, pocas opciones quedarían para escapar de sus garras, como el oro y la plata físicos. No sorprende entonces que también se les ataque de forma permanente.
El planeta se adentra cada vez más en este sinsentido, y eso que no hemos abordado otras implicaciones perjudiciales de la eliminación del efectivo, como la pérdida de la privacidad.
Esta “guerra” del Estado intervencionista es global, por lo que la respuesta debe ser en la misma escala.
La semana pasada Japón se unió al ominoso club de las tasas de interés negativas, por lo que podemos esperar un reforzamiento de la campaña anti “cash”. El beneficio sería sólo para los “planificadores centrales”, por lo que mal haría quien les creyera que es “por nuestro bien”.
FUENTE: GUILLERMO BARBA
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