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domingo, 22 de enero de 2017

La globalización, los Estados Unidos y el nacionalismo económico de Trump



La globalización es un fenómeno geopolítico-histórico caracterizada esencial y fácticamente por la transferencia de poder individual y comunitario de las naciones hacia la Súper Elite que busca una creciente homogeneización global para lograr la hegemonía total.

Los propietarios de la Elite Global, tras la consecución de sus objetivos y a través de ideologías (calentamiento global, de género, desindustrialización, desarme poblacional, multiculturalismo, entre otras) y esquemas empíricos, plasman un nuevo giro antropológico, buscando uniformizar el pensamiento y el modus vivendi de la humanidad. Asimismo, preconizan una economía global, centrada en la usura, para que el hombre sea deudor permanente, un mero consumidor de la manufactura y/o servicios (de electrónica, robótica y comunicativa) de las empresas multinacionales adheridas a las redes del formato globalizador y, finalmente, reconstituirlo en mano de obra barata.

Proceso que ineluctable y gradualmente pauperiza y esclaviza a las naciones, erosionando la soberanía política y la independencia económica de los estados. A éstos los reconvierte en gerencias funcionales para dinamizar mejor el proyecto globalista y eficientizar el método recaudador.

Por lo tanto, geolocalizar exclusivamente al Poder Global del Dinero en territorio e institucionalidad estadounidenses constituye un error ya que precisamente la puesta en funcionamiento de la propia globalización perjudicó a la mayoría de su población.

Y fue dicho menoscabo en general lo que posibilitó la gran adherencia poblacional que tiene Donald Trump. Su apoyatura en la base social se debe específicamente a que su discurso y programa de gobierno se basan en la defensa de un nacionalismo económico, en el respeto y la observancia del orden natural; en el abandono del perfil de “estado policial del mundo” que los Estados Unidos desempeña desde hace un siglo y en una nueva pujanza del estado-nación.

Efectos económicos negativos de la globalización en los EE. UU.

La economía de la nación de los Estados Unidos en relación a deudas presenta los siguientes indicadores:

-Deuda de consumidores, 12 billones de dólares.

-Deuda Corporativa, 16 billones de dólares.

-Deuda Pública, 20 billones de dólares.

La Reserva Federal y Wall Street, actores bancarios y financieros históricos íntimamente relacionados, son señalados como los grandes beneficiarios de la globalización.

La Reserva Federal fue creada por los grandes bancos de Wall Street y en beneficio de los grandes bancos de Wall Street.

Históricamente la Reserva Federal ha jugado un papel importante en la creación del auge y de la recesión económica y dicha institución desde su creación en el año 1913 colaboró en la existencia de 18 recesiones o depresiones, disminuyendo el valor del dólar estadounidense (aproximadamente en un 98%), siendo la tasa media anual de la inflación un 3,5%.

De acuerdo con un informe de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de los Estados Unidos (GAO) la Reserva Federal salió al rescate de los grandes bancos, entre 2007 y 2010, inyectándole 16.1 billones de dólares.(En ese momento, la deuda nacional pública de los EE.UU. era un poco más de 15 billones de dólares)1

Con la globalización también las grandes empresas pudieron desplazar fábricas a países como México, China e India, a Bangladesh; producir allí con menor salario e impuestos para luego enviar los productos fabricados de vuelta a los EE.UU.

Esa libertad de trasladar la producción fuera de los EE.UU. empeoró la economía nacional.

En los últimos 25 años, el registro de desempleo en el sector manufacturero creció exponencialmente en millones de personas, habiendo cerrado miles de fábricas por la imposibilidad de competir sana y vigorosamente contra lo producido en el extranjero a bajo coste laboral.

El salario real no crece significativamente desde hace 25 años. La calidad de los empleos en Estados Unidos estuvo mermando constantemente desde que las diferentes administraciones federales aceptaron el formato de la globalización.

-Uno de cada cuatro empleados en el sector privado estadounidenses tiene remuneración mínima de 10 dólares la hora e inclusive menos.

-La brecha entre el 1% que más tiene y el resto del país es ahora la más grande desde 1920.

-50 millones de personas viven en la pobreza.

-Oficialmente, se considera que existen 7.4 millones de desocupados en los Estados Unidos. A ese registro hay que agregarle 95.06 millones enmarcados en “not in the labor forcé”2, sumando más de 102 millones de personas.

-Aproximadamente 17 millones de niños en los Estados Unidos se enfrentan a la inseguridad alimentaria.

-Alrededor del 20 % de todos los adultos jóvenes están actualmente viviendo con sus padres

-7 de cada 10 estadounidenses tienen menos de 1.000 dólares en ahorros.

-La balanza comercial de los EE.UU con China, México, Canadá y Japón, entre otros países, le da como resultante saldo negativo.

Medidas a implementar

Ante ese cuadro situacional complicado, Trump desde la Casa Blanca maniobrará con realismo político coordinando las distintas tendencias que coexistirán en su gobierno.

Él y ciertos asesores suyos coinciden en que es más positivo tener como patrón al Oro que al dólar.

Planea evitar que la Reserva Federal manipule las tasas de interés y la masa monetaria y poner freno a las ganancias exorbitantes del capital especulativo de Wall Street. Donald Trump sabe que el inversor de clase media global busca confianza y seguridad de rentabilidad y le brindará ello. Bajo su gestión intentará impedir que salga la menor cantidad de dinero de su país. Redirigirá ciertos capitales de los fondos de inversión a la economía real para desarrollar la infraestructura pública e implementar la reindustrialización.

Promocionará el ahorro y la inversión.

Revisará los términos de comercio internacional que deterioren la economía estadounidense y cumplirá gradualmente con la repatriación de las fábricas geolocalizadas en países con mano de obra barata y gran exención fiscal. Aumentará el nivel salarial de los trabajadores y habrá crédito empresarial y crédito social necesario. El mercado interno se revitalizará.

Expulsará a los inmigrantes delictivos e ilegales y a los inmigrantes que quieran sumarse a la economía formal observando las leyes de los gobiernos federal y estatal no les pondrá obstáculos.

En suma, rechazará el transnacionalismo y la globalización.

A Trump no le resultará fácil continuar desde la Casa Blanca su batalla contra la globalización pero con tan sólo materializar el 40% de sus promesas económicas electorales podrá darle otra estocada a la globalización.

Los Estados Unidos bajo el formato Trump también precisará de países cuyas poblaciones tengan un considerable nivel salarial para que puedan comprarle lo manufacturado. Naciones hispanoamericanas con elevado índice inflacionario, relevante decrecimiento salarial y anarquía social no pueden resultarle necesarias por su posible beneficio al proceso reindustrializador de Trump.

Pero esas naciones deberán sumarse con racionalidad y realismo al emergente antiglobalizador que se está produciendo en otras partes de Occidente.

Porque, como asertivamente lo señala el insigne comentarista político Pat Buchanan “Un cambio radical en el pensamiento está llevandose a cabo en Occidente.”

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