ROMA.- Todo turista que visite la ciudad, sabe que uno de los lugares más fascinantes de Roma es la embajada de los Caballeros de la Orden de Malta, ubicada en la colina del Aventino. Al mirar por el ojo de la cerradura de la puerta del antiguo palacio, puede divisarse una columna de cipreses y al fondo, claramente se percibe la cúpula de la Basílica de San Pedro. Hoy, esa sorprendente y simbólica cercanía con el Vaticano parece haberse hecho humo.
Hace pocas semanas estalló, de hecho, una inédita batalla entre el Papa y una de las más antiguas instituciones católicas del mundo, conocida por su cruz octagonal blanca. La misma puede verse en todas sus obras, en sus nobles y aristocráticos orígenes y atuendos, sus hospitales y obras caritativas alrededor del mundo.
La pulseada entre Francisco y los Caballeros de Malta -orden laica fundada en Jerusalén en 1048 para proteger y asistir a quienes peregrinaban a la Tierra Santa, pero también sujeto de derecho internacional- se remonta al 6 de diciembre pasado.
Aquel día, el Gran Canciller, el barón alemán Albrecht von Boeselenger, que estuvo en la orden por treinta años, fue echado, después de negarse a renunciar dos veces ante el pedido del Gran Maestre, la autoridad máxima de los Caballeros, el británico Mattehw Festing.
¿El motivo del despido? Según distintas fuentes dejaron trasender, la razón fue el no haber hecho nada para impedir, estando a la cabeza de la organización internacional de ayuda, Malteser International, la distribución gratuita de millones de preservativos en Myanmar y otros países pobres, los cuales tienen al sida como principal enemigo. Algo escandaloso debido a que la doctrina católica prohíbe la contracepción artificial. Sin embargo, para los miembros más cercanos al Gran Canciller dimitido, es tan sólo una pantalla para tapar un virtual “golpe” interno.
Según dictan las reglas internas de los Caballeros, Boeselenger debería haber seguido la orden de renunciar dada por su superior, el Gran Maestre. Pero no lo hizo, según explicó, porque para él Festing cometió una serie de errores, legales y procesales, al pedirle la renuncia, y según él, eso constituyó una violación a las reglas de la Orden.
Boeselenger hizo saber que Festing, que lo echó en presencia del cardenal estadounidense Raymond Burke -punta de lanza de la oposición conservadora a Francisco y capellán pontificio ante la Orden de Malta- le indicó que su salida era un deseo difundido desde la Santa Sede.
Pietro Parolin, cardenal y secretario de Estado del Vaticano y brazo derecho del Papa, sin embargo, negó rotundamente más de una vez esa versión. Es más, para aclarar el despido que provocó una virtual rebelión interna en la antigua Orden, el 22 de diciembre pasado, Francisco, además de convocar al diálogo, creó una comisión de cinco personalidades cuyo fin es investigar qué pasó realmente con Boeselenger, y realizar un informe “en tiempos breves” para entregar a la Santa Sede.
En lugar de aceptar los deseos papales, los Caballeros de la Orden de Malta sacaron a relucir sus viejas espadas de combatientes junto a los Cruzados. En pleno desafío a Francisco, el martes último no sólo recordaron que “la sustitución del anterior Gran Canciller ha sido una actuación interna del gobierno de la Orden”, que es una entidad soberana.
En un comunicado adelantaron, además, que no colaborarán en absoluto con la comisión creada por el Pontífice, que tildaron de “jurídicamente irrelevante”. Esto es directamente una declaración de guerra a Francisco.
La Soberana Orden de Malta mantiene relaciones bilaterales con más de 100 Estados y con la Unión Europea (UE), así como una misión permanente de observación ante Naciones Unidas. Al igual que el Vaticano, tiene chapas especiales en sus autos e imprime sus propias estampillas. Al margen del espectacular Palacio del Aventino con vista a la Cúpula de San Pedro, la Orden en Roma tiene su Palacio Magistral en la lujosa Via Condotti.
Si bien nadie sabe cómo terminará la inédita “guerra” entre la Orden y Francisco, según analistas es claro que refleja ese conflicto que arrecia entre quienes tienen una visión más abierta y misericordiosa de la Iglesia Católica y otra más cerrada, rígida y legalista.
En medio del conflicto, también es claro que no es menor el papel del cardenal Burke, el mismo que, junto a otros tres purpurados, desafió al Papa al enviarle una carta con un pedido de aclaraciones sobre el capítulo octavo de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, documento que abre las puertas a los divorciados vueltos a casar, aún no digerido por el ala más tradicionalista de la Iglesia católica.
Fuente: La Nación
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