Por eso Soros, el mayor globalista y oculto estratega del gobierno mundial, habla en su artículo contra el globalismo. Por eso el mayor financista de dictadores como Evo Morales y amigo del genocida tirano Raúl Castro habla de “sociedad abierta”. Por eso el mayor especulador financiero y lavador de dineros sucios de todos los tráficos ilegales del mundo habla de libre mercado.
En http://www.costanoticias.com/soros-y-el-infierno-progresista-por-maria-fernanda-cabal/
Dice la sabiduría popular que el camino al infierno está tapizado de buenas intenciones. Si eso es así con las buenas intenciones ¿Qué esperar de las intenciones perversas, del mal solapado de “buenismo”? ¡Pues el infierno mismo!
El confuso y contradictorio artículo de George Soros reproducido por El Espectador, muestra el desespero de la progresía mundial con la decisión de los estadounidenses de elegir a Donald Trump como su presidente. Si para algo está sirviendo el “efecto Trump” es para develar aún más los inquietantes rasgos de esa profunda enfermedad espiritual que es el progresismo, la misma que está arrastrando a Occidente de manera gradual a su propia destrucción; como una pócima venenosa inoculada en pequeñas dosis que hacen imperceptible el fatal efecto de envenenamiento mortal en curso.
Las palabras de Soros ponen de presente el rasgo principal de la patología progresista: la completa inversión entre la apariencia y la realidad; el engaño premeditado como parte de una estrategia cuyos objetivos encarnan la perversión, el hedonismo y el poder; donde la mentira se disfraza de verdad y la patología moral hace predicar como bueno lo malo y ocultar de manera insidiosa las verdaderas intenciones desviadas bajo la jaula de acero de lo “políticamente correcto”.
Dice la sabiduría popular que el camino al infierno está tapizado de buenas intenciones. Si eso es así con las buenas intenciones ¿Qué esperar de las intenciones perversas, del mal solapado de “buenismo”? ¡Pues el infierno mismo!
El confuso y contradictorio artículo de George Soros reproducido por El Espectador, muestra el desespero de la progresía mundial con la decisión de los estadounidenses de elegir a Donald Trump como su presidente. Si para algo está sirviendo el “efecto Trump” es para develar aún más los inquietantes rasgos de esa profunda enfermedad espiritual que es el progresismo, la misma que está arrastrando a Occidente de manera gradual a su propia destrucción; como una pócima venenosa inoculada en pequeñas dosis que hacen imperceptible el fatal efecto de envenenamiento mortal en curso.
Las palabras de Soros ponen de presente el rasgo principal de la patología progresista: la completa inversión entre la apariencia y la realidad; el engaño premeditado como parte de una estrategia cuyos objetivos encarnan la perversión, el hedonismo y el poder; donde la mentira se disfraza de verdad y la patología moral hace predicar como bueno lo malo y ocultar de manera insidiosa las verdaderas intenciones desviadas bajo la jaula de acero de lo “políticamente correcto”.
Nietzsche inauguró tempranamente el siglo XX, el siglo progresista por excelencia, al decir que Dios ha muerto y que nosotros lo matamos. Y esa muerte ha dejado al desnudo cada ego humano creyéndose Dios, con su “yo hago lo que se me da la gana”, la voluntad humana sin freno que busca acumular y ejercer el poder por el poder, porque ha perdido todo el sentido y la dirección, porque ya no tiene identidad. Y de esa inversión vienen todas las incoherencias y todas las contradicciones de la mentalidad progresista: la prédica de la igualdad buscando los privilegios sin fin de la discriminación positiva, la prédica de la justicia buscando la impunidad para los peores crímenes, el genocidio y la tiranía en nombre de la libertad y la emancipación y así sucesivamente en un desdoblamiento de inversiones sin fin, en una metástasis de derechos ilimitados que brotan y se reproducen en nuevos eslóganes y activismos que son máscaras de la misma patología.
Pepe Mujica sirivió a los propósitos de George Soros
Al final, como dice el psicólogo francés André Rochais, se obtiene el resultado de los medios usados y no el de los fines predicados. Porque los medios usados son los que corresponden a las verdaderas intenciones ocultas y no a las aparentes. Y el resultado no es otro que el infierno sobre la tierra: Los millones de asesinados en los innumerables totalitarismos, revoluciones y tiranías generadas por el progresismo no cesan de recordárnoslo.
Por eso Soros, el mayor globalista y oculto estratega del gobierno mundial, habla en su artículo contra el globalismo. Por eso el mayor financista de dictadores como Evo Morales y amigo del genocida tirano Raúl Castro habla de “sociedad abierta”. Por eso el mayor especulador financiero y lavador de dineros sucios de todos los tráficos ilegales del mundo habla de libre mercado. El financiador de Obama y de Hillary, que no han cesado de minar el estado de derecho en los Estados Unidos, acusa de dictador a Trump. El mayor subversor del orden y patrocinador del “nuevo orden mundial” habla de democracia y resiliencia de las instituciones.
Nada distinto podíamos esperar de alguien como Soros. Por eso es curioso y revelador el título de su artículo, donde hace referencia a la “anormalidad”. Acusar a Trump de “anormal” no puede ser más coherente con la patología progresista de la que Soros es uno de los mayores agentes mundiales. A alguien que no pasaría ni de lejos el test de psicopatía de Robert Hare no le cabe más que apelar a la “máscara de cordura” con que se camuflan las más oscuras personalidades humanas.
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