Según datos del Ministerio de Comercio e Industria de la India, en el primer trimestre de este 2023 Nueva Delhi multiplicó por 4,2 las importaciones de bienes rusos, alcanzando el nivel de 20.500 millones de dólares.
El año pasado, Rusia ya se había convertido en el principal proveedor de petróleo de la India, superando la posición de países como Irak y Arabia Saudí. Ante estos números, hoy es posible afirmar que la asociación política y económica entre rusos e indios será uno de los principales pilares para la construcción de un nuevo siglo asiático.
Además del comercio, cabe recordar que las relaciones entre ambas naciones están históricamente marcadas por la cooperación técnico-militar desde la época soviética. Es por esto que la India ocupa la posición tradicional de mayor importador de armas y equipos de Rusia en las últimas décadas.
Además, como grandes potencias de Asia, estas dos naciones han implementado desde la década del 2000 una serie de políticas que apuntan a reestructurar el orden global en el plano euroasiático, limitando la influencia de actores extrarregionales, como Estados Unidos y la Unión Europea.
Una de esas políticas fue la creación en 2006 del grupo RIC (compuesto por Rusia, la India y China), cuyo objetivo era coordinar posiciones comunes sobre temas importantes a nivel regional e internacional.
Además, esta idea de defender los intereses nacionales de Rusia a través de una cooperación más profunda con potencias asiáticas como la India fue defendida por el importante diplomático Evgueni Primakov (titular del Ministerio de Relaciones Exteriores de 1996 a 1998 y primer ministro ruso de 1998 a 1999).
Para Primakov, el establecimiento de alianzas con países como la India y China permitió a Rusia facilitar el proceso de consolidación de un mundo multipolar que reflejaba adecuadamente la pluralidad de civilizaciones y sistemas de valores en las relaciones internacionales.
En los últimos tiempos, a su vez, ante un complicado contexto de sanciones occidentales contra el país, Moscú identifica a Nueva Delhi como un país fundamental para su "giro asiático", situación que reconoce el más reciente Concepto de Política Exterior firmado por el presidente Vladímir Putin este mismo año.
La India, además, no se ha alineado con Occidente en las votaciones de condena a Rusia durante las sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas en los dos últimos años (siguiendo el ejemplo de China y Sudáfrica, dos de los miembros del BRICS), demostrando una mayor neutralidad en los conflictos, a pesar de la presión occidental.
Sin embargo, con los intentos de la Unión Europea y los Estados Unidos de utilizar los activos incautados de Rusia en sus instituciones para la futura reconstrucción de Ucrania, los rusos y los indios comenzaron a ver la necesidad de cambiar gradualmente su comercio a monedas alternativas.
La impugnación del papel del dólar como moneda de transacción global, así como la supuesta "neutralidad" de las organizaciones comandadas por el G7 —formado por Japón, Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, Canadá y Estados Unidos—, llevaron a Rusia y varios países a repensar sus relaciones de dependencia con estas instituciones.
Mientras tanto, la India comenzó a comprar gran parte de su petróleo a Rusia en rupias. De hecho, las empresas energéticas rusas (como Gazprom y Rosneft) hace tiempo que adquirieron la capacidad de comercializar productos básicos en monedas distintas al dólar.
Esta experiencia se ha ejercido en las relaciones de Rusia con China, por ejemplo, donde las empresas rusas utilizan el yuan obtenido de sus exportaciones para pagar los productos y servicios chinos. Un escenario similar se ha implementado gradualmente en el comercio entre Rusia y la India, a su vez.
De forma complementaria, es importante señalar que ambos se identifican como "países continentales", cuyo tamaño, población, ubicación y potencial económico les otorgan naturalmente un papel importante en el juego de fuerzas internacional.
Ambos países se presentan, además, como verdaderos Estados. Civilizaciones cuya cooperación, no sólo a nivel bilateral, sino también dentro de los BRICS, ha funcionado como escudo al proyecto cultural hegemónico de Occidente.
Por lo tanto, Moscú y Nueva Delhi se comprometieron a defender un orden mundial más justo y multifacético, en el que los Estados puedan ejercer el derecho a elegir su propio destino, sin ningún tipo de interferencia externa.
La asociación entre Rusia y la India, además, sirve para demostrar que Moscú no está aislada internacionalmente, como Occidente quiere hacernos pensar. Esta situación es aún más evidente cuando se observan los números, por ejemplo, del último Foro Económico Internacional en San Petersburgo, que tuvo lugar entre el 14 y el 17 de junio.
La India fue el tercer país que envió más delegados al evento (solo detrás de Emiratos Árabes Unidos y China), además de representantes de la sociedad civil y medios de comunicación.
Finalmente, en este nuevo mundo que está surgiendo, actores clave como Rusia y la India serán fundamentales para definir los contornos estructurales del sistema internacional en el siglo 21.
A través de esta articulación política en torno a posiciones comunes entre Moscú y Nueva Delhi a nivel bilateral y multilateral (con la participación de grupos como el RIC, BRICS, la propia Organización de Cooperación de Shanghái o incluso el G20), los mandatarios Vladímir Putin y Narendra Modi están abriendo el camino para la establecimiento de un mundo postamericano.
Al mismo tiempo, en asociación con la India, Rusia seguirá persiguiendo el objetivo de reducir la brecha existente entre los países desarrollados y subdesarrollados en el sistema, así como los privilegios de Occidente en los órganos de gobierno global.
Todo ello hace pensar que la afinidad política Moscú-Nueva Delhi servirá como uno de los pilares fundamentales de este naciente nuevo orden multipolar, en el que un lugar destacado está más que reservado a las potencias asiáticas que marcarán el rumbo del siglo 21.
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