“Borrell es un hombre que no sabe ocultar el carácter racista de su visión del mundo”, afirmó el martes el canciller ruso, Serguéi Lavrov, en reacción a las recientes declaraciones del jefe de la Diplomacia europea, en las que calificó a Mali y Eritrea de “países fáciles” para la información falsa que, según él, Rusia difunde en el continente africano.
Hablando en una rueda de prensa conjunta con su homólogo maliense, Abdoulaye Diop, en Bamako, capital de Malí, Lavrov recordó que Borrell es quien había comparado anteriormente “en público y sin vergüenza” a Europa con “un jardín en flor” y al resto del mundo con una “jungla” que representa un desafío para ese “jardín”.
De acuerdo con Lavrov, las recientes declaraciones de líderes europeos sobre las relaciones de Rusia con los países africanos reflejan “instintos neocoloniales que no se extinguirán y que claramente impiden” a Occidente comprender las realidades del mundo moderno, y les aconsejó a los países europeos ser más “modestos”.
Esto mientras que, prosiguió el jefe de la Diplomacia rusa que Moscú no tiene nada que ocultar y tampoco nada de lo que avergonzarse porque el país siempre estuvo “en los orígenes de la liberación de África del yugo colonial”, aseveró al respecto.
El martes, en un discurso en la conferencia del Servicio Europeo de Acción Exterior sobre manipulación de la información e interferencias extranjeras, el jefe de Política Exterior de la UE subrayó que el objetivo clave de la gira de Lavrov por África es difundir mentiras sobre quién tiene la culpa de lo que está ocurriendo.
En este sentido, ha asegurado que planea desplegarse “expertos en desinformación” en las oficinas de la UE en todo el mundo para contrarrestar lo que describió como narrativas falsas supuestamente difundidas por Rusia y China.
Anteriormente, Lavrov había manifestado que una de las cuestiones principales de la cooperación con los países africanos es el desarrollo de comercio seguro, con el establecimiento de sistemas de pago en que se expanda el uso del rublo y las monedas nacionales de los países africanos, dejando de lado el dólar estadounidense.
Desde la desintegración de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Occidente encabezado por Estados Unidos ha tratado de presentarse como adalid del mundo. Esto es mientras que Rusia y otras potencias como China han resurgido como influencias globales y otros países, impulsados por el creciente poder económico y político, también reclaman el poder.
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