Pero excluye los semiconductores para coches o dispositivos electrónicos.
China tendrá una escasez de 2,3 millones de piezas al mes en 2030, según previsiones occidentales.
El veto de Estados Unidos a China en la industria de los chips ya ha provocado las primeras reacciones, especialmente, visibles en las bolsas. Sin embargo, el último golpe al país asiático puede ser el definitivo y cambiar por completo la fotografía de la industria. Esto tardará más en verse, pero entonces reflejará el verdadero alcance de las medidas (y quizás de intenciones) estadounidenses.
Según varios análisis, Estados Unidos quiere apartar a China de la producción de chips más avanzados, de la industria más puntera, y así, cortar su crecimiento futuro, dejándole solo la producción de los chips menos avanzados. En ese sentido, la disputa gira en torno a tres tipos de semiconductores: chips lógicos de menos de 16 a 14 nanómetros, chips de memoria DRAM inferiores a los 18 nanómetros o los chips NAND flash de 128 capas. Para hacerse una idea, 18 nanómetros equivalen a 0,0000018 centímetros.
Son esas especificaciones las que ha incluido el Departamento de Industria y Seguridad (BIS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de Estados Unidos en la lista de microchips que requieren de autorización para ser exportados, como consta en el documento publicado por el organismo el 7 de octubre. En la práctica, eso afecta a los chips para centros de datos y a los que se usan para supercomputación y superodenadores. Sin embargo, no aplica para otros chips más básicos que se usan en móviles, dispositivos electrónicos o en conducción autónoma.
Lograr las licencias depende, en parte, de las solicitudes de información de las autoridades, que obligan a ciertas empresas chinas que operan con Estados Unidos a presentar informes de auditoría y, de no hacerlo durante un periodo determinado de tiempo, se incluyen en la 'Entity List'. Es un círculo vicioso, ya que Pekín también limita los datos que sus compañías pueden compartir con el exterior.
Ley de Moore
En todo caso, parece que lo que Estados Unidos intenta es vetar el acceso de China a la tecnología más puntera y, paralelamente, frenar su desarrollo en la industria. Y por eso los permisos se dirigen a focos concretos. Avanzar en la fabricación es cada vez más difícil, ya que el crecimiento exponencial de la industria se está topando con los límites de las leyes de la física, como se explica en un análisis de strategy+business de PwC. La razón es que hace casi 50 años, Gordon Moore, uno de los primeros diseñadores de estos componentes predijo que el avance de la industria iría al ritmo de duplicar el número de transistores que se incluyen en un chip cada año. Casi cinco décadas después, es complicado seguir superando ese hito.
Otra de las dificultades de esta industria es la necesidad de contar con equipos muy especializados y caros. Por eso, esta es también una de las restricciones que se incluyen en la normativa estadounidense: "se restringe la capacidad de los estadounidenses de apoyar el desarrollo o la producción de circuitos integrados en las fábricas en China sin disponer de licencia", señala el acta. En la misma también se especifica que las ventas de los equipos y máquinas están sujetas a ese permiso.
Y la escala de esa limitación es importante. China es el principal cliente de los proveedores de equipos de semiconductores estadounidenses, lo que supone entre el 25 y el 30% de los ingresos de compañía norteamericanas como Lam Research, KLA Corp o Applied Materials, según recoge el diario chino Caixin de la consultora local ICwise. Nvidia y Advanced Micro Devices (AMD) también tienen prohibido exportar sus unidades de procesamiento desde el pasado mes. Aunque repercuta al tejido empresarial estadounidense, las fábricas del país asiático se quedarán sin capacidad de producción. No podrán reemplazar su maquinaria y tendrán que cerrar líneas de producción.
Por ejemplo, Changxin Memory Technologies o Yangtze Memory Technologies son dos firmas chinas que están en plena expansión. La primera tiene entre sus planes construir 12 líneas de fabricación de obleas adicionales y, la segunda, busca ampliar su producción de chips NAND flash de 128 capas. En ambos casos, esos planes pueden verse impedidos por las nuevas reglas estadounidenses, según Caixin.
TSMC fabrica el 85% de chips sofisticados
En ese sentido, las alternativas de China son limitadas. Como explica la publicación de PwC, el 85% de la producción de chips avanzados la ostenta Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). Es la que ha dado con el modelo de negocio perfecto en una industria hipercompetitiva. La firma se dio cuenta hace años de que la forma de operar de la industria sería insostenible, ya que las empresas tanto diseñaban como producían semiconductores. En un momento dado, cuando los transistores se hicieron cada vez más pequeños, contar con las máquinas para fabricar sería extremadamente caro, salvo que la capacidad de producción de una empresas fuera muy elevada. Y fue a este esfuerzo al que dedicó sus recursos TSMC, mientras el resto seguían también enfocadas en el diseño.
El diferencial de la taiwanesa es que aloja plantas de ensamblaje estadounidenses y que, durante años, ha cerrado importantes alianzas con las empresas, que dependen de ella y de su capacidad de producción. Es la fábrica de los diseñadores y tiene las máquinas para que las creaciones se materialicen. Entre tanto, China ha intentado hacerle la competencia a la industria de su isla vecina, pero no ha logrado crear un gigante como TSMC, pese a sus intentos de atraer talento o promover estímulos fiscales. "La expansión de la capacidad de fabricación de chips de China es lenta", reconoce la consultora ICwise, que calcula que, en caso de que se hagan avances en ese ámbito y teniendo en cuenta el veto, el país tendrá una escasez de 1,7 millones de piezas al mes en 2030. En el escenario más pesimista, esa cifra aumentará al los 2,3 millones de piezas al mes.
"Ahora es tan difícil seguir avanzando tecnológicamente que muy pocas empresas tienen el conocimiento y los recursos para poder competir", strategy+business. La consultora china apunta que las empresas que tienen un hueco en el mercado tienen, al menos, 20 años de recorrido.
Otro de los puntos en los que Estados Unidos intenta poner coto a su rival asiático es en el mercado laboral. Los estadounidenses que actualmente trabajen en China en semiconductores, también necesitarán una licencia. Eso equipara, por ejemplo a los ingenieros de la industria, a otros perfiles tradicionalmente vetados, como los que se dedican a los misiles o a la nuclear. Después de años de integración de talento, los estadounidenses están saliendo ya del país, según Caixin. Eso deja a las empresas sin la capacidad técnica de sus empleados y sin perfiles "clave", algo que, de nuevo, limita sus posibilidades.
¿Qué opciones tiene China?
ICwise analiza que China solo tiene posibilidades de sobrevivir en la industria en el futuro si hace enormes esfuerzos a largo plazo, independientemente de los beneficios o pérdidas que tengan sus empresas en el corto plazo. "La construcción de la capacidad de producción para chips es una maratón", advierte. Pese a las dificultades y la incertidumbre, la firma de análisis sostiene que "no se puede perder lo grande por lo pequeño". Es decir, que no su industria no puede quedar relegada al lugar que pretende Estados Unidos.
En ese sentido, se refiere a la "chipización" de la economía: "Mientras el desarrollo de la ciencia y la tecnología no se detengan y el ritmo de la humanidad no se detenga, la tendencia es que aumente la demanda de chips". En resumen, todos los escenarios del futuro requieren microchips.
No solo China tendrá que buscar soluciones, ya que las empresas estadounidenses tendrán que sustituir las ventas que ahora copa su cliente asiático. Las restricciones a las exportaciones pueden costar a Nvidia 400 millones de dólares en el trimestre en curso, como ha adelantado la propia compañía. 1 de cada 5 tarjetas gráficas que vende van al 'país rival'.
La Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA, por sus siglas en inglés) ha pedido a Estados Unidos que haga las limitaciones de forma "específica" y "dirigida" para evitar que las consecuencias dañen a su propia industria.
eleconomista.es
El veto de Estados Unidos a China en la industria de los chips ya ha provocado las primeras reacciones, especialmente, visibles en las bolsas. Sin embargo, el último golpe al país asiático puede ser el definitivo y cambiar por completo la fotografía de la industria. Esto tardará más en verse, pero entonces reflejará el verdadero alcance de las medidas (y quizás de intenciones) estadounidenses.
Según varios análisis, Estados Unidos quiere apartar a China de la producción de chips más avanzados, de la industria más puntera, y así, cortar su crecimiento futuro, dejándole solo la producción de los chips menos avanzados. En ese sentido, la disputa gira en torno a tres tipos de semiconductores: chips lógicos de menos de 16 a 14 nanómetros, chips de memoria DRAM inferiores a los 18 nanómetros o los chips NAND flash de 128 capas. Para hacerse una idea, 18 nanómetros equivalen a 0,0000018 centímetros.
Son esas especificaciones las que ha incluido el Departamento de Industria y Seguridad (BIS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de Estados Unidos en la lista de microchips que requieren de autorización para ser exportados, como consta en el documento publicado por el organismo el 7 de octubre. En la práctica, eso afecta a los chips para centros de datos y a los que se usan para supercomputación y superodenadores. Sin embargo, no aplica para otros chips más básicos que se usan en móviles, dispositivos electrónicos o en conducción autónoma.
Lograr las licencias depende, en parte, de las solicitudes de información de las autoridades, que obligan a ciertas empresas chinas que operan con Estados Unidos a presentar informes de auditoría y, de no hacerlo durante un periodo determinado de tiempo, se incluyen en la 'Entity List'. Es un círculo vicioso, ya que Pekín también limita los datos que sus compañías pueden compartir con el exterior.
Ley de Moore
En todo caso, parece que lo que Estados Unidos intenta es vetar el acceso de China a la tecnología más puntera y, paralelamente, frenar su desarrollo en la industria. Y por eso los permisos se dirigen a focos concretos. Avanzar en la fabricación es cada vez más difícil, ya que el crecimiento exponencial de la industria se está topando con los límites de las leyes de la física, como se explica en un análisis de strategy+business de PwC. La razón es que hace casi 50 años, Gordon Moore, uno de los primeros diseñadores de estos componentes predijo que el avance de la industria iría al ritmo de duplicar el número de transistores que se incluyen en un chip cada año. Casi cinco décadas después, es complicado seguir superando ese hito.
Otra de las dificultades de esta industria es la necesidad de contar con equipos muy especializados y caros. Por eso, esta es también una de las restricciones que se incluyen en la normativa estadounidense: "se restringe la capacidad de los estadounidenses de apoyar el desarrollo o la producción de circuitos integrados en las fábricas en China sin disponer de licencia", señala el acta. En la misma también se especifica que las ventas de los equipos y máquinas están sujetas a ese permiso.
Y la escala de esa limitación es importante. China es el principal cliente de los proveedores de equipos de semiconductores estadounidenses, lo que supone entre el 25 y el 30% de los ingresos de compañía norteamericanas como Lam Research, KLA Corp o Applied Materials, según recoge el diario chino Caixin de la consultora local ICwise. Nvidia y Advanced Micro Devices (AMD) también tienen prohibido exportar sus unidades de procesamiento desde el pasado mes. Aunque repercuta al tejido empresarial estadounidense, las fábricas del país asiático se quedarán sin capacidad de producción. No podrán reemplazar su maquinaria y tendrán que cerrar líneas de producción.
Por ejemplo, Changxin Memory Technologies o Yangtze Memory Technologies son dos firmas chinas que están en plena expansión. La primera tiene entre sus planes construir 12 líneas de fabricación de obleas adicionales y, la segunda, busca ampliar su producción de chips NAND flash de 128 capas. En ambos casos, esos planes pueden verse impedidos por las nuevas reglas estadounidenses, según Caixin.
TSMC fabrica el 85% de chips sofisticados
En ese sentido, las alternativas de China son limitadas. Como explica la publicación de PwC, el 85% de la producción de chips avanzados la ostenta Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC). Es la que ha dado con el modelo de negocio perfecto en una industria hipercompetitiva. La firma se dio cuenta hace años de que la forma de operar de la industria sería insostenible, ya que las empresas tanto diseñaban como producían semiconductores. En un momento dado, cuando los transistores se hicieron cada vez más pequeños, contar con las máquinas para fabricar sería extremadamente caro, salvo que la capacidad de producción de una empresas fuera muy elevada. Y fue a este esfuerzo al que dedicó sus recursos TSMC, mientras el resto seguían también enfocadas en el diseño.
El diferencial de la taiwanesa es que aloja plantas de ensamblaje estadounidenses y que, durante años, ha cerrado importantes alianzas con las empresas, que dependen de ella y de su capacidad de producción. Es la fábrica de los diseñadores y tiene las máquinas para que las creaciones se materialicen. Entre tanto, China ha intentado hacerle la competencia a la industria de su isla vecina, pero no ha logrado crear un gigante como TSMC, pese a sus intentos de atraer talento o promover estímulos fiscales. "La expansión de la capacidad de fabricación de chips de China es lenta", reconoce la consultora ICwise, que calcula que, en caso de que se hagan avances en ese ámbito y teniendo en cuenta el veto, el país tendrá una escasez de 1,7 millones de piezas al mes en 2030. En el escenario más pesimista, esa cifra aumentará al los 2,3 millones de piezas al mes.
"Ahora es tan difícil seguir avanzando tecnológicamente que muy pocas empresas tienen el conocimiento y los recursos para poder competir", strategy+business. La consultora china apunta que las empresas que tienen un hueco en el mercado tienen, al menos, 20 años de recorrido.
Otro de los puntos en los que Estados Unidos intenta poner coto a su rival asiático es en el mercado laboral. Los estadounidenses que actualmente trabajen en China en semiconductores, también necesitarán una licencia. Eso equipara, por ejemplo a los ingenieros de la industria, a otros perfiles tradicionalmente vetados, como los que se dedican a los misiles o a la nuclear. Después de años de integración de talento, los estadounidenses están saliendo ya del país, según Caixin. Eso deja a las empresas sin la capacidad técnica de sus empleados y sin perfiles "clave", algo que, de nuevo, limita sus posibilidades.
¿Qué opciones tiene China?
ICwise analiza que China solo tiene posibilidades de sobrevivir en la industria en el futuro si hace enormes esfuerzos a largo plazo, independientemente de los beneficios o pérdidas que tengan sus empresas en el corto plazo. "La construcción de la capacidad de producción para chips es una maratón", advierte. Pese a las dificultades y la incertidumbre, la firma de análisis sostiene que "no se puede perder lo grande por lo pequeño". Es decir, que no su industria no puede quedar relegada al lugar que pretende Estados Unidos.
En ese sentido, se refiere a la "chipización" de la economía: "Mientras el desarrollo de la ciencia y la tecnología no se detengan y el ritmo de la humanidad no se detenga, la tendencia es que aumente la demanda de chips". En resumen, todos los escenarios del futuro requieren microchips.
No solo China tendrá que buscar soluciones, ya que las empresas estadounidenses tendrán que sustituir las ventas que ahora copa su cliente asiático. Las restricciones a las exportaciones pueden costar a Nvidia 400 millones de dólares en el trimestre en curso, como ha adelantado la propia compañía. 1 de cada 5 tarjetas gráficas que vende van al 'país rival'.
La Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA, por sus siglas en inglés) ha pedido a Estados Unidos que haga las limitaciones de forma "específica" y "dirigida" para evitar que las consecuencias dañen a su propia industria.
eleconomista.es
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