La cumbre de presidentes suramericanos organizada por el mandatario brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, deberá superar su "impulso inicial" para demostrar que puede erigirse como un proceso de integración consolidado que no dependa de la sintonía entre mandatarios, advirtieron a Sputnik los politólogos Julio Burdman y Carlos Luján.
Para el argentino Burdman, el encuentro realizado en Brasilia todavía deja incógnitas debido a que "el regionalismo en América Latina ha demostrado que es muy dependiente de que los gobiernos estén en sintonía en materia de política exterior".
El analista recordó los ejemplos de la década de 1990, cuando gobiernos de corte "comercialista y liberal" avanzaron en plataformas como el Mercosur (Mercado Común del Sur) o la Comunidad Andina de Naciones, y de la década de los 2000, cuando gobiernos de tinte progresista "desarrollaron una línea más política y autonomista respecto de EEUU.
Burdman señaló, en ese sentido, que el problema aparece "cuando la región se hace más heterogénea políticamente y los gobiernos no están en una misma sintonía". Allí, tal como le sucedió a la Unasur —Unión de Naciones Suramericanas— a partir de 2015, "aparece la parálisis del regionalismo".
El experto uruguayo Luján, por su parte, consideró que "los liderazgos son importantes pero deberíamos pensar más en los países" para evitar que el impulso integracionista iniciado por Lula decaiga. "Si no es, así mañana puede haber una alternancia de poder en Brasil y terminarse todo el proceso", señaló.
"Los líderes son importantes para dar impulsos, poner temas en agenda y para convocar, pero después debe haber un trabajo mucho más parsimonioso, hasta de hormiga, de ir colocando ladrillos hasta construir una catedral", reflexionó.
El analista uruguayo enfatizó que si el proceso regional se basa en los liderazgos personales de Lula u otros dirigentes, como el presidente colombiano, Gustavo Petro, o el chileno Gabriel Boric, es posible "caer en mesianismos" que impidan avanzar a largo plazo.
En una línea similar, Burdman admitió tener dudas sobre el futuro de este proceso "en caso de que haya un cambio de Gobierno en Argentina o en Chile o que en Ecuador surja un presidente contrario a la Unasur".
El politólogo Carlos Luján admitió además que el carácter formal de la convocatoria pudo haber conspirado contra sus resultados. En ese sentido, sostuvo que un encuentro "mucho más coloquial y de cercanías" podría haber sido más fructífero que una cumbre formal, en la que "muchas veces el discurso es hacia los países y menos para construir en común".
Para el analista uruguayo, es posible que el grupo de contacto de cancilleres pueda trabajar de forma más efectiva en los meses siguientes, con una mirada "no solo de integración económica sino para tener una política exterior y de defensa común".
Además, subrayó que uno de los objetivos de la integración regional debería ser "tener una voz común en un mundo multipolar". De lo contrario, señaló, cada país tendrá "su propia voz: la de Brasil más fuerte y la de los demás más débil".
En ese camino, el experto consideró que no sería descabellado aceptar un cambio de nombre de la institucionalidad, tal como propuso el presidente colombiano Gustavo Petro. "La forma es tan importante (como) el contenido", valoró, señalando que un cambio de esa naturaleza permitiría "evitar la discusión sobre la ideologización".
La presencia del mandatario Nicolás Maduro en la cumbre sí fue algo a rescatar para Luján, que relacionó la presencia del venezolano con los reclamos que muchos presidentes latinoamericanos habían hecho por su ausencia en la Cumbre de las Américas que se realizó en Los Ángeles en junio de 2022, cuando Washington no invitó a Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El experto destacó la relevancia de que en este tipo de encuentros "los países puedan discutir sus diferencias y cómo ven la situación en cada país", aunque remarcó que este tipo de discusiones sobre derechos humanos o democracia debería hacerse "sobre todos los países y no sobre uno o dos".
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